Opinión Nacional

Otro sobre el 350

En seguimiento al escrito en analítica.com del Prof. Alexis Márquez con
título que sirve de base al presente, pienso que él da en el clavo sobre
lo que sin duda es el coloniaje de una parte del léxico utilizado por
los adversarios del régimen.

Por Constitución, ésta es República Bolivariana de Venezuela, pero nada
impide llamarla Venezuela, al igual que a Brasil, que es República
Federativa, y Uruguay, que es República Oriental, entre otros. El
gobierno, sin embargo, no es bolivariano, ni los ministros, ni los
partidarios del régimen. En propiedad, ellos son más bien bolivaristas.

Tampoco la Fuerza Armada.

Aclaro, también, que legalmente la moneda se denomina bolívar y no
bolívar fuerte. El término fuerte le fue agregado por la propaganda
oficialista durante 2007, pero desde 2008 la moneda es simplemente el
bolívar (que es nuevo, y definitivamente nada de fuerte). No usar
bolívar fuerte es un «buen» propósito.

Otras expresiones de esa subcultura que mana del régimen, martilladas
incesantemente por los medios, van incorporándose al léxico común y en
el camino pueden desdibujar la personalidad y el carácter de la
sustancia democrática que debe mantener en tensión la disidencia en
legítima defensa.

Concuerdo con Márquez que una parte del trabajo de resistencia consiste
en no utilizar la terminología amañada del gobierno. Es algo más
simbólico que otra cosa, pero exige algo de esfuerzo dado el martilleo
mencionado. Y del esfuerzo personal pueden devinir otras ventajas, como
la de poner nuevamente en forma al espíritu de la ciudadanía para las
jornadas que vienen.

Pienso que la idea del «Profe», como le dice en radio «Marimontes», es
excelente para iniciar con participación general a través de sus
audiencias, la confección de un «diccionario» de términos o expresiones,
que deberían pasar al inframundo del lenguaje cotidiano, personal y
público, en la cultura democrática.

Quiero con este escrito dar un segundo paso, en la misma dirección de
Alexis Márquez, con las propuestas que siguen.

Un propósito que salta a la vista es abstenerse de incorporar el
lenguaje escatológico de uso rojo rojito en la escritura u oratoria, por
respeto a los creadores de groserías y malas palabras que las inventaron
con otros fines, no porque uno sea enemigo de las mismas, sino porque
como dijera Andrés Eloy Blanco, somos enemigos de lo vulgar, tanto en la
vida personal como en la vida del Estado. En consecuencia, cuando se
tenga que insultar a alguién, utilizar lenguaje correcto, y en caso de
usar malas palabras, jamás hacerlo de manera vulgar. Si alguién no
entiende el insulto, no vale la pena insultarlo.

Otras propuestas las resumo a continuación.

Jamás usar jerga acuñada por el régimen. La Cuarta República, por
ejemplo, no existe sino en la mente de quienes se llamaban antes, porque
ya no, de la quinta. No llamar imperio al imperio, ni gringo a los
gringos, sólo por llevar la contraria y prevenir cualquier gesto de
satisfacción del otro lado. No usar términos como escuálido, lacayo,
traidor. Tampoco socialismo del siglo 21, ni revolución, ni proceso, por
lo menos en lo que se refiere a la dinámica interna. Ni cúpulas
podridas. Sino para devolverlas en forma de reclamo absoluto a quienes
las incorporaron.

No dividir a la población con términos como chavistas y antichavistas,
ni siquiera como los ni-ni. Aquí la división real es entre demócratas y
autócratas. Con esta nueva denominación basta para modificar el mapa
político y electoral del país.

No es una mera cuestión de palabras. Como dice la Biblia, al principio
fue el verbo. En asuntos humanos nadie puede tener al verbo como
monopolio. Caso contrario, le damos la razón a Humpty Dumpty, cuando le
declaraba a Alicia (in Wonderland!!) que las palabras sólo significan lo
que quiera el poder.

En todo caso, seguro estoy de que hay muchas otras expresiones, palabras
y significados que encajan en la categoría que analizamos, que podrán
ser recogidas mediante participación de la gente en este y otros medios.

(Gracias por el planteamiento Profesor).

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