Opinión Nacional

Nuevamente al campo

Comenzamos el año 2005 con las “grandes medidas gubernamentales”, tan patéticas como amenazadoras de la paz social, jurídica y económica del país.

Por absurdos e irreverentes como también ignorantes, están supuestamente aplicando el Decreto con Fuerza de ley de Tierras y Desarrollo Agrario de 2001, que de por sí, no garantiza la seguridad jurídica de la propiedad privada.

Basándose el gobierno en un supuesto de seguridad agroalimentaria de la nación, más simbólico y populista que real, cuando en la historia política de Venezuela desde 1917, cuando comienza a producir el primer pozo petrolero, determinando así un cambio social, económico y cultural del siglo XX, en lo que se convirtió Venezuela en un país minero y urbano, abandonando en su gran porcentaje el proceso de condición como país agropecuario. Bien lo relató en su celebre ensayo Miguel Otero Silva en, Oficina Número Uno.

De hecho la idea de la “revolución bonita” de intervenir y expropiar los predios agrícolas ociosos, o que estén sub-explotadas sus potencialidades, para supuestamente entregarlos a familias campesinas, goza de un desconocimiento del campo por parte del gobierno, cuando se sabe a vox populi que el país importa el 60% de sus necesidades agrícolas, una dependencia basada históricamente por la renta petrolera desde el siglo pasado hasta el presente, y de hecho ningún gobierno (mucho menos este gobierno) ha sabido resolver el problema, y de ello deviene por el abandono del campo por sus propios pobladores por falta de condiciones óptimas para la vida.

¡Por favor! Pretender una revolución agraria desde las posturas trasnochadas de estos policastros es risible. Además, se sabe que el Estado venezolano es dueño de un 80% de la tierra en el país. Es decir, el Estado es el mayor latifundista. ¡Vaya revolución!…

Esta arremetida, si bien puede ser justificada desde el punto de vista social por parte del largamente excluido sector campesino; pero se plantea precipitada en un país bajo un gobierno que no está en condiciones de explotar racionalmente el campo. ¿Quiénes van a trabajar esas supuestas tierras ociosas? O, como lo expresó claramente el Doctor Alfredo Ramos Jiménez en una entrevista que se le realizara en el Diario el Mercurio de Santiago de Chile: “hace mucho tiempo que los habitantes del campo en Venezuela migraron a las ciudades, y si bien no tiene muy buena calidad de vida allí, resulta muy difícil explicar qué hará el gobierno para llevarlos nuevamente al campo”. Por su puesto, no existen planes coherentes desde el punto de vista social para dicho fin.

Por lo tanto, con qué educación técnica cuentan estos supuestos campesinos y mucho menos formación para producir la tierra, si vemos la gran escasez de mano de obra en las zonas cualificada.

Estas expropiaciones que se están llevando acabo, como en el caso puntual de “El Charcote”, llevarán a influir en los inversionistas foráneos en todos los niveles del desempeño económico por la grave inseguridad jurídica que se presenta. Es decir, invertir en Venezuela se presenta como perdida segura de recursos y tiempo.

Estos actos de la “revolución” gozan más de un populismo extraviado cargado de valores simbólicos, bajo la supuesta defensa y confrontación de los pobres en contra de los ricos. ¡Tamaño disparate!…

Por ello la crisis de 2005, se está viviendo, desde sus orígenes, 1989, la más larga crisis y compleja que ha confrontado la nación desde la muerte de Gómez en 1936. A partir de allí Venezuela entra al mundo de la modernidad, de las instituciones y del debate, dejando atrás (acepto por el período Pérez Jimenista) los caudillismos y caciquismos tan nefastos para la democracia y el desarrollo.

De 1989 en adelante comienza a perderse el monopolio partidista tradicional. Pero es a partir de 1998 con el triunfo de un golpista militar cuando comienza en Venezuela un militarismo popular como lo ha analizado coherentemente Manuel Caballero. Para él: “es un régimen militarista por vocación y por acción. Primero y principal, su caudillo se estrenó en la vida política con un pronunciamiento militar clásico, donde los soldaditos que fueron a Miraflores ni siquiera fueron informados para qué diablos lo hacían… Es decir, vertical y obediente y no deliberante, donde el jefe ordena y manda y los soldados obedecen sin discutir las ordenes”. Gran casualidad con varios de los gobernadores disfrazados de demócratas capaces o incapaces, con tal de que se presten a las órdenes de su comandante.

Siendo así se espera que más de 40 mil fincas sean inspeccionadas, y los propietarios deben demostrar ante el Instituto Nacional de tierras (INTI) que aprovechan eficientemente sus propios terrenos.

Deberíamos los venezolanos pedir una clara rendición de cuentas a tan extraviado gobierno que en varios meses ha gozado de grandes recursos de la cesta petrolera, para que nos explique por qué en el país de la “revolución bonita”, y “Zamorana” existe tanta pobreza, inseguridad personal, de salud, de viviendas, de vialidad… de todo orden.

En fin, la historia no miente, todas las revoluciones de corte militar o socialistoides han caído en fracaso, y sus desgracias lamentablemente las pagan los más desposeídos. Bendita sea la “Revolución Zamorana” de tan caótico proceso de desgobierno.

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