Opinión Nacional

Once millones de dolores

Lo de miles de contenedores repletos de alimentos, que se descompusieron cogiendo sol en patios de puertos mientras esperaban entrada a las redes oficiales de distribución, es el más patético ejemplo de un país donde imperan los realazos, reina la improvisación y campea el cinismo. El caso Pdval es algo más, pero muchísimo más, que la grotesca pifia de una montonera gerencial o el tufo de ratería de trapaceros de oficio. Pdval revela serias debilidades en nuestra fibra moral y apunta a fallas fundamentales en el proceso de formación de nuestros conciudadanos.

Y es que Pdval incita dos reacciones, cada una más preocupante que la otra: ciudadanos que no procesan que importantísimos recursos se han vaporizado con la podredumbre y, una sociedad conforme con que quienes teniendo responsabilidades, no se sienten obligados (ni menos presionados) a rendir cuentas de sus actos. Es sobre eso último que deseo elaborar y, para ello, permítaseme revisar, dentro del quehacer científico, un caso relacionado con el tema alimentación y al que estimo sus responsables deben una buena explicación.

Un 28 de septiembre del año pasado, en el muro virtual del colega Miguel Octavio, escribía un investigador que él y su grupo «…hacían ciencia en las mejores condiciones. Tenemos un programa de investigación en biotecnología de plantas de calidad mundial… el mejor y más completo del mundo». Para ello «… logré obtener del Ministerio de Ciencia y Tecnología alrededor de US$ 11 millones… Plata para todo el que quisiera trabajar…»; maná pa to’o el mundo. Una revisión del listado de publicaciones producidas desde Venezuela y registradas por el Institute of Scientific Information (ISI) para el año 2009 no mostró ni una sola entrada que pudiera corresponderse con resultados fruto de esas investigaciones. Sin ambages, se prometía para Venezuela avances que cambiaran el perfil de producción de alimentos como el cacao.

Si bien 11 millones de dólares podría ser menudeo comparado con lo botado por Pdval, en el ámbito de la investigación y desarrollo tecnológico es mucho, pero muchísimo dinero. En efecto, ha sido establecido que una publicación científica made in Venezuela hoy en día, y en términos estrictamente monetarios, cuesta alrededor de US$ 160,000.

¡Con once millones se deberían haber producido un rosario de buenos trabajos de investigación! La coyuntura es propicia para exigir rendición de cuentas, tanto a los maulas que dejan que se pudra comida, como al personaje que no cumplió con lo prometido. No es aceptable que se nos diga ahora que los medios otorgados eran insuficientes, pretender que lo vociferado urbi et orbi fue un simple alardeo para las galerías o que los reales andan por ahí. ¡Basta de engañar!

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