Opinión Nacional

Policías confundidos

Las noticias de Venezuela son perturbadoras… otra semana, otro día más.

3 estudiantes asesinados y otras 3 heridas por una suerte de «comando de la muerte» que se encontraba en operativo buscando el asesino de un funcionario de la policía militar (DIM). Un grupo de policías, la mayoría de la DIM, vistiendo pasamontañas para cubrir sus rostros, con armas en la mano, con automóviles sin identificación. Los muchachos pensaron que iban a ser asaltados y aceleraron. Los policías les dieron voz de alto, pero ¿cómo saber que eran policías y no delincuentes? Los encapuchados los persiguen, disparan y hieren a una, los acorralan, los muchachos gritan que son estudiantes, los hacen callar y les llaman “ratas”, según últimas versiones de testigos (porque toda la calle vio) los maniataron, los patearon y los tirotearon. Se llevaron los cuerpos, y una multitud de policías que llegan tarde al lugar siembran armas y limpian el sitio de evidencias. 13 disparos al carro. 10 en uno sólo de los jóvenes. Una de las muchachas con un tiro en el cuello a quemarropa, la pólvora le «tatuó» la piel. Una peleando por su vida, otra providencialmente fuera de peligro.

3 jóvenes venezolanos prometedores torturados y muertos por… ¿mala suerte?
De la felicidad de salir bien de un examen a la realidad de terminar la vida en una situación que no debiera haber ocurrido jamás.

Y ahora el gobierno pareciera desvincularse del asunto como si no tuviera responsabilidad o conocimiento en cómo operan los cuerpos de seguridad mandando investigaciones exhaustivas y prometiendo que se hará justicia. Como si fuera novedad que la policía comete abusos y desmanes y usa pasamontañas. Pero siempre, dolorosamente, hacen falta unos muertos, para que la gente se movilice y para que haya una respuesta oficial y oficiosa. Me pregunto si el gobierno hubiera reaccionado igual de no convertirse este caso en un potencial polvorín de protestas y desorden en las universidades nacionales.

Este no es un caso excepcional de abuso de poder policial con resultados trágicos.

No es el producto de un comportamiento ilegal de algunos oficiales de los cuerpos de seguridad. Las manzanas podridas del lote. Cosa atípica fuera de la norma. No.

Están los escuadrones de la muerte en Portuguesa. Los ajusticiamientos en Táchira. En Guárico, y casos y casos en casi todos los estados de Venezuela por las distintas policías estadales. Casos de secuestros, asaltos y ajusticiamientos en las plenas narices de los policías que dejan la duda de si incompetencia o complicidad.

Emblemático el allanamiento al colegio Hebraica, en pleno día de clase con los niñitos llegando a ellas, por una referencia a una bomba con mecanismo hecho en Israel (vaya confusión) en el caso del fiscal Anderson. Otra muerte que conmocionó al país por lo atípica de su violencia y por lo relevante del personaje. Caso del cual todavía no se sabe culpables intelectuales y existen otros dos muertos tiroteados en situaciones irregulares que no se pueden defender gracias a la “efectiva labor de investigación” de nuestros policías donde también se dejaron ver, por cierto, con pasamontañas. Caso donde hay, aparentemente, secretos y hechos incómodos para el gobierno en un interminable maraña de teorías que pareciera “encangrejarlo” cada día más.

Licencia para matar, detener, allanar sin órdenes judiciales a discreción de los «vigilantes de la ley y el orden».

Importante… No es tampoco algo exclusivo de este gobierno.

El abuso criminal y la ineficiencia de las policías (metropolitana, técnica, política y militar) en Venezuela han sido constantes históricas – recordemos el grupo Gato, el caso del Amparo, entre otros – . Quizás ahora son más flagrantes u obvias o sencillamente están alcanzando un pico de desmanes en medio del desorden jurídico que vive el país con esta administración.

Con la acelerada descomposición del sistema judicial y la ausencia de la administración de justicia se garantiza impunidad no solo a los criminales de calle, sino a los de cuello blanco, y a los policías que entonces no tienen coto en el ejercicio de sus funciones. Policías que siguen órdenes ciegamente o que se convierten en jueces y verdugos.

La verdad es que no me importaría nada de las divagaciones, desvaríos y epifanías en materia ideológica de este gobierno, ni si traen cubanos o no, o si cuentan papeletas de voto o no, si no existieran tantos muertos sin justicia hecha, tantas familias destrozadas de dolor por crímenes que no encuentran quien los desentrañe y sean castigados. Crímenes causados por la delincuencia común y por la delincuencia legitimada en un uniforme.

Ojalá se cumpla la promesa del castigo, que los culpables vayan presos como tienen que ir. Sin penas conmutadas sorpresivamente o «nuevos elementos» en las averiguaciones que los eximan.

Una de las versiones dice que los policías se confundieron. Dijeron que pensaban que el carro era otro que pasó antes echándoles plomo. Versión aparentemente elaborada para eludir responsabilidad y encubrir el hecho y descartada por las autoridades. Otra versión dice que pensaron que en el carro de los estudiantes iba el que buscaban por el acelerón que echó al verlos. También descartada porque testigos dicen haberlos oído decir que tenían órdenes de 3 muertos y ya (¿quién daría esas órdenes y porqué?)…

Sea como fuere y lo que fuere que estos policías tenían en sus mentes esa noche, estoy segura de que estaban realmente confundidos. De que pensaban que ser policía es andar armados y encapuchados con un pasamontañas, sin identificación visible y al que les parezca “malo” o “sospechoso” pegarle un tiro sin avisar, sin identificarse como policías, sin leer derechos, sin detener a nadie para interrogar, sin ser atacados sino porque sencillamente les parece y, en fin, porque les da la gana.

Como se le mire, la situación apunta a que si no hubieran sido estos muchachos hubiera terminado muerto el que buscaban. Porque ¿para qué los pasamontañas y la ausencia de identificación y uniformes? Es de conocimiento popular que los policías vengan las muertes de los suyos y como no hay garantía de juicio, la cárcel no es venganza ni justicia, porque no hay cárcel sino para los que no tienen dinero y conexiones. Así que tampoco hay detenidos sino «muertos en enfrentamientos».

Sé que en estos organismos debe haber funcionarios dignos que cumplen con su deber. Ser policía debe ser bastante difícil. Enfrentarse cotidianamente a lo vil del ser humano, arriesgar la vida como trabajo no es nada de envidiar, así como estar dispuesto a acabar con la vida de otro si es necesario en el cumplimiento de su labor. Por esa misma razón quienes son policías debieran ser personas excepcionales con una clara idea de lo que es la ley y de lo que es delito y dónde se encuentra la línea que los separa, para no cruzarla.

En Venezuela queremos justicia, sin tintes políticos, con valentía por parte de las autoridades para enfrentar errores y decir mea culpa y castigar ejemplarmente no sólo a los responsables de este crimen en particular sino a todos los culpables de delitos, desde el raterismo callejero, pasando por violaciones y asesinatos, hasta delitos de cuello blanco y corrupción.

Y queremos policías responsables. No queremos policías confundidos.

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