Opinión Nacional

Pobre Katiuska

Es fácil imaginar a Katiuska, humilde, no demasiado agraciada en el país de las beldades, y ordenando documentos en una carpetica manila; asegurándose mil veces de que están todos allí, convenientemente sellados. Al día siguiente iría a inscribirse en la universidad. Sería abogada. Esa noche no puede dormir, se imagina graduada, alegando ante un juez hierático para defender a una viuda despojada de su pequeña finca. Da una vuelta en la cama, se obliga a conciliar el sueño. Pero no puede. Ahora su imaginación la ha conducido en volandas al centro de una multitud que corea su nombre: Katiuska, la letrada, ha reivindicado los derechos de un centenar de ciudadanos a punto de alzarla en hombros. En la oscuridad, Katiuska extiende una mano hasta la mesa de noche y comprueba que la carpeta está allí, gordita de tantos recaudos y fotocopias. Mañana será el gran día, deslizará el atado de folios por la ventana de una taquilla y comenzará su travesía hacia el Derecho, las Leyes, la Justicia, todo un mundo de ensueño y códigos del que Katiuska formará parte como adalid de la Institucionalidad.

Y pasó el tiempo y pasó un águila por el mar. Las ilusiones de Katiuska se estrellaron una y otra vez contra la realidad: en vez de abrevar del conocimiento en las riberas de una magnífica biblioteca, tendría que matear las lecciones con “guías” multigrafiadas; y luego, para colmo, los salarios de los abogados recién graduados no alcanzaban para una camioneta nueva. Katiuska se vería obligada a aligerarse de las fantasías que una noche ya remota la habían mantenido en vela.

Fue así como el 21 de enero de 2005, actuando ya como fiscal auxiliar 37º del Ministerio Público a nivel nacional con competencia plena, (la fiscal principal era Gledys Carpio) solicitó el sobreseimiento de una acusación penal en contra de José Vicente Rangel. Se trataba de la demanda formulada por Magally Chang, Thaís Pena y Rocío San Miguel, ante el Ministerio Público, el 22 de mayo de 2004, por violación de sus derechos, al ser despedidas por Rangel del Consejo Nacional de Fronteras.

Los delitos que no observaron Carpio y Katiuska Verioska Plaza, ya despojada de sus antiguas fantasías, violaban la Ley del Sufragio y Participación Política (Art 256 ), así como la Ley contra la Corrupción (Art 68). Pero, además, quedó vulnerado el más elemental principio del debido proceso, al dictar el sobreseimiento sin escuchar al denunciante, inobservando un deber que aun de oficio debió cumplir, conforme lo establecen los artículos 190, 191 y 323 de COPP, en virtud del derecho de la víctima a ser informada de los resultados del proceso y a ser oída por el Tribunal de Control, con anterioridad al dictamen de sobreseimiento. Hay que decir que tampoco José Vicente Rangel, el principal acusado, fue molestado para que concurriera a declarar. Las prioridades de Katiuska habían cambiado en el camino: ya no aspiraba al fervor de las masas pospuestas por la Ley sino a retribuciones más consistentes. Como si fuera poco, con ejemplar diligencia, Katiuska y la fiscal principal solicitaron copia certificada de la sentencia correspondiente… ¿para llevársela a alguien? Quien lo sabe. El caso terminaría en el tribunal de Mikel Moreno. De gigante de los Preceptos, descendió a la banda de los enanos morales.

Por lo demás, su carrera no llamaba la atención. A ningún sediento de Justicia se le ocurría su nombre como garantía de reparación. Más bien se fue hundiendo en la fangosa categoría de ficha segura en la cadena de la servidumbre voluntaria. Y fue así como este jueves recaló en la circunstancia de solicitar una orden de privación de libertad contra Manuel Rosales, uno de los líderes más visibles de la oposición venezolana, por el delito de enriquecimiento ilícito.

De ser una abogadita más, figura anónima de quien nadie puede dar razón, Katiuska pasó a llenar decenas de páginas en Internet, donde existe exclusivamente en vinculación con una medida que viene a dar cumplimiento a la orden vociferada hace unos meses por Chávez; y que debe haber dado tumbos por el degradé de la servidumbre hasta que llegó a Katiuska, último eslabón de la infame leontina, instrumento ciego de la destrucción de sus quimeras juveniles. Pobrecilla. Otra mariposa que se quema al acercarse a la llama de la tiranía.

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