Opinión Nacional

Protestas, despotismo, referéndum y rebelión

La reacción de los venezolanos frente a los problemas que los agobian, causados por la incompetencia gubernamental, tiene a Hugo El Cubano con jaqueca y con su tradicional diarrea exacerbada. Parece intuir que se está acercando aceleradamente al final de su mandato. 

El desastre total que su gobierno provocó en el sistema eléctrico lleva directamente a una crisis nacional que significa no solamente oscuridad, que ya su gobierno ha sembrado bastante, sino a una quiebra de la economía nacional con la casi paralización del aparato productivo, incluida la paralización virtual de lo que queda de la industria petrolera.  Las consecuencias políticas y sociales, ya se dejan ver en las sostenidas protestas de la población en toda la nación. Protestas que son reprimidas con inusitada violencia y salvajismo por parte de los cuerpos represivos y los grupos paramilitares armados del gobierno.

Igualmente grave, no solamente para la economía sino, peor aún, para la salud de los venezolanos es la escasez y los racionamientos de agua causados igualmente por la incompetencia de los acólitos y favoritos del dictador. La solución propuesta por Hugo El Cubano, revela su mentalidad atrasada y la orientación general de su acción de gobierno: primitiva y preñada de ignorancia: bañarse con totuma y en tres minutos.

Sobre la inseguridad no hacen falta comentarios. El hampa con el moño suelto hace de las suyas ante la mirada indiferente y complaciente del dictador. La inseguridad y la ola de muertes son componentes fundamentales de la política oficial que tiene como finalidad acostumbrarnos a vivir bajo la sombra de un miedo permanente.

Nuevamente, el sectarismo, el talante totalitario del régimen lo ha llevado a cerrar nuevamente a RCTV. Ha puesto a RCTV fuera del alcance de los venezolanos, cercenando así la libertad de expresión y el derecho a la información. Esta despótica acción gubernamental, ha contribuido a que un mayor número de ciudadanos adquieran conciencia de que no vivimos en un estado de derecho y que la libertad y la democracia son valores perdidos que solamente pueden ser reconquistados por los venezolanos en las calles. Las protestas en todos los rincones del país, encabezadas por el movimiento estudiantil, tienen al gobierno de cabeza. La ingeniosidad y las tácticas del movimiento estudiantil ante la represión y la violencia policial y militar, tienen a los sicarios de la dictadura desconcertados y fuera de balance.

Así las cosas, apartándose por un momento del disfrute de la belleza de la capital del Imperio los lugares especializados de M Street y Wisconsin Avenue, tan propicios para momentos románticos,  su empolvado embajador en la OEA, escribió un quejumbroso análisis en el que anuncia, todo lleno de una angustia y un pavor que le producen grandes e irreprimibles contracciones involuntarias en lo más recóndito de su ser, que pueden perder las elecciones parlamentarias. Desde luego, aclara presto, no gracias a su comandante sino a la ineficiencia de los funcionarios chavistas, que no son capaces de seguir el paso de vencedor de su líder. El embajador, se ha convertido en el nuevo teórico del chavismo en abierta competencia con Ceresole.  Lo que parece olvidar este eterno adulante, es que a los dictadores no les gusta escuchar malas noticias.

Y Hugo El Cubano, a pesar de su torpeza y la ceguera que envalentona a quienes detentan las armas y el poder, ve que su régimen autoritario se quedará sin “gasolina” [iba a decir castrado, pero no cuadra…] cuando en las próximas elecciones del mes septiembre pierda la mayoría en la Asamblea Nacional. Olfatea, con razón, que se puede quedar sin la jaula de las focas, sin el palacio de los jalabolas. Que tendrá que rendir cuentas ante una Asamblea que ejercerá sus funciones de control de la administración con rigurosidad. Le quita el sueño que la nueva asamblea investigue la corrupción galopante del régimen desde el primer día de su gestión, es decir desde el Plan Bolívar hasta el grosero negocios de los bonos y las notas estructuradas, pasando por la intermediación de Cuba, en todas las compras internacionales de la República, para poner a buen resguardo en el Mar de la Felicidad las comisiones de los jerarcas del régimen. 

