Opinión Nacional

Problema del futuro

Aunque parezca una contradicción, hemos de admitir algunas circunstancias controversiales como el hecho que con triste notoriedad, los generales se preparan para una guerra que acaba de terminar o quizás nunca comience, y en forma no menos desafortunada, los políticos pugnan por resolver los problemas de la generación pasada. Ellos tienen una buena razón para hacerlo así. El público votante está familiarizado con los problemas del pasado ya que los vivió en carne propia y los conoció de primera mano. En cambio los problemas del futuro, que apenas se asoman en el horizonte, le parecen teóricos, distantes o que tal vez estén en el imaginario de una sociedad alarmista. Sin embargo, el votante término medio conoce muy bien las deficiencias por ejemplo: el transporte público, el drama de la inseguridad agobiante y además puede imaginar también la comodidad y utilidad de tener un automóvil particular o un techo propio decente, pero los problemas del aire envenenado y los daños causados a la capa de ozono parecen absolutamente teóricos en el mejor de los casos. La viabilidad de la democracia en este siglo de grandes retos, dependerá en buena medida de que los políticos de cualquier parte o país sean capaces de obtener apoyo para tomar decisiones impopulares que no se enfoquen en los conocidos problemas del pasado, sino en los desafiantes problemas del futuro en donde la promesa engañosa o el populismo simple y descarado no encuentran espacio ni cabida. Nuestra concepción actual de la democracia sigue siendo retrospectiva, como el enfrentamiento entre el capitalismo vs. el comunismo o particularmente el socialismo, así como elevar los niveles de riqueza individual. Esto esta muy bien, pero ¿cuales serán los problemas con los que muy probablemente tendrán que lidiar nuestros hijos y nietos? Por supuesto, persistirán los problemas que han plagado a la humanidad en todas las épocas, como los de la coexistencia individual humana y los del conflicto comunal agravado con los problemas que aplacemos por que antes nos tenemos que ocupar de hacer la guerra para defender la democracia o “nuestra forma de vida” como una manifestación más del problema de la comunicación cultural y la necesaria tolerancia hacia los demás.

Puesto que la democracia implica un compromiso con la resolución no coercitiva de los conflictos, depende en forma vital de la transmisión de los valores compartidos que hace posible este tipo de resolución. Democracia en el buen sentido de la palabra es básicamente una discusión: la sustitución de la confrontación por la comunicación razonada en un escenario cooperativo y no competitivo, como medio para resolver esos conflictos. No obstante, la discusión requiere un marco de entendimiento y respeto mínimos compartido, la voluntad y la capacidad de escuchar y comprender, y estar dispuestos a someterse a normas y reglas comunes e iguales a las partes actuantes, para así evitar el crecimiento o arraigo de un problema típico de nuestros días como es la tendencia dominante hacia la polirazación y no a la integración, hecho que arrastra cada vez más a una ruptura casi insalvable entre los privilegiados del poder económico y político y los desposeídos de una sociedad que pierde sensibilidad día a día. La tarea más apremiante de la democracia en este siglo, será obligadamente generar una apreciación más noble y sustentable del propósito de la vida y la sociedad, así como generar un necesario consenso social y cultural que haga posible la resolución de los conflictos por medios no coercitivos o asistidos por la razón y no por la fuerza. ¡Ese es el Reto!

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