Opinión Nacional

No son nuestros genes, sino las circunstancias

La aventura en Irak evidenció que las fuerzas armadas que sostienen la dominación neoliberal, no son lo indestructibles que se publicitaban y cualquier país, con una mediana población, un ejército fuerte, un abundante arsenal de misiles de última tecnología y una numerosa y bien entrenada infantería, puede enfrentar, e incluso derrotar, a estos ejércitos imperiales. Hoy se pueden contar unos 30 que llenan o puedan llenar ese perfil.

Volvemos así, a una situación similar a la anterior a la segunda guerra. Y lo que es peor, las nuevas condiciones post-Irak, les abrirán las puertas para poder iniciar conflictos regionales, según sus intereses.

Esto nueva situación es peligrosísima para nuestro país, dada las ingentes riquezas minerales que poseemos. De allí la urgente necesidad de contar con una política exterior inteligente. El problema es que en contra de ella, conspira nuestra propia inercia histórica.

En efecto, desde nuestra independencia, nunca hemos tenido necesidad de una verdadera política exterior global. En el siglo XIX, éramos un remoto país, despoblado y atrasado, por el que nadie se interesaba mucho, y durante todo el siglo XX, vivimos “protegidos” bajo el paraguas norteamericano, gracias a la ampliación por parte de Teodoro Roosevelt de la doctrina Monroe. Además, las riquezas minerales nos eximieron en buena medida, de tener que competir para sobrevivir.

Esta realidad ha signado nuestra existencia y nuestro comportamiento político durante casi dos siglos, ya que, al permitirnos el lujo de permanecer internamente divididos sin peligro de injerencias foráneas, nuestras diferencias políticas siempre se resolvieran conflictivamente, en donde el adversario era aniquilado, apresado o expatriado. La casi totalidad de nuestros presidentes republicanos, si no murieron en el cargo, lo hicieron en el exilio.

Esta conducta no ha variado. Basta preguntarle a un chavista o a un oposicionista qué destino le depara a su contrincante para percatarse de ello. La muerte, el destierro, la prisión, son las respuestas y las consignas. Un país político verdaderamente salvaje y primitivo.

Estas circunstancias, fueron y son aprovechada por los agentes de los servicios de inteligencia del exterior, para dividirnos manipulando a nuestra dirigencia, estimulando el odio, el racismo, y los conflictos para su beneficio. Para mí, los verdaderos vende-patrias son los que facilitan y estimulan estas políticas antinacionales.

Esa conducta también se proyectó a otros campos, en forma displicente, y hasta irresponsable. Por ejemplo, vimos como, en el último paro, quedó en evidencia que no tenemos un sistema apropiado de contingencia para el combustible; las refinerías son difíciles de defender militarmente; tenemos una energía eléctrica Gurí-dependiente; y ni siquiera poseemos plantas eléctricas distribuidas que aprovechen la orimulsión.. Igual percibimos con relación a nuestra fuerza armada, no tan armada como quisiéramos.

Y no se diga de nuestra dependencia alimenticia, industrial, medicinal, etc. Nunca acometimos un proceso de industrialización serio, porque nuestros dirigentes pensaron que la ubre petrolera los mantendría eternamente. Es más, no les interesaba un sector productivo nacional fuerte, porque temían que se convirtieran en competidores en la lucha por el poder. Y apenas se comenzó a instaurar el neo-liberalismo, estos dirigentes permitieron la destrucción de nuestra incipiente industria, y el casi total copamiento del mercado nacional por parte de empresas extranjeras, ya que, en su muy infantil visión, pensaron que éstas últimas no tendrían injerencia política interna y que los dejarían gobernar sin problemas. Condenándonos, con esta actitud irresponsable de matar la industrial nacional, a una pobreza, absoluta y relativa, producto del atraso tecnológico que esa política conlleva, y que ya empezamos a sentir hace más de dos lustros.

Claro, esos infelices desconocían las políticas de democratización del capital, aplicada en los países desarrollados, que prácticamente eliminan la competencia por el poder de los grandes capitalistas todopoderosos.

La principal tarea que tenemos los venezolanos por delante es tomar conciencia de que el mundo cambió, y nosotros con él. Y si antes nos era permitido ejercer una politiquería primitiva y salvaje, sin preocuparnos por políticas de desarrollo, hoy debemos fijarnos como prioridad, la tolerancia y la unidad, únicas bases seguras para el progreso y el bienestar.

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