Opinión Nacional

¿Por qué el castromadurismo podría encarcelar a Capriles?

De algo puede estar seguro el país: Henrique Capriles no está sentado al frente de su casa esperando que pase el cadáver del castromadurismo, ni en alguna isla del Caribe pendiente de oír las noticias de su fallecimiento por las cableras y las redes sociales.

No, al contrario: Capriles no se ha tomado un solo día de descanso tan pronto se conocieron los resultados de las pasadas elecciones presidenciales del 14-A, y ya sea denunciando lo que a todas luces fue un monstruoso fraude electoral, o la creciente e intolerable cubanización del país, el líder de la MUD y de la oposición democrática, no le ha dado tregua a sus adversarios.

Está empeñado ahora el también gobernador del Estado Miranda, en acompañar a los candidatos a alcaldes de la oposición en la derrota que le aplicarán al gobierno en los comicios del próximo 8 de diciembre, y vaya si no se trata de un trabajo de resultados sorprendentes y arrolladores, con un Capriles regresando a las calles de ciudades, pueblos y campos de Venezuela, para ser recibido con el fervor y el entusiasmo de siempre, por millones de hombres y mujeres, que sienten que otra cita a la que no deben faltar les espera, para demostrar que no soportan ni un día más de socialismo, autoritarismo, cubanización y dictadura.

 

Es un huracán que quizá no se sienta en toda su furia y destrucción por el control de los medios audiovisuales que vienen perpetrando “Maduro y sus generales”, desde que se apropiaron -mediante el expediente del fraude del poder- pero que basta con estar situados cerca de sus centros y epicentros para percibir que “algo está pasando”.

Sobre todo ahora que los 29 millones de venezolanos están azotados por el hambre, la carestía y el desabastecimiento, y ante la perspectiva que al primer país productor de petróleo del mundo occidental, el que hace apenas 5 años vivió el más largo y rentable ciclo de alza de los precios del crudo, se le aplique la libreta de racionamiento cubana.

Cuesta creerlo: pero en Venezuela el socialismo fracasó en medio de la más grande bonanza económica que había conocido el país, y dilapidando recursos con los que se pudo cabalmente salir de la pobreza, y reconvertir su infraestructura de servicios, industrial y agroganadera para colocarla a la vanguardia del desarrollo económico y tecnológico de la región.

 

Hoy somos una nación que mendiga lo que se le pueda vender -y ¨fiado¨- en los grandes centros productores continentales y mundiales, de la misma manera que Cuba nos mendigó una vez y continúa haciéndolo, o Corea del Norte usa el chantaje de sus supuestas armas nucleares para que le procuren comida, combustible, alimentos, vestido y calzado.

 

Columpiado en fantasías como el viceministerio de la Felicidad, o la promesa de que el próximo año la producción de crudo alcanzará los 4 millones de barriles diarios, cuando importamos la tercera parte de los crudos que exportamos porque PDVSA ha sido devastada.

Por tanto, rodando por la pendiente de una creciente fascistización, con un presidente que juega a comportarse como el comandante en jefe de la FAN, cuando no es más que el títere de un grupo de generales del Ejército, con actividades sospechosas de disímiles ilicitudes.

 

Se reveló hace un mes cuando unidades de la Armada detuvieron a un buque de bandera norteamericana que, con permiso del gobierno guyanés realizaba exploraciones petroleras en aguas del territorio en disputa del Esequibo, y el comandante general de la Armada, Gilberto Pinto Blanco, dio órdenes de abordarlo y detenerlo sin esperar autorización ni de la ministro de la Defensa, Almirante, Carmen Meléndez, ni del presunto comandante en jefe, Maduro.

Quien, por cierto, después se llevó un abucheo de oficiales de ese cuerpo en una reunión que convocó en Fuerte Tiuna y fue obligado a sostener que los títulos de Venezuela sobre el Esequibo se mantienen innegociables e intransferibles y no pueden ser objetos de eventualidades políticas como el sometimiento de nuestra política internacional a los intereses cubanos.

Maduro abucheado, vapuleado, y ninguneado en Fuerte Tiuna, un secreto bien guardado que por supuesto no llegó a los medios censurados, autocensurados y amenazados, pero que a las horas fue motivo de comentarios y celebraciones en todos los cuarteles de Venezuela.

 

En los mismos donde se espera que nuestro pueblo vote el 8 de diciembre de manera abrumadora, conmocional y cataclísmica por los candidatos a alcaldes de la oposición, y no haya más duda en cuanto a que, en Miraflores se encuentra un inquilino moroso, y debe pagar, no solo por el fraude que cometió, sino por haber usurpado la voluntad de los venezolanos.

Día en que, igualmente, Henrique Capriles ratificará su condición de líder de las mayorías nacionales, es el legítimo presidente del país y no será sino cuestión de meses, máximo de un año, para que se ponga a la cabeza de la conducción de Venezuela.

Que es también de reconstrucción del territorio, de las instituciones, de la infraestructura y de la economía que, por 15 años destruyeron los cubanos y sus títeres criollos, los castrochavistas primero, y los castromaduristas ahora, que han permitido que nuestras fronteras sean traspasadas impunemente por cubanos, guyaneses, iraníes, rusos, bielorusos y chinos.

 

Unos presuntos “aliados estratégicos” que le han entrado a saco a nuestras riquezas, apropiándose de extensas reservas de petróleo, gas, oro, diamante y hasta de cientos de miles de hectáreas de cultivo como las que acaban de cedérsele a China para que las desarrolle y explote a su haber y entender.

Tampoco hay más empresas de Guayana, destruidas por la incompetencia, la dilapidación y el robo y convertidas en maquilas de transnacionales del aluminio como Glencore, que se cobra con la entrega de la producción de Alcasa el pago de su nómina.

Una quiebra de la economía venezolana en el sentido más estricto del término, que solo espera por el cartel de liquidación y porque sean las mayorías nacionales -quienes con sus votos- den otro paso el próximo 8 de diciembre, para que la patria de Bolívar ponga fin al peor momento de su historia.

 

 

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