¿Odio sin despedida?
Reconociendo que en nuestra conducta aflora mucho lo Caribe, el individualismo, el desorden, los venezolanos siempre habíamos guardado un buen espacio para convivir amablemente y también solidarizarnos con nuestro prójimo, por encima de las posturas políticas de cada uno. Pero hoy, ¿Qué veneno nos amarga la sangre y despierta un comportamiento agresivo que se hace cada día más común entre nosotros? ¿Por qué en la vida cotidiana, en el tráfico citadino, oficinas públicas, establecimientos privados, en las aceras, en las carreteras, la descortesía y la violencia son cada vez más frecuentes? Todos sabemos que el discurso fanático de estos trece años nos dividió y sembró el odio entre oficialistas y oponentes. Pero, ¿Es que ese odio sembrado es tan grande que se desbordó y ahora corre por todas las vertientes de nuestros actos, independientemente de chavistas o no? ¿Es atizado también por la anarquía que este régimen ha labrado en estos últimos años?
Una manifestación notable de este clima es la reacción que ha provocado Caracas, ciudad de despedidas, un corto aficionado que ha circulado ampliamente en la Web, en el que un grupo de jovencitos expresa, entre deseo y nostalgia, sus razones para irse del país, unas baladíes o tontas, otras de peso. Ciertamente se trata de una pieza de precario contenido y poca calidad cinematográfica. En todo caso, de expresiones muy espontáneas. Pero la andanada de odio, desprecio, insultos, procacidad, amenazas, que se ha desatado contra estos chamos es de las más desproporcionadas y perturbadoras reacciones colectivas que hayamos visto jamás, provenientes por igual de gobiernistas y opositores.
Es preocupante. Estos actos nos recuerdan la pugnacidad generalizada que envenenó el alma de los españoles y culminó en la cruel y sangrienta Guerra Civil, donde no sólo se mataban republicanos contra franquistas, sino con igual saña los de un mismo bando entre sí.
