Opinión Nacional

No es inseguridad, es violencia

l hijo de 20 años del Señor Morales fue asesinado. Hace un mes,
el
sobrino de 24 años del Sr. Contreras también fue asesinado. Estos dos
señores son viejos amigos. Tenemos más de 10 años tomando el café que
ambos
nos sirven cada día.

La muerte violenta es la más significativa y terrible epidemia que
tenemos en el país. El asesinato es la única causa de muerte que está en
ascenso. Un ascenso vertiginoso. Hace 10 años, los accidentes de tránsito
ocupaban el primer lugar en jóvenes entre 15 y 24 años. Hoy, la cifra de
homicidios se ha duplicado y es la primera causa de muerte. Hace 10 años,
la
violencia era la octava causa de mortalidad general. Hoy es la tercera,
sólo
antecedida por las enfermedades cardíacas y el cáncer.

Esta tragedia no se llama inseguridad, se llama violencia (así lo indica
la Organización Mundial de la Salud). Es una enfermedad. Y en Venezuela es
un problema de Salud Pública. El Ministro de Salud debe asesorarse;
convocar
a otros despachos como el de Educación, de Interior y Justicia; informarle
al Presidente esta desgracia.

Nuestra sociedad está enferma. Somos un país violento, no inseguro.

Inseguros, los que viven al pie de un volcán, en zonas sísmicas o a merced
de inundaciones y huracanes. Eso sí es inseguridad. Nosotros vivimos en un
país violento; aquí las pasiones se resuelven a puñaladas y las cuentas
se
zanjan a tiros.

Se llama violencia y es una enfermedad que mata.

Más claro y raspao, imposible. Escrito por Lila Vega, pediatra y mujer
ejemplar. Publicado en la sección de cartas de ³El Universal². Pero su
esfuerzo no se queda allí; ella convoca a un coloquio a doctores con enorme
peso específico: Miguel Malo, José Francisco y Ricardo Montiel; e invita
al
sociólogo Luis Cedeño. El moderador es Lucio Segovia y uno asiste en
calidad
de venezolana angustiada, porque tiene ahijadas y niños queridos, y sabe
que
a Angelita le mataron a su hijo; y a Krísbel a sus dos nietos; y a Dorian,
a
sus tres hermanos. Lunes-nuestros-de-cada-semana siempre sangrientos con los
partes de guerra. No, de guerra no, los partes de violencia. Los
sobrevivientes tenemos el deber de enfrentarla. No nos podemos permitir el
lujo (¿o la cobardía?…) de apartaranos y dejarla pasar como si se
tratara
de un toro embravecido herido por mil banderillas. Hay demasiada gente joven
que depende de nosotros. Debemos convertirnos en adultos significativos
para los muchachos, desarmarlos, alejarlos del alcohol y de las drogas,
acercarlos a los estudios, oírlos, comprenderlos y arroparlos con nuestro
afecto.

¿Más información? (%=Link(«mailto:[email protected] «,»[email protected] «)%). Por lo pronto,
hablemos con precisión descarnada. Dejemos de repetir como unos loros
ciegos
y borrachos que la inseguridad nos está matando. Nos estamos muriendo
de
violencia y si le ponemos hombro y corazón, y todo lo demás que podamos,
seremos capaces de comenzar a controlarla.

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