Los Golpistas
La historia de la era democrática, describe el porteñazo y el carupanazo como sangrientos levantamientos militares, de igual manera que lo fue, el perpetrado por los comandantes del movimiento bolivariano 200, el 4F de 1992. Docenas de muertes entre civiles, funcionarios policiales y militares de la guardia de honor, dan cuenta de la falta de escrúpulos de los complotados.
Hoy, aquellos golpistas responsables de los muertos, por azar del destino y aprovechando la poca memoria del pueblo, se han hecho del poder y pretenden permanecer en él por años, utilizando el embrollo y cuanta mentira sea necesaria.
Gobiernan de manera desalmada, de idéntica forma como perpetraron su traición a la constitución y las leyes, que una vez juraron defender. Vuelven esta vez por sus fueros de desconocer la constitución, que hace ocho años se dio el pueblo soberano y en vez de gobernar para todos lo venezolanos lo hacen para beneficio de las cúpulas identificadas con el proceso revolucionario.
El lenguaje insultante de los golpistas, más que una estrategia, refleja una personalidad psicopática, que no deja lugar a dudas. En esa mentalidad, el poder es para ejercerlo de forma autocrática, no se busca el consenso sino la imposición, no se utiliza el diálogo sino las órdenes para que los subalternos obedezcan.
En este drama primitivo en el cual vivimos, se acusa a los adversarios, de agentes extranjeros para encarcelarlos; a los medios televisivos, de golpistas para cerrarlos; a los dueños de fundos productivos, de latifundistas para invadirlos; a las universidades, de centros exclusivos, para cercenar su autonomía y a la iglesia de conspirar con el diablo para irrespetarla. Nadie se salva de la vorágine golpista en el poder.
Por todo esto, a quince años de la funesta intentona golpista, es imperativo moral, recordar a las victimas de los FAL asesinos, que portaban los insurgentes, cuando asaltaron, protegidos por las sombras de la noche, los símbolos del poder democrático.
