Opinión Nacional

Nueve años de soledad

2 de febrero de 2008. Nueve años de la primera toma de posesión presidencial de Hugo Chávez. Van nueve años. Raro como tanto tiempo cabe en tan poquitas palabras.

Aquel 2 de febrero, el de 1999, Hugo Chávez dio un discurso de 11.411 palabras. Era el preludio de lo que habría de convertirse en una catarata de discursos interminables de un hombre de quien se puede afirmar que padece incontinencia verbal.

Ese 2 de febrero, Chávez, luego de una juramentación sobre “la moribunda”, dijo palabras que debimos leer como premonitorias de lo que habría de ocurrirnos como país. Dijo: “… Venezuela pareciera que fue escogido por algún investigador especial para estudiar y aplicar un caso que es estudiado en la teoría política y social con aquel nombre de la teoría de las catástrofes. Aquí en Venezuela se ha cumplido cabalmente la teoría de las catástrofes. Esta teoría la conocemos, voy solamente a refrescarla un poco, de aquellos días de los estudios de ciencia política y de ciencia militar que en el fondo es lo mismo, decía Clausewitz, uno de los grandes estudiosos de la ciencia miliar: La teoría de las catástrofes ocurre de manera progresiva. Cuando sucede alguna pequeña perturbación en un entorno, en un sistema determinado y no hay capacidad para regular esa pequeña perturbación; una pequeña perturbación que pudiera regularse a través de una pequeña acción. Pero cuando no hay capacidad o no hay voluntad para regular una pequeña perturbación, más adelante viene otra pequeña perturbación que tampoco fue regulada, y se van acumulando pequeñas perturbaciones, una sobre la otra y una sobre la otra; y el sistema y el contorno va perdiendo la capacidad para regularlas, hasta que llega la catástrofe, la catástrofe es así la sumatoria de un conjunto de crisis o de perturbaciones…”

El pasado 14 de enero, Alvaro Colom Caballeros tomó posesión del cargo de Presidente de la República de Guatemala, cargo que ejercerá por un período improrrogable de cuatro años. Su discurso en el acto de investidura contuvo 4.078 palabras. Dijo cosas así: “… Estoy convencido de que gobernar es escoger y decidir, pero estoy convencido de que gobernar es servir; servir oportunamente con solidaridad, servir con humildad…”. De verbo reposado y sin alardes de machismos ni aspavientos guerreristas, este ingeniero transmitió a sus connacionales la sensación de que al frente de la primera magistratura por los próximos cuatro años, sin derecho a reelección, estará un hombre sosegado y prudente, que tiene muy claro que el camino al progreso debe estar marcado por la paz, la inclusión, la calma, la equidad y la justicia. Escuchar a Colom fue vivir una excelsa experiencia de sensatez política.

Nueve años lleva Chávez en la Presidencia. Han sido, como premonitoriamente advirtió, una sucesión de catástrofes, pequeñas y grandes. Para 2013 llevará catorce. Y quiere más. El pueblo le dijo No. Pero él insiste. Quiere más. Simplemente no se “Jaya” fuera del sillón de Miraflores. Nueve años. Catorce no le bastan. Quiere más. Hay quienes carecen del sentido común. Hay quienes además carecen del sentido del ridículo. Y a Chávez el fantasma de su salida le atormenta por los pasillos.

Cuando uno abre la página web del Gobierno de Guatemala (www.guatemala.gob.gt ), lo primero que le sorprende es un encabezado en el que se lee “Tiempo de Soliaridad”. En la primera pantalla, una pequeña foto de Álvaro Colom. Es obvio que no sufre Don Álvaro de la enfermedad de la pedantería y el pecado de la soberbia.

Cualquier página Web del gobierno venezolano que uno abra está plagada de fotos de Chávez, de notas de prensa sobre Chávez, de lo que Chávez dijo, lo que Chávez hizo, a dónde fue Chávez, de dónde regresó Chávez. Lo que Chávez firmó, el último chiste de Chávez, el último insulto que profirió Chávez, la más reciente palabrota pronunciada por Chávez. La más reciente amenaza que escupió Chávez, el último decreto de felicidad que dictó Chávez, la donación que hizo Chávez a otros países. Chávez en la mañana, la tarde y la noche. Chávez aquí y allá. Chávez es el todo. Sin Chávez, la nada.

Lo de Álvaro Colom se presenta como un gobierno, sobrio, democrático, sencillo, altruista, con la generosidad, la prosperidad y la solidaridad como norte. Lo de Chávez no es un gobierno, ni tan siquiera un régimen. Lo de Chávez es una metáfora, y luego de nueve años, uno podría decir que es una metáfora continuada. Por eso, porque no es un gobierno ni un régimen, sino una metáfora, es tan difícil de derrotar.

Chávez es el último de los caudillos que van quedando por estas tierras americanas, que muchos caudillos han visto desfilar por la historia. Sólo van quedando Chávez y Fidel, que ya es un pre-muerto. Chávez es una mezcolanza o mezclote de Zamora, Maisanta y el Mocho Hernández. De Bolívar, Sucre, Urdaneta y otros tantos próceres no tiene ni el mojaíto. Lo que le sobra en hormonas de la pasión le falta en hormonas de la razón. Por ello se agota y agota, se aburre y aburre, delira y hace delirar. Chávez carece de recato, de sindéresis, de moderación y tacto. He allí su perdición. Nunca superó el perfil del agitador de esquina. Nunca aprendió eso que Bobbio llama las artes del “estadismo”.

Pero sus gritos destemplados ya ni asustan. Y su figura ya se ve desleída y opacada no por alguien que grite más duro que él, sino precisamente por la oleada de serenos y aplomados hombres y mujeres que están protagonizando la escena democrática latinoamericana.

Son nueve años. Nueve largos años. El comandante está en su laberinto. Se asoma desde el olimpo de Miraflores y sólo ve nueve años de odios, nueve años de gritos, nueve años de catástrofes. ¿Y qué ganó? Nueve años de soledad.

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