Opinión Nacional

Matrimonios unisex

España ha dado un paso muy arriesgado al aprobar, el Congreso de Diputados, el matrimonio entre individuos de un mismo sexo. Son contados los países que lo han dado.

Alegan los promotores de la idea, la defensa absoluta de las libertades y la igualdad de derechos para todos los miembros del reino.

La Iglesia, pese a que España se identifica en la Constitución como una nación laica, está conciente de que en todo el país la población católica es absolutamente mayoritaria.

La comunidad española ha sido totalmente polarizada en relación a este planteamiento.

Los homosexuales, las lesbianas y los gay (somos ignorantes y no reconocemos las características diferenciadoras de este tercer grupo ante los dos anteriores), celebraron con gran estruendo y regocijo la votación no contundente que se produjo en el Congreso de Diputados.

El sector político nacional no ha escatimado esfuerzos y se ha hecho presente en la casi totalidad de los espacios de opinión, -serios y no tan serios- donde se ha debatido ad nauseam la controversial decisión. Pescar en río revuelto es uno de los deportes preferidos de las castas políticas de todos los países.

Los planteamientos llegan a más y la ley aprobada en esta primera instancia obliga a los funcionarios correspondientes a otorgar los documentos civiles que hasta hoy estaban reservados para las parejas heterosexuales que decidían llevar vida en común para siempre.

Los más altos dignatarios de la Iglesia Católica Española han expresado sus opiniones, el Arzobispo Emérito de Barcelona, Cardenal Ricard María Carlés ha dicho: “Obedecer, antes la ley que la conciencia, lleva a Auschwitz”. Con ello alude la responsabilidad que tienen los funcionarios públicos como miembros de la Iglesia Católica.

El Obispo de Sogerbe-Castellón, Juan Antonio Reig Pla ha sido más contundente, ha llamado a la desobediencia civil, derecho que tienen los ciudadanos cuando las leyes los obligan a realizar actos contrarios a sus creencias.

El matrimonio es un Sacramento instituido por la Iglesia y muchos años más tarde reconocido y reglamentado por la sociedad. Es decir, el matrimonio fue primero un acto religioso y luego una ceremonia civil. El aparejamiento es otra cosa.

Existen países, eminentemente católicos, donde sólo existe la ceremonia eclesiástica y durante ella se firman los documentos que dan testimonio civil y social al vínculo establecido.

Existe una gran mayoría de países, como el caso de Venezuela, donde están absolutamente separados los actos civiles y los religiosos y de hecho, tenemos una multitud de parejas que solo han llenado los requisitos civiles y han hecho caso omiso a los dictados de la Iglesia.

Un ejemplo lo tenemos cuando la unión se celebra entre miembros de una pareja donde al menos uno de los contrayentes está divorciado.

Creemos que los derechos de las personas deben ser respetados, con la única limitante de la existencia de los derechos de los otros.

Cada individuo, tal como sucede en las sociedades mercantiles, tiene el derecho de asociarse con quien quiera para llevar adelante y obtener los objetivos que desee dentro del marco legal existente.

Pensaríamos entonces que no tendría nada de particular ni debería llamar a situaciones extrañas el que un Estado reglamente las condiciones dentro de las cuales dos personas de un mismo sexo hayan decidido hacer vida en común, pero de allí a llamar esto matrimonio, existe un trecho, que por ahora, es muy largo.

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