Opinión Nacional

Militares, mentiras y videos

Una profunda vergüenza siento como venezolana formada para la democracia, la preparación académica, el respeto y el progreso, al presenciar el show circense que está brindando al mundo la comisión legislativa que supuestamente investiga los sucesos de abril, apoyados en la revelación del año: en este país todo está grabado en video.

Hemos sido testigos de las mentiras más descaradas. Lamentablemente en esta Comisión fueron incluidos los más fanáticos representantes del chavismo, quienes se han dedicado a vejar, insultar, descalificar e irrespetar a los interpelados. Es inaceptable lo sucedido con Pedro Carmona: trece horas soportando agravios de una jauría de enanos morales que creen vengar a su Presidente; es inaceptable que un anciano que debería estar contándole cuentos a sus nietos, ridiculice a un contralmirante por los sesenta años de resentimiento guerrillero contra las Fuerzas Armadas. Con estos viles insultos, han enaltecido a quien con su ponderación y respeto demostró que Venezuela perdió un gran Presidente, tolerante, preparado y convivente.

Pero lo más terrible de esta Comisión, que debería ser llamada de la Mentira, es que los representantes oficialistas se han empeñado en convertir una investigación en un juicio donde todos son culpables a priori. Hemos visto a asambleístas desconocidos, que jamás habían hablado en el hemiciclo, algunos que a duras penas pueden hilar una frase coherente y otros que ni siquiera leer saben, agrediendo a los interpelados y defendiendo a rajatabla los derechos humanos de Rodríguez Chacín, de Tarek William Saab, la inmunidad de la Embajada de Cuba. A esta gentuza (porque no se puede calificar de otro modo a quienes actúan y se expresan de esa manera) no le interesa averiguar la verdad que quiere saber todo el país: quién pagó u ordenó actuar a esos francotiradores que masacraron a una población civil desarmada el 11-A. No les interesa los derechos humanos de los muertos, de los heridos, de los saqueados. Sólo les importa vengar a su Comandante y a su revolución, inculpando a una oposición, cuya magnitud quieren desconocer.

A pesar del esfuerzo de algunos de los interpelados por llamar la atención sobre el punto central, que es la masacre y sus responsables, los diputados del oficialismo se empeñan en enjuiciar a Pedro Carmona, a los alcaldes de Baruta y Chacao y a todos quienes son considerados golpistas enemigos de la revolución. Es notable el contraste con el trato recibido por José Vicente Rangel y por Rodríguez Chacín, quienes fueron interpelados por los diputados de la oposición con el respeto que su investidura debe merecer.

En esta rumba de insultos y videos, brilla por su ausencia cualquier asomo de acusación contra los círculos bolivarianos, sindicados por la matanza, las quemas, saqueos y agresiones a una desvalida población los días 12, 13 y 14 de abril. Ni una palabra de los matones de Puente Llaguno. Ni una palabra de la responsabilidad del Presidente de la República, de Diosdado Cabello, de José Vicente Rangel, en la masacre del 11-A y los turbulentos acontecimientos que lo siguieron. Qué decepción. Con razón AD y Primero Justicia quieren abandonar esta supuesta Comisión investigadora, que más luce como los “juicios populares” de Cansino que como una labor de altura parlamentaria.

Mientras tanto, el Presidente Chávez, con su disfraz de corderito que no logra tapar sus garras, concede entrevistas a los medios extranjeros para victimizarse, para hablar de las horas de tiranía (¡!!!): Chávez no quiere enterarse de que este país prefiere mayoritariamente a un “tirano” como Carmona que a un “Presidente” como él. Agarrado con todo a la Constitución , porque ahora sí le conviene hacerlo, habla de ruptura del hilo constitucional, de su voluntad de diálogo y de cambios en el sector económico. Echa toda la culpa de lo que sucedió a una conspiración de la ultra derecha, involucra en su ignorancia supina al Opus Dei y pretende que le crean, cuando este país sabe que fueron los militares quienes lo sacaron, quienes pusieron a Carmona (como han podido poner a cualquier otro), que quitaron a Carmona y quienes volvieron a traer a Chávez.

Con esto ha quedadao ampliamente comprobado que si hubo algún golpe, lo dieron los militares. Los civiles marchamos, protestamos, hacemos foros, solicitamos abiertamente la renuncia del Presidente. Pero éste nuevamente quiere tapar el sol con un dedo, diciendo que los militares fueron manipulados, engañados, que Lucas Rincón estaba presionado, que “algunos” fueron desleales. Hoy se sabe que esos “algunos” son nada menos que 80 generales y almirantes y 42 coroneles, tenientes coroneles y capitanes que estaban a favor de remover a Chávez, unos alegando que éste era culpable de la matanza del 11-A, otros accediendo al clamor de la sociedad civil debido a la ingobernabilidad manifiesta y los más porque estaban hartos de la forma cómo el de Sabaneta ha desmontado la disciplina, las líneas de mano y el respeto a la antigüedad y jerarquía en la FAN.

La “razzia” que se está llevando a cabo dentro de los componentes es una verdadera cacería: la mayoría de los oficiales de alto rango está contra Chávez, castigados jugando banco en sus casas, porque éste no puede enjuiciarlos a todos. El Presidente está utilizando en los puestos de comando sólo a sus incondicionales y por eso vemos nombramientos de oficiales sin la jerarquía necesaria. Como por ejemplo el Comandante de la Aviación que es un nuevo General de Brigada y un oficial a quien faltan casi cinco años para irse de baja, mientras dos generales de división y siete generales de brigada lo rebasan en la escala de méritos.

El caso de las Guarniciones revela el estado caótico en que está la Fuerza Armada. Hoy debe juramentarse en el Fuerte Paramacay de Valencia, sede de la 41 Brigada Blindada, el coronel Pedro Luis Rondón, quien tiene cuatro años de retraso en su ascenso a general. Sustituye a un General de Brigada, Guillermo Rangel López, primero de su promoción y calificado de “institucionalista” dentro de la Fuerza. Pero en este trance el institucionalismo no vale, lo único que cuenta es la incondicionalidad con el “proceso”. Chávez está castigando a la Institución y a Carabobo, cuya guarnición siempre ha estado comandada por un general, demostrando una vez más que el Presidente se mete la meritocracia por el bolsillo.

Este paso adelante en la destrucción de las Fuerzas Armadas garantizaría a Chávez el control de las guarniciones, pero lo acerca aún más a la caldera del diablo, esa en la que están ardiendo soles y estrellas deseosos de quitarse este nefasto mando de encima. Veamos si la próxima vez se ponen de acuerdo y lo hacen mejor.

La crisis venezolana no aguanta hasta el referendo de 2004. El nombramiento de Diosdado Cabello en el Ministerio de Relaciones Interiores y del Cáp. Carlos Canelón, su segundo en la organización de los círculos bolivarianos, en la dirección de la Disip, significa el robustecimiento de los violentos círculos, alimentados con la partida secreta y armados como cuerpo de seguridad de la revolución chavista. Por eso, mientras más pronto se cumpla el despido presidencial decretado por la sociedad civil, menos tiempo tendrá Hugo Chávez para terminar de destruir la institucionalidad, la prosperidad y la democracia de este país.

Un dato más: en julio asciende a teniente coronel la promoción 1985 del ejército, alumnos de Chávez y a quienes éste llama “mis centauros”. Serán nombrados Comandantes de Batallón, con lo cual el Presidente tendrá bajo su control el poder de fuego del Ejército. Ya sabemos que esto puede significar sangre. Ojo pelao… Hasta el próximo miércoles.

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