Opinión Nacional

Otra vez

Como todos los días, al igual que miles de venezolanos que madrugan para trabajar, me levanté a las cinco y cuarto de la mañana. Apenas me hice el café, se fue la luz, así que el rito de leer los titulares de los diarios en la computadora, lo hice con los periódicos en físico.

Como todos los días, los diarios ofrecen noticias repetitivas, a las que me niego a acostumbrarme.

Otra vez, el Gobierno promete afinar planes para contener los precios y el dólar, entre ellos, que el Banco Central aumente la cantidad de bonos que le vende a la banca privada. Llover sobre mojado, dicen algunos, mientras los analistas aseguran que es el propio Banco Central el que propicia el desequilibrio económico con sus erradas políticas.

Otra vez, leo sobre fallas eléctricas, de esas que sufro en carne propia mientras reviso la prensa, que en esta ocasión afectaron a cinco estados. Una fotografía en primera plana muestra la imagen de una explosión, otra más, en la subestación eléctrica de Judibana. Y lo que me pregunto, como cientos de venezolanos, es por qué el ministro Chacón no ha cumplido con su promesa de retirarse si no llegaba a controlar el problema de la electricidad.

Otra vez, una noticia llama mi atención y se me presenta como un dèjá vu: en los puertos hay cientos de miles de toneladas de alimentos sin descargar. Cerca de esa nota, hay otra que ya ni sorprende, convertidos en un país que poco produce, el Gobierno acaba de firmar los permisos sanitarios para cumplir con el anuncio que hiciera Maduro una semana antes de comprar 600 millones de dólares a Colombia en leche en polvo, cabezas de ganado, toneladas de carne, mantequilla y aceite.

Sin luz todavía, sigo paseándome por las páginas de los diarios. Por enésima vez, destacadas, con sumarios, aparecen en sucesos las noticias de los problemas de las cárceles. A una semana de la masacre de Sabaneta, hay presos que no aparecen, los familiares esperan tener noticias de los reos y piden que se les entreguen sus bienes. Lo que sí apareció, cosa insólita, fue una gran cantidad de animales que pocos entienden qué hacían en una cárcel, entre ellos, aves tropicales, un cunaguaro y hasta un cochino, que serán llevados a un zoológico.

En otras noticias se cuenta, otra vez, que algunos pranes viven como si estuvieran en el mejor hotel cinco estrellas de cualquier destino turístico mundial. Lo que no solo me hizo recordar antiguas noticias sobre las asiduas fiestas en discotecas dentro de cárceles venezolanas, sino lo mucho que nos estamos pareciendo a lo que vivió Colombia en los tiempos de Pablo Escobar.

Inmediatamente, mis ojos se me desvían a otro titular justo al lado del bochorno en que se han convertido los centros penitenciarios del país: lo mataron al lado de carpa del plan Patria Segura. Y en el lugar encontraron siete casquillos de bala. Los efectivos de la Guardia Nacional no quisieron rendir declaraciones. Días antes una batalla campal entre Guardias Nacionales y motorizados armados en plena Francisco de Miranda muy cerca de Petare mantuvo en vilo a media Caracas, sumergida además en las lluvias.

Mientras seguimos padeciendo este rosario repetitivo de problemas, el Gobierno derrocha una fortuna en viajes para volver a pedir prestado y seguir endeudando e hipotecando a Venezuela. Y mientras los responsables están, otra vez, en China, los vecinos, que no tienen acceso a Miraflores, prefieren buscar ayuda en sus gobiernos locales. Sus autoridades municipales son los que tienen que interceder ante problemas que no son su responsabilidad, como las ya recurrentes fallas de Corpoelec, o mediar con quienes protestan por la falta de mantenimiento de tuberías de Hidrocapital.

En otro titular, Aveledo, representante de la Mesa de la Unidad, asegura que un mejor país comienza con un mejor municipio e invita a los venezolanos a empezar a rescatar desde los municipios el derecho de progresar en paz. Nada más cierto, con un gobierno que centralizó el poder para crear caos e ineficiencia, la defensa de la descentralización es la vía.

Salgo de la casa, paro en una farmacia camino a la Alcaldía. Una señora se queja de que el papel higiénico ya no rinde igual. Otra, a su lado, esgrime que ya no consigue la marca de café que le gusta. A lo que una joven le contesta: señora, pero tenemos patria. Qué patria ni qué nada, contesta la señora indignada. Nuestro problema es que otra vez nos estamos acostumbrando a hacer chistes de la patria que tenemos y no a luchar por la patria que merecemos.

 

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