Opinión Nacional

Privilegios y Auctoritas en el IBIC

Días atrás y en entrevista periodística, el vice-ministro de Planificación y Desarrollo del Ministerio de Ciencia, arquitecto Luis Marcano, delineó las políticas públicas que servirán de referencia a los proyectos de investigación científica y tecnológica que se lleven a cabo en el país, especialmente en el IVIC. Según su evaluación, esa institución no cumple con una función social por lo que -se intuye- debe ser reformada. De especial preocupación al alto funcionario son los alarmantes «privilegios» que disfrutan sus investigadores, los cuales -se intuye- deben ser eliminados. Sin mayores detalles, el alto funcionario pasó a estado de sospecha no sólo lo que muchos han demostrado ser importantes y significativas contribuciones al conocimiento, sino al modo y manera como ese conocimiento es obtenido; lo que los sociólogos llaman el ethos del IVIC.

Si la admonición ministerial implica promover el ingreso de nuevos talentos y frenar la pérdida de cerebros; dotar a los laboratorios de equipos y bienes de consumo; renovar su herida e incompleta biblioteca; actualizar salarios de miseria; o establecer un plan de adquisición de bienes esenciales, como vehículos o vivienda mediante créditos blandísimos como los que concede el Banco Industrial a los militares, bienvenida sea la poda y dediquémonos a reescribir el DRAE; padecer carencias pasaría a ser sinónimo de gozar prerrogativas.

Empero, si la amonestación está dirigida a eliminar las características fundamentales del contrato social del IVIC, como lo ha sido la búsqueda sin trabas ni cortapisas de nuevos conocimientos que desafíen la imaginación; el libre juego de ideas sin discriminación por sexo, edad, convicciones u origen social; o la valoración del personal por pares académicos y en base a méritos cuantificables, estrictamente profesionales e intelectuales, continuemos dedicados a rescribir el DRAE, ya que valores éticos sería lo mismo que privilegios. También, preparémonos a redactar el obituario de la ciencia en Venezuela.

Para enderezar al maltrecho IVIC, debería requerirse de un diagnóstico, un plan y un liderazgo. El diagnóstico ya fue hecho mediante las dogmáticas declaraciones. En cuanto al plan de reorganización, este debe ser clandestino ya que nada ha sido hecho del conocimiento público, mientras que la auctoritas de los mandos institucionales está abierta a cuestionamiento. En efecto, a parte de la legitimidad del Director en el ejercicio del cargo -fue abrumadoramente rechazado por sus colegas durante la consulta para su nominación- cabe la pregunta si él, junto al subdirector, estarían dispuestos a mostrar el camino a subordinados e inmolar fecundas carreras científicas desarrolladas en la Institución durante los últimos cuarenta años.

Como autoridades del IVIC, ellos serán los encargados de ordenar al personal científico bajo su cargo que dejen de investigar en lo que por años han venido haciendo y comiencen a trabajar en materias escogidas por el politburó, para brindar soporte técnico a iniciativas objeto del capricho presidencial. Ellos deberán dejar de lado sus estudios sobre las deformaciones quánticas de sistemas hamiltonianos (sic) o la estructura molecular de la cabeza de la miosina de los músculos de la tarántula (sic), para dedicarse a explorar, codo a codo con sus subordinados, cómo preparar el queso telita para exportación, primordial requerimiento de la Misión Mamá Carabobo; la revalorización del babandí, de inmediata necesidad para los disfuncionales beneficiarios de la Misión General en Jefe Cipriano Castro o; fantasear sobre nuevas aplicaciones para las cataplasmas de malhojillo, punta de lanza del recetario mágico de los babalaos de la Misión Orisha.

Si bien el silencio de las autoridades del Instituto sobre las elucubraciones y dictámenes del vice-ministro indica conformidad, el emprender el proceso de transformación les brindara la oportunidad de mostrar compromiso dando el ineludible ejemplo. Lamentablemente, mucho me temo que tanta disciplina partidista y desprendimiento profesional, que podría alcanzar niveles de sacrificio cuasi heroico, no llevará a feliz término la conversión de lo que solía ser el mejor centro de investigaciones al sur del río Grande, en el revolucionario Instituto Bolivariano de Investigaciones Científicas. No le veo futuro a explorar los derroteros de una ciencia como la que el vice-ministro aupa: pseudo, en atención a aquello de nueva; parroquial, por lo de endógena y; populachera, en vez de social.

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