Opinión Nacional

Mientras tanto…

Escribimos como medio y arma de combate… que combatir es realizar el pensamiento.

Domingo Faustino Sarmiento

Cuenta la historia que cuando el general Cipriano Castro Ruiz, despectivamente apodado el Cabito, se sintió muy mal… pues un pajarito amigo le sopló al oído que en suelos europeos existía un médico que curaba… blablablá…

Ese pajarito amigo se encargó del coroto mientras el compadre se sometía al delicado tratamiento médico en el exterior, del que nunca más volvió… y ese mientras tanto duró casi cuatro décadas al tiempo que se establecía en Venezuela un estado moderno, hasta entonces inexistente, basándose en la inmensa fortuna que le deparaba el destino de la mano de una industria como la petrolera que nacía y crecía bajo el manto incipiente de la globalización.

Aquel mientras tanto no fue el primero, ni sería el último en la historia patria. Desde el gobierno vernáculo de Páez Herrera hasta el período afrancesado de Guzmán Blanco y compañía, siempre hubo un ‘mientras tanto’ mágico que hizo cambiar de manos el timón gubernamental a lo largo de toda la época republicana.

…Hasta que llegamos a la etapa de la ‘cuarta’ donde la ‘regaladera giordaniana’ cogía impulso bajo el pretexto, tal vez válido entonces, de que había que amoldar al pueblo al nuevo sistema democrático acostumbrándolo a bondades nunca antes vistas bajo botas autoritarias… y allí mismo comenzó todo.

Allí comenzó lo que los caudillos pretéritos habían ignorado expresamente: incorporar al pueblo a un sistema socio-político estable garantizando el acceso ciudadano a todos los aspectos de la gestión pública, con salud, educación, justicia, seguridad y hasta entretenimiento accesibles, a costos razonables. La democracia logró hacerlo, de manera imperfecta al principio, pero con el paso del tiempo aprendió a suministrar todas esas variables vitales con la mejor calidad posible.

Aunque no es menester intoxicarnos con cifras, además de lo inútil que resultaría hacer algunas comparaciones estadísticas entre administraciones, odiosas por demás, dadas las brutales distorsiones monetarias que han existido en el país por los diversos controles cambiarios, especialmente el más astringente de todos aplicado durante la última década; es bueno reflexionar que después del período gubernamental de Gómez Chacón, cuyas cifras manejadas familiarmente no son tan fáciles de cuantificar, pues las distantes administraciones de Medina Angarita, Pérez Jiménez y Caldera Rodríguez ensayaron unos procesos de ‘apertura petrolera’, por llamarlos de alguna forma, que le permitieron encajar al fisco nacional cifras puntuales muy parecidas, unos 2.500 millones de dólares en sus respectivos tiempos (aparte de los presupuestos ordinarios del estado y de las inversiones hechas directamente en el país por las empresas petroleras), las cuales crecerían a valor constante en el transcurso del tiempo hacia nuestros días, pero que en realidad se diluyen al atender el crecimiento poblacional y con él, sus inmensas necesidades, que en ese lapso creció más de tres veces, haciendo insuficiente los recursos necesarios para soportar un estado omnipotente y omnipresente tal y como diseñado en el último medio siglo de era democrática.

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De tal manera que para remar en reverso, migrando de nuevo hacia el autoritarismo uniformado con pleno dominio de la estructura estatal, moderna, no quedaba otra que ampliar y ahondar la gratuidad de los servicios públicos para que actuaran como una suerte de anestesia colectiva mientras se introducía el nuevo sistema totalitario y absolutista, calificado de exitosísimo allende los mares caribeños, a fin de reemplazar o erradicar aquellas malas costumbres democráticas propias de un sistema decadente instaurado de mala gana y que actuaba a espaldas del pueblo desde hacía medio siglo… según decían.

Así lo han dado a entender recientemente desde el más alto podio del Central y de Finanzas… “Para que exista la necesidad popular de aceptar regalos tiene que haber pobreza. La revolución los necesita pobres, porque sin pobres no hay revolución”… ¿lo recuerdan?

En realidad la producción acelerada de pobreza en el país comenzó en épocas de la Gran Venezuela, con la fiebre estatizadora que facilitó el florecimiento de una clase corrupta que amasó ingentes fortunas a la sombra del estado… y cuyos embates lejos de erradicarse se han acrecentado. Ello ha fomentado la regaladera a título de compensación socio-política por el latrocinio de la cosa pública que desde entonces ha secado todas las reservas nacionales, incluida la moral ciudadana más elemental.

Así que en éste nuevo milenio, travieso y futurista, y mientras el país va asimilando aquel exitosísimo sistema socialista trasvasado del paleoceno… pues mesuradamente y a pasos de vencedores se han ido perfeccionando los sistemas de gratuidad pero por supuesto, cambiándoles el nombre, no vaya a ser que los ciudadanos se confundan.

En ese orden de ideas y bajo la égida de este novedoso sistema dadivoso, hoy día los connacionales y los que no lo son tienen acceso a una amplia gama de ofertas gubernamentales en áreas como salud, educación, justicia, alimentos, vivienda, seguridad y entretenimiento… gratuitos pero de la peor calidad, los cuales se ven compensados mientras tanto con algo que esas masas no habían tenido a su disposición ¡Divisas!  

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Sí, eso mismo, divisas, que si bien no son del todo gratuitas pues son muy baratas… razón por lo cual se han agotado… y tal como lo insinuó aquel pajarito, sin divisas se agotará también la gratuidad de todas las variables vitales que soportan este modelo caribeño, al tiempo que le proporcionan a la sociedad servicios públicos insalubres, educación ociosa, inseguridad pública y notoria, desabastecimiento alimentario, salarios miserables, combustibles escasos, empresas privadas inexistentes, energía espasmódica y así sucesivamente, hasta que se agote la paciencia ciudadana.

Pero no hay instancias donde quejarse, pues todas ellas, sin excepción, obedecen al mismo modelo miraflorino. No hay quién defienda al ciudadano común, al de a pie, que llaman, porque vivimos en un país en el que, extrañamente, todos los líderes opositores son también empleados públicos… si, empleados gubernamentales que, mientras puedan ponerle la mano al poder central, cobran quince y último de las dádivas presupuestarias que les suministra el mismísimo gobierno vía alcaldías, gobernaciones o asambleas, entendidas hoy como residuos incómodos de aquella descentralización chucuta… o de empresas del estado, institutos autónomos o de educación superior, siempre abiertas al opositor. De tal manera que aquí todos forman parte de la gran nómina estatal, o viven tras bastidores de contratos otorgados en alguna oficina del casi medio centenar de ministerios del poder popular que existen, sin licitaciones públicas ni rendición de cuentas conocidas.

 

Ese es el juego político que ensayan oficialistas y opositores, ambos parte integral e indisoluble de este modelo institucional inicuo que subsiste en la quinta república… muy distinto al que jugaron los constructores de la cuarta, cuyos líderes soportaron prisiones y destierros, carestías y angustias, y enfrentamientos de calle a viva voz que nutrieron su valor y fortalecieron sus decisiones mientras conquistaban la administración pública, legítimamente.

Por eso estamos como estamos, mientras pastamos en un largo letargo que nos consume la existencia.

 

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