Opinión Nacional

Los Tres Chiflados en el año 2000

Roberto con su hija Hannah en los jardines del
Centro de Arte La Estancia, Caracas, Venezuela.


La elipsis narrativa más robusta que recuerdo está en la película El mundo está loco, loco, loco. En medio de una zozobra aérea, los preparativos disparatados se multiplican en el aeródromo. Entre ellos destacan los de los bomberos, que en un corto paneo descubrimos que son Los Tres Chiflados. Te corresponde proyectar lo que hubiera pasado.

Lo mismo, pero en la realidad no virtual, cabe esperar de lo que ocurrirá en Venezuela a las 12 de la noche del 31 de diciembre del 2000, cuando las computadoras piensen que 00 no es 2000 sino 1900. En 1981 cuando se introdujo la IBM PC nadie previó que en 19 años se presentaría esto. Imprevisión de país desarrollado. Después hablan de nosotros. Tres años más tarde Apple Computer planificó las Macintosh para diferir el problema hasta el año 65.960. Los arqueólogos de entonces se preguntarán por qué Apple fue tan previsiva mientras los otros lo fueron tan poco. Esa inadvertencia costará a la humanidad más de 300 millardos de dólares en reprogramación, reposición de equipos obsoletos y esoterismos varios para que las computadoras calculen oportunamente tasas de interés y ejecuten pasaderamente otras faenas que se despliegan en el tiempo.

¿Cuánto costará en Venezuela?

Las computadoras organizan. Pero solo a los que ya lo están. A los desorganizados les ensanchan el desorden de modo exponencial. Hay que perdonarlas porque no saben lo que hacen. Siempre obedecen, desde responder 2 + 2 = 4 hasta humillar a Kasparov. Sin ufanía ni humildad, porque no gastan electricidad en sensiblerías. Como Dios, nunca se equivocan, lo cual en el Altísimo es una ventaja, no así en las computadoras, que no pueden conjeturar que después de 1999 viene 2000 si se les dijo que solo había dos dígitos y que después de 99 venía 00 y que 00 era 1900.

Cada vez que en Venezuela instalan una computadora comienzan las calamidades. El desorden crece geométricamente, las líneas de los bancos colapsan los viernes en la tarde, especialmente si caen 15 ó último, o una computadora te cobra obstinadamente una factura de 1966.

Por el momento podemos vislumbrar algo tan simpático como la elipsis de Los Tres Chiflados: el actual gobierno está dejando el problema para el que viene. Nada como culpar de los problemas a «la administración anterior» y luego dejarlos para «el próximo gobierno». Cuando, por competente que sea, el nuevo gobierno asuma el mando en febrero de 1999, ya no habrá tiempo de hacer nada.

Pero el asunto no es característico de los incompetentes oficiales, pues también los hay, y a veces peores, en el sector privado. Lo atestiguan los bombillos que duran 24 horas, los potes de leche llenos de aire y que la mayoría de los bancos está aplicando la rutina del avestruz. El período de la negación, achaque que los siquiatras diagnostican en las personas que reciben una noticia muy mala, se prolonga en Venezuela hasta la demencia. «Falta mucho», «tampoco es para tanto», «ya inventarán algo», «ah, vaina, no seas pavoso», «hoy no fío, mañana sí».

Y hablando del Seguro: ¿se imaginan lo que va a pasar allí o en el mamotreto que lo sustituya? Mientras tanto ríete despreocupadamente de lo que hubiera pasado con Los Tres Chiflados. Total aquello fue ficción.

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