Opinión Nacional

Los miserables

Cuando creció el trigo y se formó la espiga, apareció también la mala hierba. Entonces los labradores preguntaron: ‘Si la semilla que sembramos en el campo era buena, ¿cómo es que ha salido mala hierba?’ El Señor les respondió: ‘Un enemigo ha hecho esto.’ ‘¿Quieres que vayamos a arrancar la mala hierba?’ El les dijo: ‘No, porque al arrancar la mala hierba podéis arrancar también el trigo. Es mejor dejarlos crecer juntos, hasta la siega…”

Estos diez años de desgobierno nos han servido a los venezolanos para aprender la Parábola del trigo y la cizaña; para distinguir a los unos, de los otros; al hombre de bien, del indeseable. Era por lo tanto necesario que transcurriera todo este periodo de tiempo para verlos crecer juntos y hallar las diferencias. De otra manera no habría sido posible hacer la distinción.

Un periodista y resentido político que implacablemente cuestionó los males propios de la democracia y conspiró toda su vida contra la IV-R, acabó su carrera política arrodillándose ante un militar autócrata que no siente el mínimo respeto por la democracia, mucho menos por sus incondicionales. Alcanzó el penúltimo peldaño de Miraflores, pero lo despidieron sin pena ni gloria. Nadie le cree, ni lo ve, ni lo escucha, ni lo lee.

El padre de la criatura, que descargó todo su odio contra la democracia hasta que la vio desangrarse el 11 de Abril. Aterrorizado después de lanzar la primera piedra, escondió la mano y se retiró de la escena. A estas alturas ya nadie le cree por mucha razón que tenga. Hay pecados de muerte, no porque Dios no redima, sino porque el sujeto que mira hacia atrás, queda petrificado como la mujer de Lot.

Un profesor que vivió durante la IV-R saltando de rama en rama y de partido en partido, hoy podemos aseverar que no es un demócrata, sino un muñeco de cuerda que baila el son que le pongan, sea que la música provenga de la democracia o de Al capone los discos. En pocas palabras, se trata de un político de oficio, pero sin escrúpulos, a quien le da igual detentar el poder en democracia o en dictadura.

El trisoleado que anunció a la nación y al mundo que el presidente había firmado la renuncia porque el Alto Mando se lo exigió a raíz de la masacre de Miraflores, a las 24 horas ya había cambiado la versión. La revolución lo premió con otro sol y con un exilio dorado en la embajada de Venezuela donde nacieron sus ancestros.

El más despreciable de todos los golpistas del 4 de Feb., que dice haber fingido de cuerda floja dentro de la oposición con el cacareo de la gallinita clueca, a la hora de la verdad, o sea, de la masacre a la población civil durante la marcha a Miraflores, arrugó y se lavó la manos como Pilatos lavó las del, asegurando y perjurando públicamente que “Chávez es un criminal con una mente perversa”. Al cabo de algunos meses fue nombrado embajador en la ONU por el mismo régimen que la madrugada del 12 de abril del 2002 denunciólo como delincuencial.

Un empresario que parecía ser un líder muy equilibrado, resulto ser un necio, al punto de encabezar el gobierno más breve que haya tenido Venezuela. Su ambición oculta sumada a su inexperiencia, le propinaron un mortal golpe bajo a la sociedad civil. Ella puso los muertos; mientras que él, puso la torta.

El militar que saltó a la palestra política por traer de regreso al “monstruo de la laguna negra”, no se inmutó cuando la población indefensa caía bajo la artillería de los francotiradores de Miraflores y de los gatillos alegres de Puente Llaguno,”. Si los francos hubieran sido policías metropolitanos o gente de la oposición como se le ha querido vender al país, habrían liquidado a los “héroes” de la revolución que de espaldas a los edificios disparaban a sus víctimas inocentes. Tal vez a los militares de su generación se les educó para que, primero, salvaran sus pellejos; segundo, el de sus familias; y, tercero, el de los demás. Por lo que primero estaba su compañero de armas, aunque se tratara de un acto de terrorismo de estado. La historia nos confirma que, “Mal paga el diablo a quien bien le sirve”.

Un famoso psiquiatra ex rector de la primera casa de estudios de Venezuela, que a ultranza estuvo abiertamente resteado con la revolución “bonita”, finalmente resultó inculpado de mala praxis por la muerte de una de sus pacientes. Se decía que este psiquiatra era el médico de cabecera de todos los presidentes incluyendo al innombrable, por lo que no le dieron tiempo de revelar los más íntimos secretos de palacio.

Estos son algunos de los más connotados personajes de la leyenda negra de la revolución socialista del siglo XXI. Las restantes malas hierbas, el país los recordará como satélites artificiales sin brillo propio, que se alimentaron de las miserias que caían de la mesa del rey.

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