Opinión Nacional

Principios y derechos

Ni los principios ni los derechos se «negocian». Se exigen. Se imponen. Se ejercen y punto. Pero si se puede lograr una negociación que no comprometa los principios, y que no signifique renunciar a los derechos, ésta no sólo es válida, sino deseable.

Quizás la palabra adecuada no sea «negociar». Porque negociar implica un intercambio, un toma y dame, que cuando se trata de derechos y principios, no aplica. La palabra debe ser diálogo, un diálogo franco y claro, que ponga las cartas sobre la mesa, y exija que se cumplan los derechos, manteniendo, por supuesto, los principios. Como dijo Pompeyo Márquez, «!Venezuela necesita diálogo, y estamos ofreciendo diálogo a quien quiera dialogar!».

No se trata de un «en vez de», sino de un «además de». No sé por qué nuestra cultura es la del «en vez de». Aquí asumimos que cuando no es una cosa, es la otra, aún en casos en que ambas posibilidades no son mutuamente excluyentes.

Pensemos por un instante en un estudiante que presenta ante un jurado, que debería ser imparcial, su tesis de grado. Su profesor guía, otros expertos notables, y asesores del exterior, le aseguran que no sólo aprobará, sino que obtendrá una mención honorífica, por lo impecable de su trabajo. El estudiante presenta una disertación brillante, que arranca aplausos de admiración en el público asistente, incluso de aquellos que en un principio no estaban de acuerdo con los postulados de la tesis. Y cuando el jurado delibera y dicta el veredicto, el joven resulta aplazado.

El estupor de todos es mayúsculo. La indignación también. El jurado le ofrece, como graciosa concesión, que vuelva a presentar la tesis. Bajo similares condiciones, con el mismo jurado. El estudiante, por principios, no puede aceptar, porque sabe que el resultado será igual de adverso y por encima de todo, porque habiendo aprobado, no debe ni tiene por qué ir a reparación.

Y entonces se abre una posibilidad de diálogo: los asesores extranjeros ofrecen al jurado una nueva manera de evaluar la tesis, y el joven, sin renunciar a sus principios, ve abierta una posibilidad de que se reconozca la calidad de su trabajo.

¿Qué hace?… ¡Pues yo pienso que por pragmatismo, y ante la seguridad de que se cumplirá su objetivo de aprobar su tesis con honores, y graduarse, debe acoger la propuesta de los asesores internacionales!. Ahora bien, si el jurado se niega a toda posibilidad de evaluar la tesis de esa nueva manera, el joven no puede ceder ni un milímetro, ni caer en la nueva trampa cuyo resultado conoce de antemano.

Los asesores extranjeros, entonces, levantarán un expediente, y apoyarán al joven cuando presente su caso ante organismos competentes nacionales e internacionales.

El joven aprobará su tesis con honores y se graduará.

Con todo pragmatismo, los principios y los derechos no se negocian.

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