Opinión Nacional

País de Comiquitas

(%=Image(6075788,»L»)%) Quienes hoy cuentan en su alforja vital con menos de treinta años, o nacieron avanzados ya los años setenta, como quien esto escribe, forman parte de una generación que observó, a través de las pantallas televisivas, los albores de la globalización mediática y con ella, de sus contenidos y mensajes. Los dibujos animados o comiquitas, producto hollywoodense destinado a llenar de alegría el aburrimiento vespertino de nuestra infancia, contribuyeron a regar la semilla del humor y la ironía sembrada en nuestras mentes infantiles. Pero hoy, Bugs Bunny ha decidido quedarse en su hogar subterráneo. Porky, entre sollozos, tartamudea algún lamento. Monsiur Pepe le Pew, el zorrillo atacón, luce una bufanda negra. El pato Lucas llora desconsolado en el hombro del Correcaminos. (%=Link(«http://www.millorsoft.es/~coyote/chuckjones.htm»,»Chuck Jones «)%), artista, creador y padre de todos ellos, se fue sin avisarles, a la edad de 89 años.

Aunque me niego a destronar a Mazinger Z como animado supremo y favorito de esa época, nadie en su sano juicio puede negar haber sonreído alguna vez con los desplantes del conejo Bugs Bunny ante Elmer el Cazador, los avatares dilemáticos del Pato Lucas, los amores tumultuosos y no correspondidos del fétido zorrillo francés, o con la redondeada y porcina ingenuidad del cochinito Porky.

Como lo afirma Alexis Correia en la reseña que da cuenta del deceso del famoso animador, a diferencia de Walt Disney, cuyas comiquitas siempre fueron asépticas y estériles, el humor de Chuck Jones se caracterizó por la irreverencia y la agresividad, con el aire implícito de subversión de las convenciones sociales.

Ciertamente nos cuesta imaginarnos al ratoncito Mickey vestido de mujer para despistar al gángster enano, como lo hace inigualablemente el conejo de la suerte, o al pato Donald fumando un cigarro y escupiendo en trance de cowboy envalentonado, papel también clásico y normal para el emplumado Lucas.

La posmodernidad televisiva nos ofrece hoy en su menú infantil comiquitas tan variadas como sosas, sean los ciento y tantos pokemónes del caso, sean los chillones Tinny toons, copias no logradas de Buggs y compañía, o las comiquitas japonesas basadas en los “mangas” o comics sofisticados, violentas y fantásticas, pero que no igualan la irreverencia, ironía y sarcasmo destemplado de las criaturas del maestro Chuck Jones. Honrosa excepción de este grupo habría que hacer con “Los Simpsons”, verdadera anti-comiquita y reflejo descarnado de la familia promedio norteamericana, cuyo contenido nunca estuvo ni estará destinado al público infantil, sino a un televidente juvenil-adulto, alejada a su vez de otro anti-dibujo animado, no tanto por la complejidad del mensaje sino por lo degradantemente asqueroso de sus gags, como lo es “Ren & Stimpy”.

Estos personajes y muchos otros, conforman una suerte de país de las comiquitas, en donde el absurdo abunda y la irrealidad es norma que conduce a la sonrisa, que suele a veces confundirse con la realidad cotidiana, tangible y verdadera, en la cual muchas noticias, constituyen verdaderas crónicas del absurdo.

Los primeros días del 2002 anunciaban una prueba a la credulidad y al sentido del humor. Mientras el científico Ian Wilmut anunciaba al mundo que la oveja Dolly, primera “ovejilla” (no conejilla) de indias de la clonación tenía artritis en la patica trasera izquierda, sembrando dudas acerca del futuro y efectividad de la ingeniería genética (El Impulso, 05-01-02), un titular anunciaba en una insólita nota que “El Mar Muerto pudiera morir”, debido a la pérdida de agua destinada a usos agrícolas, y al lado, otra información anunciaba que “unos 200 travestis argentinos se estarían preparando para ingresar al Paraguay, debido a la grave crisis económica que sacude a ese país. – Aquí tampoco las cosas están mejores y estamos haciendo lo posible para evitar el ingreso de los argentinos. Vamos a hablar con el director de migraciones para ver si podemos evitar la venida de las `chicas´, -dijo un dirigente gay.” (El Impulso, 16-01-02).

Una evidencia más de que la realidad puede, por momentos, superar a cualquier ficción. Nada nos extrañaría leer, como desenlace de las noticias anteriores, los siguientes titulares: “Oveja Dolly demanda al Instituto Roslin de Edimburgo por daños morales”; “Mar Muerto ahora se llama Mar Remuerto”; “Travestis paraguayos solicitan creación de arancel `rosa´ para defender ventajas competitivas”.

Elías Pino Iturrieta comentaba, en reciente visita a la ciudad invitado por la Fundación Juan Carmona, que Venezuela se ha convertido en un país de erizos, para ilustrar el escozor cutáneo que genera entre nosotros el ambiente conflictivo y de polarización política, en aumento día tras día, de insólitos sucesos y completamente humorísticas declaraciones oficiales ante la situación. El humorismo venezolano vive hoy su hora más negra: el gobierno ha monopolizado ésta actividad.

Robamos del historiador su consejo: hay que dejar en el freezer la epopeya y ocuparnos de nosotros. No importa que por momentos sintamos que vivimos en un país de comiquitas.

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