Opinión Nacional

¿Por qué me persigues?

Hay gente que no se ha conseguido a si misma y persigue a otros. Hay otros que se sienten perseguidos por una sombra infaltable, eso que llamamos consciencia y no encuentran como evadir la persecución y siguen corriendo, esperando que la sombra se desvanezca.

        El Poder cree a veces que lo persigue la Historia. Por eso la culpa de sus desafueros. Y dice que sólo es una paja impulsada por su avasallante viento. Y resulta ser que ni la menor brisa emana de esa Historia. La gente no vive de su pasado, la gente vive su presente y la Historia tambien se vive cuando se tiene memoria de los acontecimientos, de lo contrario desaparece en el Alzheimer colectivo. Y a eso juega el Poder. Juega a dejar a la gente sin memoria, sin libertad de consciencia, porque él es el primer interesado en castrar la suya. Quiere poner su sombra detrás de los demás para que no se proyecte la propia  y no  se evidencie ante los otros la persecución, que es mas propia que de la Historia.

        Saulo transitaba el camino a Damasco. Su cabalgadura iba en paso reposado, haciendo juego con las cavilaciones del jinete, susurrando un silencio donde el caballero pudiera ratificar su rumbo. El sol radiante tiene horas impactando el rostro llenándolo de sed, de ansias de llegar, a la vez que ensaya un soleado interrogatorio al soldado que combate a la indefensión, a la inocencia que no lucha por su vida, al testimonio cuyo único recaudo es la fe y cuya única ilusión es la esperanza. Una esperanza que él, el centurión exterminador, corta con un movimiento de espada convertida en guadaña. Así decapita a quienes llevan a su Dios en sus cabezas y lo alimentan en su corazón.

        Lo que si tiene Saulo es un César, a cual  debe lealtad pero tambien pleitesía. Hace tiempo, los Dioses dejaron de ser inmortales, cuando al Poder se le ocurrió que era menester para capitalizar el dominio proclamarse Rey del tiempo, amo de las creencias, señor de las vidas de otros, y ser eternamente soberano aun después de la muerte. Por eso todo el oro debía ser del Rey, porque el sólo puede brillar.

         “Solo César puede brillar, solo el puede ser el amo del oro y las creencias. Pero si solo él brilla ¿Por qué tambien lo hace el Sol? ¿Y por qué para que el César brille, tengo que matar a tanto cristiano, y ya llevo miles, y ese Sol de este camino me mira tan duro y este caballo cada vez camina menos”. De pronto, la cabalgadura avizora una veta de agua y en un raudo movimiento tumba al jinete que la forzaba a un rumbo sin agua de premio y sin comida a la vista. En su caída, el jinete  cruza el báculo que llevaba en la mano junto con su rienda y el sol le imprime la sombra de ambos solapados en su retina. Al cerrar los ojos expuestos frente al sol avasallante, la imagen eidética hace que el báculo deje de serlo y que la rienda se despoje de su identidad. Lo que ve el hombre del yelmo caído es una cruz y una voz interior que le increpa ¿A quien persigues? “Si solo estoy Yo en el camino, entonces me persigo a mi” .Vuelve a cerrar los ojos y el efecto de la cruz ya se viste de conciencia y pregunta ¿Por qué me persigues?. Y el  hombre sin fe tomó la de sus perseguidos para no perseguirse a si mismo. Y desde ese momento se santificó. A veces la esperanza que procuras, Poder, se encuentra en la esperanza que persigues. Eres un pequeño Dios de tus hechos, pero no te bastan para tapar la luz del Sol y sus revelaciones.

 

 

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