Ante este ominoso cuadro que enfrenta el dictador, pretende que el país se olvide de todo y que los demócratas convoquemos a un “referéndum revocatorio”. Tan desesperado está que ha ofrecido convocarlo él mismo. La verdad es que este tipo cree que los venezolanos somos pendejos. Con lo del referéndum revocatorio persigue dos objetivos: uno desviar la atención de los graves problemas que afectan a la población y sus consecuencias políticas. Y el segundo, muchísimo más importante para el régimen dictatorial, que es millones de venezolanos firmaran para solicitar el referéndum revocatorio y así actualizar la infame Lista Tascón o Maisanta. Se busca poder identificar a quienes protestan y así facilitar las  labores de retaliación y represión. La institución del referéndum revocatorio quedó de hecho derogada, cuando Hugo Chávez convirtió su solicitud en un instrumento para la represión selectiva, pero implacable contra los firmantes.

Finalmente, no hay que olvidar que la alternativa electoral es UNA de las alternativas para derrotar al régimen, pero que no puede ser la única a considerar para salir de la pesadilla.  La preservación de la integridad de la república reclama el fin del régimen chavista en el más corto plazo posible. Y para ello hay que superar el temor a ser llamado golpista o desestabilizador, cuando lo que se hace es luchar contra el despotismo.  Mejor ser llamado hoy golpista o desestabilizador por la canalla chavista, que ser llamado mañana cabrones y cobardes por nuestros hijos y nuestros nietos.

Sobre este tema quiero finalizar con dos citas, por demás claras y pertinentes, la primera de Aníbal Romero (El Nacional, 8 de Julio de 2009): 

“La más noble tradición del pensamiento político occidental, es decir, la tradición que coloca la libertad del ser humano como valor fundamental de la política, ha proclamado siempre el derecho a rebelarse frente al despotismo. Desde Pericles y Cicerón hasta Tomás de Aquino y John Locke, los defensores de la dignidad del ser humano han sostenido que rebelarse contra un régimen tiránico es legítimo. Tomás de Aquino fue inequívoco al respecto, y enfatizó que la perturbación de un régimen despótico no es sedición, sino un derecho que asiste a la persona humana, que “no está obligada a obedecer a los superiores si le mandan algo fuera de los límites de su autoridad”…(omissis)… Se ha creado una calamitosa confusión en numerosos comentaristas, que se distraen e intimidan ante el término “golpe de Estado” y pierden de vista lo esencial, es decir, el derecho legítimo a la rebelión frente al despotismo. Por ello, como he argumentado otras veces, considero que ese derecho ya asiste a los venezolanos ante el régimen imperante, que ha quebrantado irremediablemente la confianza que le llevó al poder. Chávez no fue electo para imponer a la fuerza, como pretende, un sistema comunista y continuista, sino para reformar y mejorar la democracia representativa sin destruirla…”

Y la segunda de la obra inédita del comunicador social Luis García Planchart, “Del Populismo al Estalinismo”:

“Me habría gustado poder observar las caras del general Charles De Gaulle o del doctor Leonardo Ruiz Pineda si algún dirigente opositor, durante los gobiernos del Henri-Philippe Pétain o de Marcos Pérez Jiménez, les hubieran sugerido –como se nos propone ahora a los venezolanos- la resistencia democrática, cuya estrategia no pasa de ofrecer la otra mejilla después de haber sufrido una avalancha de balas, perdigones y gases lacrimógenos”

La protesta nacional contra el despotismo y la ineficacia continuará, sin poner “la otra mejilla”, no porque ningún sector político la organice o la estimule, que debería ser su responsabilidad política primordial hoy, sino porque los venezolanos ya estamos hartos de la incapacidad, la procacidad, los atropellos y el talante totalitario de un Hitler palúdico y diarreico.  Cansados de su militarismo obsoleto y su crónica diarrea verbal y mental. Cansados de su prepotencia y de su desequilibrio psíquico de creerse el nuevo libertador y dueño del país. Cansados de la represión oficial y la sangría del hampa oficialista y la común, también estimulada por el gobierno. Cansados del despotismo.

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