Opinión Nacional

Parca en vacaciones, cantando:Fumando espero

Estoy escandalizado, en realidad debo decir que me han dejado boquiabierto, para no caer en el chiste del equívoco del «sorprendido» que se atribuye a don Alfonso Reyes, cuando su esposa lo habría descubierto en devaneos galantes, valga la redundancia y habría dicho que el sorprendido había sido él y no su conyugue, que en buen castellano, debería haberse declarado «estupefacta», al encontrarlo con las manos en la masa.

El estupor que me ocupa no es de índole picaresco; ha sido provocado por las pretensiones de un grupo de señores, líderes empresariales, que representan negocios de restaurantes y que han decido echar mano del noble recurso del juicio de amparo o del cabildeo entre congresistas, para burlar las leyes antitabaco que pronto entrarán en vigor en todo México, en un salto civilizado que contra viento y marea pone a la cabeza la preservación de la salud pública contra el hábito cavernícola, por decir lo menos, de obligar a otros a inundarse de humos ajenos, y pagar las graves consecuencias de un vicio a trasmano.

Me llama la atención que tan respetables personas afirmen que los turistas se sentirán «confundidos» con la prohibición de fumar, y que los meseros se convertirán en una suerte de policías que perderán sus propinas al limitar el uso del tabaco en los espacios públicos cerrados.

Hay que pensar que la mayoría de esos «turistas» están habituados a respetar las leyes en sus propios países, incluidas las que vetan el uso del cigarro, donde la severidad de éstas no deja lugar a ninguna duda, desconcierto o represalia. La permisividad que se pretendería obtener con excepciones geográficas que dividan el país en zonas fumadoras turísticas y zonas no fumadoras sin turistas es desatinada, por decir lo menos.

Para dar un ejemplo de la universalidad de medidas de protección sanitaria que han comenzado a extenderse, Europa sigue llena de extranjeros a quienes les está vedado fumar en lugares públicos. Ninguna ciudad de lo que se ha dado en llamar de manera romántica «el viejo continente» ha sufrido ningún tipo de descalabro por la disminución de divisas producto de supuestas “venganzas” de los fumadores.

Insisto en que el debate sobre este penoso pero trascendente asunto debe enriquecerse con estudios comparativos. Sería ideal conocer la repercusión que han tenido medidas similares en sociedades que las han adoptado de forma incruenta, atravesando por períodos de adaptación y de conciencia generalizada. No sería complejo reproducir las reacciones que han tenido lugar en ciudades cosmopolitas y por lo tanto de eminente dimensión turística.

Valdría la pena escuchar voces más autorizadas de una polémica que continúa viva y ahuyentar simplicidades que nos condenan a sótanos de la historia de la evolución de las costumbres, como si nuestro país tuviera que mantenerse al margen de políticas sanitarias incuestionables, en aras de crear un paraíso artificial para el que fuma.

Más puntualmente reproduzco unos renglones recientes del periódico El País sobre el tema: “… Italia prohibió fumar en todos los lugares cerrados el 10 de enero de 2005, aunque se permitía establecer espacios cerrados para los fumadores. Incluso el sector de hostelería -el más reacio a esta decisión- notó un aumento del negocio. Fue llamativo el caso de Irlanda. El país, pionero en obligar a que todos los lugares cerrados deberían estar libres de humo (su ley entró en vigor en enero de 2004), se encontró un año después con una agradable sorpresa: no sólo se habían reducido algunas consultas médicas, sino que sus míticos pubs, que llevaban varios años perdiendo clientela, habían frenado la tendencia, y recuperado un 0,1%, según los datos de la Comisión de Sanidad de la UE. Portugal se ha apuntado también este año a la lista.

El país ha dado la vuelta a la normativa española sobre lugares de ocio. En vez de dejar en manos de los dueños de locales de menos de 100 metros cuadrados la decisión de si autorizan o no el tabaco, lo hace al revés: prohíbe el consumo en los sitios pequeños y deja esa libertad a los propietarios en los grandes establecimientos. Francia también se ha incorporado este año a la corriente.

