Opinión Nacional

Políticos vegetarianos

Llegar a conceptualizar al Estado venezolano como una mafia y aceptar finalmente que la palabra idónea para definir su versión del socialismo es el control, implica acercarnos a la filosofía de uno de los grandes autores del siglo XX, William S. Burroughs. El autor de Naked Lunch, la más importante novela de la contracultura, proclamaba la necesidad de ir más allá de los confines mentales de territorios controlados por la policía. Al percatarnos de la creciente utilización del miedo como razón de Estado, siguiendo las recomendaciones de una de las mentes más lúcidas que hayan transitado este planeta, como lo fue la suya, empezamos a ubicarnos. La amenaza contra los empleados públicos fue la principal estrategia electoral del gobierno, fallida pero real, y ese gesto nos remite a otros eventos que podrían ayudarnos a entender el significado político del 04/12.

Al igual que el fenómeno de la Perestroika, lo ocurrido durante la jornada electoral fue tomado directamente de una de las teorías de Freud: el principio del placer. La gente no fue a votar por cálculos políticos, no se rebelaron de manera silenciosa siguiendo las indicaciones de los dirigentes adecos o justicieros, sino que se expresaron de la manera más libre y escandalosa. Brotó el ello del inconsciente venezolano, el Id diría el padre del psicoanálisis, e impulsivamente expresaron su voluntad política, enviándole un mensaje al curador de los archivos criminales del CNE. El declive de la mafia del Partido Comunista se inició en el período comprendido entre la muerte de Brezhnev y el breve reinado de Yuri Andropov, jefe de la KGB, un hombre asqueado por la corrupción de los jerarcas del Partido que se empeñó en desatar investigaciones independientes contra el enriquecimiento obsceno de los revolucionarios de su país, fuesen civiles o militares. Al morir Andropov en 1984, Chernenko se convierte en Secretario General del Partido Comunista y comete el error de nombrar a Gorba como su número dos. El 2 de noviembre de 1987, en el 70º aniversario de la Revolución Bolchevique, Mikhail Gorbachov pronunció un discurso capaz, aún más que el pronunciado por Kruschov a la muerte de Stalin, de expresar todos los agravios de la sociedad civil soviética contra la mafia del Estado. Lo relevante a destacar es que el inicio de la Perestroika fue un acto de revisión histórica, la negación a aceptar la visión oficial de la historia que ofrecían los rectores de las instituciones soviéticas y los dueños de las estadísticas oficiales.

La organización de la sociedad civil rusa, de la cual fue portavoz el físico Andrei Sakharov, Premio Nóbel de la Paz en 1975, arranca con Memorial, una ONG fundada por un grupo de historiadores empeñados en mostrar los verdaderos números de la represión y la magnitud del uso del terror como razón de Estado. El historiador Yuri Afanasyev, como reseñó David Remnick en La tumba de Lenín, un logro del periodismo investigativo que le ganó el Premio Pulitzer, pudo dar a conocer gracias a Memorial, que la KGB había arrestado entre 1935 y 1941 a 19.800.000 personas, de las cuales siete millones fueron ejecutadas en las cárceles del Estado. La revisión histórica realizada por esta ONG le dio fuerza a los disidentes para enseñarles a sus compatriotas que vivían en las ruinas de una horrible pesadilla histórica. No era posible arremeter contra esa alucinación colectiva sin denunciar que las relaciones intergubernamentales no eran diferentes a las que mantenían unidas a una gran familia mafiosa. El Estado socialista era una mafia de hampones asesorada conceptualmente por aventajados ideólogos, como los que se dieron cita aquel día de 1987 cuando Gorbachov dio su discurso, un evento presenciado por Fidel Castro y Daniel Ortega, ninguno de los cuales se dio por enterado de la rebelión silenciosa pero inexpugnable que corroía los cimientos del poder soviético.

Ministerio del Amor llamaba George Orwell al Ministerio del Interior y Justicia del país imaginado en su novela 1984, un organismo judicial que podía imponer sentencias de quince o más años a cualquiera por perturbar la calma revolucionaria del Estado. El verdadero terror no es selectivo sino arbitrario, trabaja al azar, a veces cae sobre sindicalistas, otras sobre amas de casa que protestan por planillas planas, pero siempre forma parte del diseño de una estrategia de gobierno. Stalin murió en 1953 de un infarto, si le seguimos la corriente a la historia oficial, pero antes de marcharse a su nuevo destino sostuvo que los revolucionarios que se negaban a utilizar el terror como arma política eran vegetarianos. La única estrategia democrática contra el terror es el desenmascaramiento histórico, la negativa a aceptar como datos reales a las cifras imaginadas por un CNE que nadie acepta ya y que, siguiendo las recomendaciones de los organismos internacionales invitados por el gobierno, debe ser sustituido antes de las próximas elecciones.

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