Opinión Nacional

Partidos políticos: lo nuevo y lo viejo

En los años ’30 del siglo pasado y a raíz de la gran depresión económica, la opinión dominante era que la democracia y la economía de mercado representaban el pasado, lo viejo, lo obsoleto, lo decadente. En cambio lo nuevo, lo vital, la energía, la juventud (”giovinezza”), en fin el futuro estaban con los totalitarismos nazifascista y comunista. Obviamente, la propaganda totalitaria tuvo mucho que ver con la formación de esa matriz de opinión que la historia se encargó de desmentir. En la Venezuela de los ‘80 y ’90, sectores de la elite económica tuvieron como objetivo la destrucción de los partidos políticos, creyendo que el vacío sería rellenado por un líder “independiente” con apoyo mediático, como Collor de Melo en Brasil. Esos aprendices de brujo crearon las condiciones para que apareciera el brujo de verdad. Efectivamente, el debilitamiento de los partidos en los países en desarrollo favorece el resurgimiento del caudillo carismático y mesiánico. Chávez reforzó la imagen de los partidos como la causa de todos los males y sobretodo la idea de que representaban el pasado, que no tiene más remedio que morirse, mientras el futuro estaba naciendo con él. Obviamente se trata de una grosera manipulación ideológica, buena parte de los fracasos socioeconómicos y políticos de América Latina se deben a los caudillos que nos han gobernado desde la independencia. El caudillo autoritario es el símbolo de nuestro atraso institucional. En cambio, la institución que caracteriza a un sistema político moderno es el partido político. En todas las democracias avanzadas, la política se ejerce a través de los partidos políticos. Obviamente los partidos venezolanos deben hacer un esfuerzo de renovación y actualización, sin embargo, como en los años ’30, la matriz de opinión “novólatra”, que identifica lo bueno con lo nuevo, es una estupidez simplista, basada en una crasa ignorancia de la historia. También la “efebolatría”, la adoración de la juventud, que desprecia la experiencia y sobrestima la audacia, caracteriza a sociedades e individuos superficiales y poco serios. Los Estados desarrollados se asientan sobre instituciones, cuya característica fundamental es la permanencia. Una institución fuerte sabe aprovechar al mismo tiempo la experiencia y el conocimiento de los menos jóvenes y la energía de las generaciones de relevo. Necesitamos partidos fuertes e institucionalizados. El próximo trece de enero COPEI cumpirá 58 años. ¡Que Dios le conceda muchos años más y en buena salud!

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