Mi amigo invisible

Todo un mar de retorica a traído los encuentros de intelectuales del extranjero, tanto del lado opositor como del oficialismo; que interesante ha sido escudriñar ambos mundo; uno el mundo de lo superfluo y el otro, el de la pose reverente.

Como intelectual bolivariano pude vivir horas de análisis del análisis; ir entre Engels y Marx; entre un socialismo que sucumbió en el siglo XX y otro que se construye en el siglo XXI; entre la adecuaciones de lo posible y lo utópico; entre los fantasmas de los pasillos universitarios y el pueblo vivo y en marcha que lo único que clama es justicia, pan y libertad.

Quise asistir también a ese mundo de la oposición que reclama, desde la libertad de expresión hasta la libertad de estafar con carros acaparados, y venta libre de arroz con polvitos de color y sabor al estilo cinético; una oposición que le saca a Chávez toda su familia diariamente y lo llama ‘tirano’ porque se quiere eternizar en el poder, mientras ellos han sido eternos políticos segundones, tanto en la cuarta y en esta quinta.

Sinceramente quise asistir para oír sus propuestas pero no me dejaron, no sé si fueron los motivo del un supuesto lleno total al estilo Madona, o mi guayabera roja que decía… ‘en chiquitico’, PSUV; es que quería escuchar a uno de mis escritores latinoamericano favorito que se debate como el doctor Jekyll y Mr. Hyde.

El mismo escritor que hizo que mi generación viera a sus tías desde otra perspectiva (La tía julia y el escribidor); y que dejo asentado que los militares peruanos podían dirigir un burdel (Pantaleón y las visitadoras).

Pero no fue posible, apenas pude ver a Vargas Llosa pasar como Paquirri ante una faena por el callejón de los picadores; apenas si pude intercambiar un ¡hola! y este sonrió como Luis ante el ciudadano Robespierre, ya que lo encerraron en un conclave como si se tratara de la escogencia del Papa, no era una fumeta de humo blanco o negro, ya que se esperaba más bien algo que ellos por sí solo no pueden dar.

Que lastima que los venezolanos, aun hoy, con todo lo que hemos vivido en este proceso político rehabilitador tengamos que buscar a extranjeros para que nos diga lo malo o lo bueno que somos, cuando unos de los mayores intelectuales de iberoamericanos ya nos los dijo y fue don Arturo Uslar Pietri, él tenía razón… seguimos siendo unos pendejos.