Opinión Nacional

¡Pasaremos!

No hay fuerza de la naturaleza que pueda detener  su derrumbe. Ya se ve humilde y cabizbajo en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. Ya sabe lo que le espera y grita, para darse ánimos como el cobarde que silva en medio de la oscuridad:

¡NO PASARÁN!

¡Yo te aviso, Chirulí!

Le sucede a Hugo Chávez lo que a todos los caudillos de los regímenes a punto de caramelo: están hundidos hasta el cogote, ya comienzan a hacer gargaritos tragados por el oleaje de la historia para asomar la cabeza en el noveno Inning y gritar desaforados: ¡NO PASARÁN!

Pasaron siempre. Lo cantaban los Quilapayún. La Joan Báez. Peter Segers. No ha habido régimen acorralado por sus monumentales errores y sus pretensiones planetarias que al verse acosado no gritara como último expediente de la conjura: ¡NO PASARÁN!

Y el futuro acabó pasándoles a todos por encima. A los comunistas y a los fascistas. A los estalinistas y a los hitlerianos. Como le pasará por encima, arrollándolos como un tsunami, a Chávez y al chavismo. Los cementerios están llenos de tumbas con la consigna en mármol: ¡NO PASARÁN! Allí yacen, varios palmos bajo la yerba. Convertidos en cenizas.

Porque a la historia no la detiene nadie. Ni el más gritón, fabulador, corrupto, criminal y mentiroso de los coroneles es capaz de tapar el sol con un dedo, detenerlo en el zenit e impedir la furia de los elementos. Cuando llegó la hora de la retirada, lo mejor es retirarse. Cabeza gacha y tratando de aprovechar los puentes de plata que la política les dispensa. Mientras tanto, que se conformen con gritar la consigna de los condenados.

Todos sabemos que es pura faramalla. Que el NO PASARÁN  es la última consigna antes del ¡SÁLVESE QUIEN PUEDA! ¡NOS ESTÁN ATROPELLANDO!

¿Cuándo se gritó esa consigna en la Venezuela chavista? Jamás. Todo eran burlas, ofensas, humillaciones. Que si frijolito, que te voy a meter preso, que no volverán, que Chávez los tiene locos. Se acabó el tiempo de la guarandinga. Ahora se asoma a la esquina de Miraflores, rodeado de cuatro anillos del G-2, y grita tapándose las entrepiernas con ambas manos, no le vaya a llegar un pelotazo a la altura de las ingles: ¡NO PASARÁN!

Nos ve venir a la cabeza de una gigantesca manifestación de descontento, de una marejada de reproches, de rencores e impaciencia, tras decenas de miles de viudas, de madres a quienes le asesinaron sus maridos, hijos y nietos, de trabajadores hambreados y perseguidos. De periodistas silenciados. De dirigentes y empresarios encarcelados. Por ahora con una boleta electoral en la mano.

No hay fuerza de la naturaleza que pueda detener  su derrumbe. Ya se ve humilde y cabizbajo en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. Ya sabe lo que le espera y grita, para darse ánimos como el cobarde que silva en medio de la oscuridad, ¡NO PASARÁN!

¡Yo te aviso, Chirulí!

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