Opinión Nacional

Memoria e identidad

Este nombre distingue al Libro de su Santidad Juan Pablo II que recoge sus conversaciones al filo de dos milenios y sus experiencias personales sobre las “ideologías del mal”: el nazismo y el comunismo. En momentos en que nos conmueve su precaria salud este Libro también es su legado moral contra “la plaga mundial del terrorismo”. Juan Pablo II, es un testigo directo y excepcional, como sacerdote, obispo y Papa, que puede acreditar que aquéllas dictaduras no lograron sofocar el anhelo de libertad de los pueblos subyugados. Por ejemplo, el totalitarismo no impidió que en Polonia naciera y se consolidara el movimiento sindical conocido como Solidaridad y que inflamó otras naciones oprimidas y que culminó con el desmoronamiento de las dictaduras comunistas que durante decenios dominaron pueblos europeos. E, igualmente, en estos milenios el colonialismo prácticamente ha desparecido e internacionalmente surgió un mayor compromiso sobre la salvaguarda de la paz y seguridad de las naciones, la distribución ecuánime de los recursos y el reconocimiento y protección de derechos de las personas y de los grupos sociales. De esos acontecimientos Juan Pablo II ha sido animador, orientador, centinela y avizor. Gorbachov, expresidente de la URSS, reconoce en sus Memorias, que “Todo lo que ha ocurrido en Europa oriental no habría sucedido sin la presencia de este Papa, sin el gran papel, también político que ha sabido desempeñar en la escena mundial”. En efecto, la admonición profética de Juan Pablo II, “No tengáis miedo” , de su primer mensaje de 22 de octubre de 1978, ratificada con sus palabras de su discurso en el 50 aniversario de la ONU, “No debemos tener miedo al futuro”, se constituyó en la filosofía de “una civilización digna de la persona humana, de una verdadera cultura de la libertad”. Porque, según Juan Pablo II, “las lagrimas de este siglo han preparado el terreno para una nueva primavera del espíritu humano”. Inclusive hasta del propio dolor del atentado que quemó su piel, Juan Pablo II, sacó lecciones para invitarnos a evitar y a vadear las rutas tortuosas que llevan a la violencia y a la opresión. “Estaba sufriendo, y esto me daba motivos para tener miedo”, “pero mantenía una extraña confianza” y “me hallaba incluso de bastante animo”, dijo el Pontífice, en lugar de estimular el odio. No cabe duda que Karol Jozef Wojtyla, cura párroco obrero, Arzobispo de Cracovia y Pontífice Romano que llegó de oriente, primer evangelizador de estos dos milenios, puso su sangre y el sacrificio de su vida para evitar el martirio de otros pueblos cristianos. En él, se hizo realidad el dicho “la sangre de los mártires es semilla de cristianos”.

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