Opinión Nacional

Moralidad y comportamiento humanos provienen de nuestro pasado silvestre

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define al término moral, como: “Perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia.” y la inmensa mayoría de las personas cree que ella ha sido diseñada por la filosofía y las creencias religiosas—y tienen razón—pero; se equivocan, en creer que sólo los seres humanos son capaces de tener principios morales y comportarse conforme a ellos.

La inmensa mayoría de los creyentes piensa que los humanos no son animales, sino algo diferente a ellos a pesar de haber sido “creado sobrenaturalmente” al igual que las otras criaturas de la naturaleza animal—pero existen entre muchos animales no humanos evidencias de moralidad—y la moral humana sólo es más “sofisticada” simple y llanamente porque es el animal (un simio primate y mamífero) con el cerebro más desarrollado de todos los que existen en la naturaleza—de la cual, el ser humano, es parte integral e inseparable. Siempre lo ha sido.

En otras palabras: La moralidad humana es un instinto, como la del resto de los animales.

Pero como cada ser vivo que se reproduce sexualmente es único, sin duplicado, existen tantas moralidades como personas y animales silvestres y domesticados existen.

Cualquiera que haya tenido más de una mascota al mismo tiempo puede corroborar esto—y mucho más—si se dedica a observar cuidadosamente el comportamiento de los animales silvestres.

Por ejemplo, las ballenas, delfines y marsopas (mamíferos como nosotros) a diferencia de los humanos que respiran inconscientemente—inclusive cuando están profundamente dormidos—respiran conscientemente; lo que quiere decir, que nunca se duermen profundamente porque se ahogarían al dejar de subir a la superficie del agua para respirar aire.

Esto lo saben todas las mamás ballenas, delfines y marsopas, y por ello cuando dan a luz, regularmente se colocan debajo de sus bebés y los conducen a la superficie para enseñarles a respirar, y mantienen este comportamiento moral que evita que sus crías se ahoguen, hasta que ellas aprenden a dominar por su cuenta el procedimiento.

Los chimpancés adolescentes son tan inquietos y revoltosos como los adolescentes humanos, y cuando se “pasan de la raya” sus mamás los disciplinan mordiéndoles un dedo de sus manos; no para causarles un daño irreparable, pero si lo suficientemente fuerte como para causarles dolor.

Este comportamiento moral les enseña que “quien la hace, la paga”—y es seguido por otro comportamiento moral del resto de los chimpancés adolescentes de la misma manada: rodean al castigado y le demuestran su apoyo y compasión, haciéndole compañía, proporcionándole consuelo y observando con mucha curiosidad “la lesión”—aprendiendo de paso por experiencia ajena que “quien la hace, la paga”.

Numerosísimas especies de animales—desde insectos y arácnidos—hasta peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos, también poseen normas morales que regulan el comportamiento sexual socialmente aceptable, y pueden hallarse normas morales muy distintas entre una especie y otra, en forma no muy disímil a las diferentes normas morales sobre sexualidad que existen hasta hoy en día entre las diferentes culturas humanas.

En la naturaleza animal silvestre pueden observarse desde el “celibato” extremo que conduce a una reproducción asexual, [entre algunos reptiles; por ejemplo] hasta la más aparentemente desordenada promiscuidad que involucra tanto a infantes como adolescentes y adultos; así como desde la monogamia, hasta la poligamia y la poliandria [poligamia femenina].

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