Opinión Nacional

Patriotismo, xenofobia y estupidez.

Se puede llegar a querer a más de un país? Por supuesto que sí. Albert Einstein nació en Alemania, se hizo ciudadano Suizo, se hizo, de nuevo, ciudadano Alemán y se hizo, finalmente, ciudadano Norteamericano. Fué esencialmente un ciudadano del mundo pero siempre habló con nostalgia y cariño de Ulm, el pueblo donde nació. Como Einstein son millones quienes salieron de sus países, por múltiples razones, a buscar la felicidad y la tranquilidad en otras tierras, una búsqueda a la cuál todo ser humano tiene perfecto derecho.

Después de la segunda guerra mundial llegaron a nuestro país centenares de miles de Españoles, Italianos, Portugueses y ciudadanos de la Europa central. Se sembraron en nuestra patria, le dieron gran impulso y ellos y sus descendientes son hoy parte indivisible de nuestra sociedad, sin dejar de tener naturales y comprensibles lazos sentimentales y culturales con sus países de origen. Pocos se atreverían a definirlos como apátridas o traidores o a hablar de ellos de manera denigrante, porque izen las banderas de sus países al lado de la bandera nuestra o salgan a la calle a celebrar la victoria del equipo de futból de su país de origen.

Pocos, pero si los hay, gente como el ignorante y procaz dictador venezolano Hugo Chávez, quien se ha ido radicalizando en su odio y hostilidad hacia todos los venezolanos que manifiesten admiración o respeto por las democracias occidentales, especialmente por los Estados Unidos. En su pervertida actitud ha llegado a insultar a ciudadanos de otros países que no estén de acuerdo con sus ideas, como lo hizo en Honduras recientemente.

Su más reciente muletilla, repetida hasta la náusea, es la de “pitiyanki”, término que había pasado de moda hace más de 50 años en nuestro país. Es usada por él para designar despectivamente a quien muestre alguna admiración, respeto o afecto por los Estados Unidos. La relación de afecto con otros países aparentemente no es tan pecaminosa. Andrés Bello, por ejemplo, maestro de Bolívar, vivió largos años en Inglaterra y, luego, se convirtió en un héroe nacional de Chile, pero Chávez no lo llama “pitinglés” o “pitichileno”. En cambio, Páez, prócer de nuestra independencia, si es clasificado como “pitiyanki” por nuestro dictador, por haber vivido largos años en Nueva York.

La obsesión de Chávez en contra de los Estados Unidos es una clara señal de sus problemas mentales. Ya hemos hablado anteriormente de su coprolalia (impulso irresistible hacia la procacidad en el lenguaje) y de su repetición compulsiva de algunas frases, todo lo cuál parece ser parte del síndrome de Tourette, así como de su pronunciado narcicismo, diagnóstico hecho hace algun tiempo por su psiquiatra, el Dr. Edmundo Chirinos. Pero el odio hacia todo lo que es norteamericano es especialmente peligoso para Venezuela, ya que se traduce en posturas políticas agresivas e insultantes contra el poderoso país del norte.

En líneas generales el anti-americanismo es una señal de sentimientos de inferioridad muy extendidos en América Latina. Esa hostilidad es compartida por millones quienes nunca han visitado los Estados Unidos y hasta por muchos latinoamericanos quienes viven en los Estados Unidos y repiten incesantemente que desearían estar de regreso en sus países (como si alguien se los prohibiera). En el caso de quienes nunca han vivido en los Estados Unidos la hostilidad es más comprensible puesto que está usualmente basada en la desinformación.

En quienes ya viven en los Estados Unidos el resentimiento es más dificil de entender pero, generalmente, es más frecuente entre quienes poseen niveles muy bajos de educación, entre los inmigrantes ilegales y entre quienes se sienten, con razón o sin ella, objetos de discriminación racial o social, fenómenos que existen, por cierto, en todas las sociedades del planeta.

Mi experiencia personal en los Estados Unidos ha sido muy positiva. Estudié en una pequeña universidad del Oeste norteamericano, donde siempre fuí objeto de una maravillosa atención. Llegué a Tulsa, Oklahoma desde Los Teques y allá me hicieron sentir como en mi casa. Aprendí que las familias norteamericanas eran generosas, muy unidas y muy integradas a la comunidad. Durante las etapas en las cuáles he vivido en los Estados Unidos, parte de las décadas de 1950, 1980 y, ahora, desde 2004 hasta la fecha, he podido disfrutar de características de la sociedad norteamericana, tales como: (a), relaciones basadas en la confianza, lo cuál hace mucho más eficientes y rápidas las transacciones sociales de todo tipo; (b) lo fácil que es ser un buen ciudadano, ya que los sistemas gubernamentales no son “enrollados” o corruptos y es posible pagar impuestos y facturas hasta por correo; (c), altos niveles de seguridad, nadie está tratando de robarme un par de zapatos o el vehículo ya que la inmensa mayoría de la población los tiene; (d), servicios confiables, abro el grifo del agua… y sale agua; (e), buen transporte público, espero el bus frente a mi apartamento y siempre pasa a la hora; (f), una naturaleza protegida y embellecida por el hombre; (g), respeto por la fauna y la vegetación; (h), oportunidades de trabajo, hasta para gente de mi edad, aunque ya no sea tan fácil; (i), tranquilidad, camino todos los días en mi vecindario, en un bello parque público, sin temor a que me asalten; (j), buena alimentación, consigo vegetales y frutas muy frescas y muy variadas en supermercados muy bien surtidos, donde provoca hasta “ir a ver”; (k), facilidades para el estudio, soy miembro investigador, “ad-honorem”, de la Biblioteca del Congreso; (l), beneficios para los miembros de la tercera edad, por una cantidad ínfima de dinero al año puedo visitar todos los parques nacionales de los Estados Unidos; (m), un gobierno que presta la batea, todo está manejado por el sector privado, excepto muy contados asuntos tales como la seguridad pública, y ello hace que todo marche más eficientemente; (n) educación no politizada, las universidades nunca están en huelga; (o) limpieza, no hay basura acumulada en las calles; (p), mantenimiento, las carreteras están en excelentes condiciones y no hay necesidad de operativos “heróicos” para que los vacacionistas vayan y regresen sin problemas; (q) higiene pública, los baños públicos están generalmente muy limpios y nadie se roba el jabón o el papel higiénico.

Nada de lo que he dicho tiene mucho que ver con sistemas de gobierno o con ideologías, ya sea Capitalismo o Socialismo del siglo XXI, sino con una manera de vivir en sociedad, con actitudes colectivas y con una vida social sin complejos y sin rollos. Admiro esa manera de vivir en sociedad que existe en los Estados Unidos. Ella me ha dado tranquilidad, me mantiene la tensión arterial en 125/65 y, si no me hará vivir más, definitivamente me ha permitido vivir mejor durante los pasados cinco años. Si Chávez hubiese estudiado en la Universidad de Tulsa y lo hubiesen tratado tan bien como a mí, seguramente hoy sería un presidente democrático, más comedido en el hablar y no estaría tan angustiado por encontrar un baño limpio cuando le den retortijones, como le pasó a Piedad Córdoba hace unas semanas cerca del CNE y como le sucedió al mismo Chávez, quien nos echó el cuento con su habitual elegancia, con pelos, olores y señales, en vivo y en directo. Es paradójico que Chávez quiera controlarlo todo en Venezuela, cuando ni siquiera puede controlar su función digestiva.

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