¿Misión cumplida?
La democracia no es gratis. Y hoy, más que nunca, lo sabemos todos.
Quiero ser absolutamente sincero y confesar que este momento de lucidez popular tan gigantesco hacia una conciencia democrática profunda, nunca hubiera sido posible sin la oportuna ayuda catalítica de un diletante, fantasioso y exento de visiones viables como Hugo Chávez Frias y el conjunto de todos los identificados con su enfermo proyecto.
Pero la democracia requiere de mucho más que esas enfermedades catalizadoras para crear sus anticuerpos. Requiere de disciplina y perseverancia, requiere de abnegación y paciencia, y hasta, por qué no decirlo así: requiere de mucha fe.
Ninguno de esos requerimientos terminan con unas cuantas victorias. La praxis democrática ha de ser eterna, así como es eterna la lucha por sobrevivir. Lo importante es estar conscientes de cómo queremos vivir: ¿con derecho a participar aunque duela, o sin derecho a ello, que duele más?
Yo estoy asombrado del salto en siglos que el país está dando con su cívica y ferviente convicción de buscar soluciones poco dañinas a problemas extremamente dañinos. Sólo los pueblos mas avanzados de Europa y otras partes del mundo, que sufrieron devastadoras situaciones, tienen internalizada esa premisa democrática como solución ante las situaciones oscurantistas que, para qué esconderlo, siempre se presentarán (sólo analicemos la reciente situación de Los Balcanes).
Hugo Chávez y compañía serán sólo una escueta referencia de transición en los libros de historia; y no porque lo diga yo, que soy neófito en asuntos históricos, sino porque no logró hundir totalmente al país en la hoya sin fondo de la irracionalidad.
Ahora nos toca a todos nosotros mantenernos alejados de todo prejuicio, de toda irracionalidad, alejados del no diálogo y distanciados de la desesperanza de no poder convencer de inmediato a los irracionales a aceptar las vías del sentido común.
Ardua y larga tarea ésta que nos espera: tarea que requerirá que perdonemos, sin que se parezca a dádivas y sin mencionarselos siquiera a aquellos que, sin ser criminales, mancillaron nuestra dignidad; y de esa manera convencerlos profundamente de que existe otra manera de vivir, otra manera de pensar, otra manera de morir.
¡Viva Venezuela Nueva…!
Liko Perez
Estocolmo, 2004-06-05
