Opinión Nacional

Miércoles de ceniza

El miércoles siguiente a los carnavales, los cristianos celebramos el Miércoles de Ceniza, que es el inicio de la Cuaresma, tiempo
en el cual nos preparamos para la Semana Santa, en la que volvemos a vivir
la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. La festividad del
carnaval tiene
su precisamente en estas prácticas cristianas. Cuenta la historia que los
carnavales tienen su origen en tiempos antiguos, en los que por falta de
métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de
acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se
podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche,
huevo, etc.) Con este pretexto, en muchas localidades se organizaban el
martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares llamadas
carnavales en los que se consumían todos los productos que se podrían echar
a perder durante la cuaresma, en el entendido que no se consumen productos
cárnicos durante este tiempo, que es lo que hoy llamamos «abstinencia» y que
practicamos cada viernes de cuaresma.

El miércoles de Ceniza marca entonces el comienzo de la
Cuaresma. Muchos piensan que la ceniza tiene un significado «mágico» y que
al sernos impuesta somo colmados de bendiciones, estamos protegidos contra
«energías negativas», o lo que ahora llaman la «mala vibra». Nada más falso
que esto. La ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados,
para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. La Ceniza es un signo
de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el
inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto
hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.

La cuaresma entonces debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de
entender a donde vamos, de analizar como es nuestro comportamiento con
nuestra familia, con nuestra comunidad y con nuestro país. Trasladando estos
pensamientos a nuestra situación como país, estamos en el deber de revisar
lo que hemos hecho y las consecuencias que de ello se han derivado. Si bien
puede ser cierto lo que dice el artículo de Carlos Blanco que «los
ciudadanos que participaron con el No experimentaron una derrota que más que
un hecho político es una calamidad existencial» y que «hay tristeza en casi
todos; desesperanza e incertidumbre en muchos», la esperanza es lo único que
no hemos perdido ni podemos perder, por más que nos duela el revés y por más
que muchos, como quien esto escribe, encontremos «cosas» que no podemos
entender.

La cuaresma es finalmente un tiempo de pedir perdón a Dios y a nuestro
prójimo, pero es también un tiempo de perdonar a todos los que de alguna
forma nos han ofendido o nos han hecho algún daño, aunque debemos perdonar
antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón, como algunos quieren
pretender. Con estas reflexiones podemos iniciar con fuerza nuestros empeños
por el rescate de la institucionalidad, del dialogo honesto, del respeto por
la dignidad del otro y sobre todo por el rescate de la Democracia (con «D»
mayúscula).

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