Opinión Nacional

Pasión por reconstruir

La biología de estos días es muy diferente a la que practicaban nuestros abuelos. Entonces el énfasis era sobre los organismos. Hoy, ellos siguen siendo objeto de atención pero a otro nivel; el social o macroscópico, en atención a las interacciones entre ellos y, de ellos, con su medio ambiente. La novedad la constituye la investigación de fenómenos celulares a nivel molecular. Allí, en esa nueva frontera del conocimiento, la biología se aplica en descifrar la naturaleza de la vida.

        Uno de los temas mayor actualidad es el direccionamiento del desarrollo de células, con miras a la reconstrucción de tejidos dañados. El potencial de la tecnología de las llamadas células madres es casi infinito. Una de esas células puede rehacer un pedazo de piel quemada, reparar una cornea que ha dejado de ser traslucida o reconstruir un hueso roto en un accidente.
        Karem Noris Suárez es una profesora de la Universidad Simón Bolívar que está dedicando su vida a investigar los procesos propios de la ingeniería de tejidos biológicos. Ella es una criolla fruto de la unión de una maracucha con un italiano de la Lombardía. Uno de aquellos maestros de obra del pie de monte alpino, que llegó a nuestro país durante la década de los cincuenta del siglo pasado, buscando un futuro mejor del que pensaban les podía deparar su tierra natal.
        La hoja de vida de Karem es otro relato de las facilidades que la democracia venezolana ­esa de la segunda mitad del siglo XX­ brindó ciegamente a sus ciudadanos. Se constituye en otro recuento de las oportunidades dadas por nuestro país a muchos de sus jóvenes, para educarse, superarse y vivir en libertad. A Karem nadie le revisó su pedigree o le pidió que vistiera de algún color para darle acceso a un bien público. Ella soñó su futuro y fue tras el, segura que Venezuela sabría responderle y, quien sabe, agradecerle la vocación que estaba abrazando; educar e investigar.
        Nacida en Caracas durante el gobierno de Raúl Leoni, Karem se educó en el Liceo Gabriela Mistral de la parroquia 23 de Enero y en el Liceo Augusto Pi Suñer de El Junquito. Como muchos de los Liceos de la época, los suyos no contaban con laboratorios equipados. Empero eso no constituyó un obstáculo a la pasión por la experimentación que le había despertado su profesor de química en el Liceo, un graduado de ingeniería de la Universidad Simón Bolívar.
        Llegado el momento de entrar a la Universidad, optó por la carrera de Bioanálisis en la Universidad Central de Venezuela. En aquella época, existía un ciclo común para las diversas escuelas de su Facultad de Medicina y la Escuela de Bioanálisis era una de las que más estudiantes recibían. Se impartía una excelente formación en las técnicas del laboratorio y, por ende, en los principios de la investigación.
        Por esos años, la segunda mitad de los ochenta, se empezaron a gestar un par de fenómenos que cambiarían la cara de la ciencia en Venezuela hoy en día. Uno de ellos, el impacto de la inmigración de la década de los cincuenta. Muchos de los estudiantes universitarios que se acercaban a la ciencia, como Karem Noris, eran retoños de inmigrantes. El otro, tiene que ver con el género de quienes hacen ciencia en el país. Mientras que en el año 1966, apenas un 21,5% de todos los investigadores del país eran del género femenino, hoy en día, un 62,2% de los profesionales que ingresan al sistema son mujeres. Y de ese número, el mayor porcentaje proviene de las filas de las Bioanalistas, seguidas por Biólogas y finalmente, Medicas.
        Con su título de Bioanalista en la mano, Karem entro en el IDEA (entonces Instituto Internacional de Estudios Avanzados) en el Programa de Detección Temprana de Enfermedades Metabólicas de Origen Genético. El médico investigador Jorge Villegas ­padre putativo de ese Programa con un altísimo valor social­ pronto reconoció su valía y, antes del año de servicio, gestionó para que llevara a cabo estudios doctorales. Junto a su marido, el biólogo René Utrera, fue enviada becada a la Universidad de Trieste, como parte de un programa de formación de la generación de relevo de esa institución.
        En Italia se dedicó a profundizar su conocimiento de los procesos bioquímicos y biofísicos subyacentes en la biotecnología de cultivos celulares. Con el inicio del siglo y su primera hija, Karem regresó al IDEA pero, pronto, se transfirió a donde siempre quiso estar; la Universidad Simón Bolívar.
        El interés primario de Karem ha sido el tejido óseo. No sólo como funciona, sino como se puede reparar naturalmente. Con ello como proyecto de investigación se inició en la USB. Allí, con el concurso del grupo de ingenieros de materiales de esa Universidad, se ampliaron los horizontes y se dio inicio a una interesante relación de colaboración. Ahora, asistida por un grupo de estudiantes y profesionales de otras instituciones, explora como podrían ser reparados otros tejidos como la cornea (de los ojos) o la piel.
        El enfoque experimental de Karem es simple. Ella apuesta a que los tejidos en reparación necesitan de un precursor natural adecuado ­que no es otro sino la «variedad» apropiada de célula madre­ soportada por un substrato material que les permita desarrollarse en la dirección deseada.
        Investigar no le ha sido fácil pero no se queja. Karem asegura que tiene un buen laboratorio y un equipo de estudiantes que lo están haciendo muy bien. Los problemas que enfrenta, nos dice, son las de todos lo que tratan de hacer ciencia en este país. Recibió una subvención de Misión Ciencia que le ha sido entregada por partes pero muy a destiempo. Las asignaciones no toman en cuenta que los retrasos significan incrementos en costos que nunca son compensados. Actualmente espera la tercera porción de los equipos que se acordaron en el año 2006.
        Karem forma parte de una Red de Jóvenes Investigadores que recién se conforma en el país. Ellos esperan que sus contemporáneos se agrupen para expresar sus deseos y canalizar sus preocupaciones. Como todos los miembros de esa Red, Karem resiente del trato dado a la ciencia en general, pero muy especialmente a la que se lleva a cabo en las Universidades. En su caso, no se ve cual pueda ser la impertinencia de lo que su equipo de investigación hace. Por ello espera que el Gobierno rectifique, tanto en lo que a presupuesto para investigar se refiere como a la existencia del PPI, del cual se vanagloria de pertenecer. 

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