Opinión Nacional

!Patria, Socialismo o Muerte!

La imagen no podía ser más elocuente. Vestido de militar en ocasión de conmemorar el quinto aniversario de los sucesos de abril de 2002, el presidente Chávez espetó en Fuerte Tiuna que si algún oficial se sentía incómodo con la consigna de su gobierno “patria, socialismo o muerte”, podía tramitar su baja de las fuerzas militares.

“La llamada institucionalidad fue una manera de enmascararse y asumir una posición contraria al gobierno, a la revolución, al mandato legítimo del pueblo. Por eso, hoy todo comandante de unidad en todos los niveles está obligado a repetir desde el alma y levantar la bandera con esta consigna: patria, socialismo o muerte, sin ambigüedades de ningún tipo, sin complejos”

Según cuentan, en estas arengas aparecen ya contingentes militares respondiendo, embriagados del discurso épico, alzando el puño, “de cara al sol”.

Muy atrás han quedado los días en que Chávez insistía que la “mejor Constitución del mundo” expresaba el programa político de la Revolución Bolivariana. ¿Cómo compatibilizar las ansias inagotables de poder, la subordinación y la obsecuencia absoluta exigida a todo empleado público, con lo que establece el artículo 328 de la Carta Magna?

“La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo nacional, de acuerdo con esta Constitución y con la ley. En el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna…”

Pero lo que más debe alarmar es la instalación oficial del culto a la muerte, consustancial a toda prédica fascista. Constituye la manifestación suprema del sacrificio que, en profesión de lealtad y sumisión a toda prueba, hará posible la construcción del glorioso ideario de donde emergerá el Hombre Nuevo. Ante el Bien Común trascendente, la vida de un simple mortal es  poca cosa. El invocar a la muerte en la prosecución de nuestro destino providencial limpia de pecados y purifica a la patria de los que no merecen ser sus hijos, asegurando su virginal refundación. Al deslastrarla del liberalismo burgués, “podrido” en sus blandenguerías sobre la inviolabilidad de los derechos humanos individuales, dignifica a los fieles dispuestos a inmolarse por la Verdad revelada por el Jefe Supremo. Bebiendo de las epopeyas mitificadas que nutren el imaginario patriotero, el llamado a la muerte permite codearse con la gloria de sus héroes y lograr –por instantes- la comunión con ellos. Pero es también una amenaza muy concreta para aquellos que no comprenden que constituye un crimen -que no puede ser tolerado- oponerse a los designios de la Historia. Paradójicamente, el supremo sacrificio se enviste de una altura moral que lo absuelve de toda consideración subalterna.

Pero, ¿y la prosecución del socialismo? El diputado Francisco Ameliach, también militar retirado y presidente de la Comisión de Defensa de la Asamblea Nacional, defendió el señalamiento del jefe de Estado:

“Para sobrevivir como nación, debemos construir la infraestructura socialista. No hay otro camino: Patria, socialismo muerte. Quien no comparte eso debe abandonar la revolución. El eslogan tiene un profundo significado de vida (¡!) colectiva y es contundente y radical. Seguir el individualismo, la democracia liberal, es ir derechito a la muerte moral y física”

Pero es un socialismo “sui generis”. No hay diseño de sociedad o proyecto claro de país. Pura consigna y retórica hueca. Lejos de impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas –como diría el viejo Marx- éstas se destruyen bajo el acoso indetenible a las instituciones. No importa, todo se arregla con el reparto discrecional de la enorme renta petróleo. A estas alturas queda claro que el “socialismo de siglo XXI” es lo que Chávez quiera que sea. Es decir, “Patria, socialismo o muerte” es un ultimátum para aceptar sin chistar ni pensar, las órdenes del Supremo. De ahí la invocación del asedio, la amenaza siempre presente, para cerrar filas en torno al Líder. Nada de “Patria, socialismo y vida”; “Quien no comparte eso debe abandonar la revolución” amigo Ismael.

A pesar de la permanente “huida hacia adelante”, tan útil para evadir la rendición de cuentas de su penúltimo capricho, Chávez no podrá seguir evadiendo para siempre la definición de lo que se propone. Entonces sabremos que el “socialismo de siglo XXI” será, a pesar del entusiasmo conque algunos crédulos discuten la naturaleza de la nueva utopía, el único esquema que será funcional a sus apetencias desmedidas de poder: El control estatal, centralizado, indiscutido, de todo cuanto acontece en la patria del autoproclamado heredero político de Bolívar. Y así, en nombre de la “revolución”, de la redención social y del Hombre Nuevo, nos veremos sumergir en el más primitivo atraso. ¿Cuándo será que los chavistas que sinceramente creen en el cambio social y político, para bien del país, se den cuenta que Chávez es un militar fascista que ha encontrado en la retórica revolucionaria de izquierda la mejor excusa para sus ansias de poder?
 
Si quedara alguna duda sobre la vocación totalitaria del presidente, éste aseguró el viernes 13, en un encuentro con medios de comunicación, nacionales e internacionales, que el TSJ no favorecerá al canal RCTV en relación con la renovación de la concesión porque eso sería prestarse a la violación de la Constitución (¡!).

“Conozco muy pocos jueces, pero confío en la majestad de es tribunal supremo y en su juicio. Yo doy por imposible que algún poder del Estado vaya a interferir en una decisión ya tomada y soberana de no permitirle la concesión a RCTV”

Tan insólita confesión se acompaña con la más cínica aserción: Así como el Poder Ejecutivo respeta a los demás poderes (¿?), “los demás poderes deben respetar esa decisión”.

Como reza la propaganda, “Chávez es el Pueblo”. Es también el Gobierno, el Estado, la ley y la Constitución. También el PSUV. Esta confusión de todas estas instancias en la figura del Líder indiscutido hace completamente innecesaria la política. ¡Bienvenidos al fascismo de siglo XXI! 

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