Opinión Nacional

Pedro Henríquez Ureña(1884-1946)

«La grandeza que hay en nuestros pueblos

quizá sin ellos saberlo: eso es lo que quiere

descubrirles nuestra literatura.»

Pedro Henríquez Ureña

LA VOZ DEL GRAN ESPIRITU HUMANISTA DE AMERICA

Henríquez Ureña es una de las figuras más relevantes de la cultura y
las letras hispanoamericanas en el siglo XX y el intelectual
dominicano más universal. Era conocido por sus camaradas como «nuestro
hermano mayor», expresión acuñada por Alfonso Reyes en honor a su
mente preclara y su permanente iniciativa y entusiasmo. Educador y
guía de varias generaciones Henríquez Ureña dejó una huella honda en
los intelectuales más importantes de la primera mitad del siglo pasado
e hizo renacer el espíritu de las humanidades en muchos países
hispanoamericanos. Profesor universitario, profundo pensador y
humanista, sus trabajos sobre la historia de la literatura
hispanoamericana son fundamentales. «Tengo la impresión de que
Henríquez Ureña -claro que es absurdo decir eso- de que él había leído
todo-escribe Jorge Luis Borges-, todo. Y al mismo tiempo, que él no
usaba eso para abrumar en la conversación. Era un hombre muy cortés,
y -como los japoneses- prefería que el interlocutor tuviera razón, lo
cual es una virtud bastante rara, sobre todo en este país ¿no?».

Pedro Henríquez Ureña nace en Santo Domingo el 29 de junio de 1884 y
muere en Buenos Aires el 11 de mayo de 1946. Descendiente de una
familia intelectual. Su madre era Salomé Ureña, una gran poetisa, su
padre Francisco Henríquez y Carvajal, médico, abogado, escritor,
pedagogo, político y presidente de la República Dominicana; comenzó
interesándose por la literatura. También dos de sus dos hermanos, Max
y Camila, fueron dos grandes intelectuales. Después de la escuela de
enseñanza primaria Pedro Henríquez continuó los estudios en el Liceo
Dominicano, donde recibió el título de Bachiller en Ciencia y Letras
(1901).

La infancia y adolescencia de Henríquez Ureña transcurren en los años
de la dictadura Hereaux. Henríquez Ureña recuerda sus aflicciones de
adolescente acosado por la persecución política y por las
contradicciones con el medio que le rodeaba. Refugiado en sí mismo y
en la literatura lleva una «vida exclusivamente intelectual».

Finalizado sus estudios secundarios, marchó a los Estados Unidos,
comenzando así un largo periplo que lo alejaría de su país, casi
durante todo el tiempo que le restaba de existencia. Un largo exilio
iniciado en 1901, y que sólo interrumpe en dos breves ocasiones
durante algunos días en 1911, y en 1931, cuando regresa a Santo
Domingo para ocupar por dieciocho meses el cargo de Superintendente
General de Enseñanza. Vivió en Cuba y España, donde tomó parte activa
en la redacción de la revista Filología Española. Fue profesor
universitario en México, donde vivió de 1906 a 1913, Estados Unidos,
donde estuvo entre 1915 y 1916, Argentina, donde se vinculó a la
revista Sur, de Victoria Ocampo y fue académico de Letras, Estados
Unidos otra vez, República Dominicana y vivió la última etapa de su
vida en Argentina. Se graduó de abogado en la Universidad Nacional de
México y de Doctor en Filosofía y Letras en la Universidad de
Minnesota. Los afanes de Pedro Henríquez fueron su permanente deseo
por educar y descubrir vocaciones. Alfonso Reyes, su amigo de toda la
vida escribió: «enseñaba a ver, a oír y a pensar, y suscitó una
verdadera reforma de la cultura». Muy lejos del totalitarismo y de la
ideología trujillista se encuentra el proyecto democrático contenido
en su utopía, crítico de la mendicidad espiritual y económica en la
que medran las dictaduras y que, sobre todo, procuró rescatar lo
popular como parte integral de la cultura.

Entre los títulos más relevantes de su extensa obra poética, crítica
y filosófica, citaremos: Ensayos críticos (1905), El nacimiento de
Dionisios (1906), Horas de estudio (1910), Seis ensayos en busca de
nuestra expresión (1928), La utopía de América (1925), En la orilla:
mi España (1922), Comienzo del español en América (1932), La cultura y
las letras coloniales en Santo Domingo (1936), La versificación
irregular en la poesía castellana (1933), España en la cultura
moderna, Cultura española en la Edad Media y Las corrientes literarias
en la América Hispánica (1945 y 1949). Y como dijo el gran humanista
dominicano: «No debe haber alta costura, porque sería falsa y efímera,
donde no haya cultura popular».

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