El 1 de enero fue el último día en el que se pudo fumar en un lugar cerrado. Todos estos ejemplos, a los que habría que sumar Finlandia (en 2007), Noruega (2004), Malta (2004), Reino Unido (2007), Suecia (2005), Islandia (2007) y la República Checa, que prepara una ley para que todos los espacios cerrados estén libres de humo, muestran que el ejemplo irlandés ha cundido. Sólo en 2007, «10 países [del mundo] han regulado los espacios sin humo», afirma Rodrigo Córdoba, portavoz del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo. La UE pretende conseguir una Europa libre de humos en 2012. Pero, de momento, la legislación española no va a cambiar.

«La valoración de la ley es buena», ha dicho José Martínez Olmos, secretario general de Sanidad y responsable del área sanitaria del programa electoral del PSOE. «Los datos nos tienen que arrojar la clave. En el primer año, han dejado de fumar 750.000 personas, según nuestros cálculos», añadió. «Habrá que ver los indicadores de salud y mortalidad en un par de años. Lo importante es que el debate está en la calle», ha dicho Martínez Olmos. Para el ministerio, lo importante ahora es asentar los resultados conseguidos.

«No hay duda de que hay un gran cumplimiento de la ley en los lugares de trabajo», dice Martínez Olmos. «Incluso en hostelería es aceptable», lo que ocurre es que se nota menos porque en los lugares de menos de 100 metros cuadrados se puede dejar fumar, insiste el subsecretario general. Para las sociedades médicas de atención primaria, médicos de familia, de oncología, de cardiología y de neumología, la situación española debe cambiar. El ejemplo del resto de Europa demuestra que es posible ir más allá sin que el sector de hostelería resulte perjudicado. Con ello, afirman, ganarían en salud los clientes, y los trabajadores…” Fin de citación.

Hay que destacar el carácter histórico de propuestas legislativas que han tenido el profundo valor civil de anteponer poderosos intereses económicos a la preservación de la salud de una nación.

No se trata, insisto, de vedarle placeres a nadie. Se quiere defender el derecho de todos, fumadores o no, a no verse obligados a inhalar humos ajenos y pagar las consecuencias con graves limitaciones o con la propia vida. Suena dramático, pero no encuentro otra manera de enfocar un tema que dará mucho que hablar en los próximos meses. No lo olvidemos. Se prohibió fumar en los aviones y en los trenes y nadie paró de viajar. Nadie dejará de comer en restaurantes porque se le invite a fumar en los sitios dispuestos para ello. No me canso de repetirlo, hasta ahora no he visto a ningún comensal ingerir y fumar al mismo tiempo. No comen lumbre. Lo que irrita y frustra es consumir el humo del vecino cuando uno se lleva el bocado a la boca, en el interregno que establece de manera sagrada el fumador, entre plato y plato.

No hay desconsideración mayor y aquí ya no se trata solo de salud pública si no de maneras y reglas elementales de convivencia que se desprecian. En el sur de Francia, en la prehistoria de las leyes antitabaco, escuché responder a un señor elegante, con agresividad transformada en rabia: en mi país hago lo que me da la gana. Y seguir fumando el hombre mayor al que mi acompañante de buen talante le había rogado que desviara su cigarro hacia otra parte para degustar nuestro plato en armonía de jugos y de aromas. Triste y rara xenofobia motivada por un vicio que no debe ser argumento válido para que otros infrinjan aquí lo que respetan en su propia casa.

México ha luchado con denuedo por su inserción en el mundo globalizado, paga un costo por ello y se beneficia también. Leyes como las que comentamos nos sitúan a la vanguardia de países desarrollados que han dado paso al sentido común y a la preservación de la salud pública. En sentido figurado, pero de inevitable trasfondo macabro, si aplicamos políticas excluyentes en nuestras leyes antitabaco podríamos imaginar a la Parca vacacionando feliz en nuestras playas como reacción a la veda de su guadaña tabaquista en otros lares.

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