Opinión Nacional

Provea y la pacificación

Marino Alvarado, coordinador general de Provea, una respetada Ong dedicada a la defensa de los derechos humanos, acaba de declarar que «en Venezuela ha habido una tradición histórica de resolver por vía política lo que tiene que ver con los presos y perseguidos políticos». En la actualidad, más de 400 incluyendo a detenidos, solicitados en el país y exiliados.

Reconoce Alvarado las experiencias de «políticas generales de pacificación ocurridas en los dos períodos de Rafael Caldera», y en ese sentido le plantea al Gobierno que considere esa parte de la historia y recuerde que esto se ha hecho para buscar la conciliación y abrir espacios de diálogo…

En verdad, cada día es más compartida la aspiración de que los presos políticos sean liberados, que cesen los juicios de inspiración política y que se permita el regreso de los desterrados. En suma, que se adelante un nueva iniciativa de pacificación nacional, como la llevada a cabo en los años 70 para cerrar el ciclo de la insurgencia guerrillera, y la realizada en los 90 para permitir que los militares insurrectos de 1992 se incorporasen a la vida civil.

Entonces como ahora se trataba de un clamor literalmente nacional. Proclamado por la Iglesia, partidos políticos, diversos sectores sociales y económicos, medios de comunicación, y población en general. Al final del quinquenio de Raúl Leoni se empezó a delinear la primera pacificación, que luego sería instrumentada y consolidada por el gobierno de Rafael Caldera.

La segunda pacificación prácticamente comenzó en el propio año de las rebeliones castrenses de 1992. Los gobiernos sucesivos de Carlos Andrés Pérez y Ramón J. Velásquez dieron pasos en ese camino durante 1993, y más de 250 militares fueron beneficiados con distintas medidas, incluyendo el sobreseimiento, antes de iniciarse el segundo período de Rafael Caldera, quien sobreseyó las causas judiciales del grupo principal que aún estaba en prisión, incluido Chávez Frías.

Es curioso que muchos de los que critican de manera radical el proceso de pacificación militar de finales del siglo XX, sean hoy en día voceros muy elocuentes del justo reclamo en favor de la amnistía, el indulto y el sobreseimiento para los presos y perseguidos.

También lo es que algunos comentaristas de opinión invoquen ejemplos de otras naciones para sustentar la idea de la pacificación, casi sin tomar en cuenta los precedentes de nuestra propia trayectoria. Se habla de la reconciliación sudafricana, la amnistía uruguaya o el acuerdo salvadoreño, y resulta que Venezuela misma ha sido fuente de inspiración para numerosas iniciativas pacificadoras en América Latina y más allá.

La clave de la pacificación está en que las autoridades del Estado respeten la voluntad de la opinión social y en consecuencia impulsen medidas jurídicas y políticas para liberar a todos los que tienen sus derechos restringidos o cercenados por razones de orden político. Así fue durante la primera y segunda pacificación.

Cabe preguntarse, sin embargo, si en las presentes condiciones de un Estado que se pone de espaldas a la nación, será posible la tercera. Todo indica que no, al menos mientras el poder público siga teñido de rojo-rojito. Por eso la lucha por alcanzar la paz, como la hace Provea, debe continuar sin descanso ni vacación.

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