Opinión Nacional

Otra década perdida

La reciente elección presidencial en Chile no sólo tiene implicaciones de orden político para la región; también pone de manifiesto la abismal diferencia entre las políticas económicas emprendidas por ese país y el nuestro, así como sus consecuentes resultados. En razón de su extraordinario comportamiento económico, Chile acaba de convertirse en el primer país sudamericano en acceder a la OCDE, el selecto club de los 30 países más ricos y desarrollados del mundo, que representan el 80 por ciento del PIB mundial. En vez de dilapidar una fortuna en ganancias extraordinarias derivadas del creciente precio del cobre, Chile se dedicó a invertirla inteligentemente para diversificar su economía y engrosar sus exportaciones, incrementando así su ingreso per cápita de 1.400 dólares a 14.500 entre 1986 y 2009, con lo cual pudo establecer una importante base impositiva que le permitió reducir el índice de pobreza de 45% a sólo 15 y expandir el gasto social en educación y salud. El giro a la derecha que los chilenos acaban de dar, después de dos décadas de gobierno de centro-izquierda de la Concertación, constituye un espaldarazo a las políticas económicas que curiosamente iniciara la dictadura de Pinochet y siguieran los gobiernos democráticos posteriores, basadas en la desregulación del mercado, la aplicación de políticas monetarias estables y la apertura a las inversiones extranjeras.

Mientras tanto, después de once años de despropósitos y más de 900 mil millones de dólares y a pesar de los esfuerzos por blindar su economía de los embates del nefasto capitalismo mundial, Venezuela acaba de sufrir una caída de su PIB de casi 3% en 2009 y se enfrenta a unas expectativas de recuperación muy poco alentadoras, en virtud del estancamiento de su industria petrolera, la destrucción de su aparato productivo, la desaparición de sus exportaciones no tradicionales y una injustificable crisis de suministro eléctrico que amenaza con paralizar al país. Empecinado en implantar a contrapelo de la voluntad popular un nebuloso socialismo del siglo XXI que carece por completo de mandato popular, el régimen actual ha visto multiplicarse por diez el precio del petróleo en estos once años, del cual depende Venezuela peligrosamente cada vez más, mientras su moneda ha perdido casi un 90% de su valor. Todo ello ocurre en medio de la hipertrofia de las importaciones, la persistente fuga de capitales y la desinversión en los sectores productivos nacionales, lo que ha exacerbado la dependencia alimentaria del exterior y convertido también la soberanía alimentaria en una ficción. Nada que ver con el exitoso cuadro anterior.

Venezuela debería aprovechar las lecciones que Chile está dando al mundo y entender de una vez por todas que la única forma de sacar adelante a un país y enrumbarlo por el camino del progreso es mediante el esfuerzo continuado y consensuado de sus ciudadanos y sus gobernantes, dirigido a la búsqueda del progreso y la satisfacción de las necesidades de la nación, abandonando la mentalidad y actitud rentistas alojadas en la conciencia de sus habitantes, sin esperar que el bienestar nos caiga del cielo sin trabajarlo, ni sucumbir a los cantos de sirena del primer Mesías que aparezca. Desafortunadamente, seguimos sin comprender las razones de nuestra tragedia y continuamos insistiendo no sólo en el rumbo equivocado, sino en profundizar además los mismos errores en esta nueva década perdida para el desarrollo del país.

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