Opinión Nacional

Punto de inflexión

El pasado domingo 2 se marcó un hito histórico para la revolución. Ese día se activaron múltiples sirenas de alerta cuya localización en el espacio y en el tiempo se constituye en un punto de inflexión para el proceso de transformación que se está adelantando en el país. El punto de inflexión en que nos encontramos ahora invita, por supuesto, a realizar una profunda reflexión acerca de las causas que pudiesen explicar este tropiezo, aunque de mayor significación será que a partir de las conclusiones a que se arribe, es que se precisará el rumbo y el ritmo que podrá imprimírsele -en el futuro inmediato- a la construcción del Socialismo Bolivariano. Este diagnóstico, descarnado y autocrítico es lo que todos tenemos la obligación de realizar, tanto individual como colectivamente.

Mas allá de los sentimientos que nos pudieran despertar las distintas actitudes que han manifestado los principales actores políticos del proceso referendario recién celebrado, todo indica que es la hora de actuar con la mayor objetividad posible, desapasionadamente. No se trata de criticar o de ignorar situaciones que, sin lugar a dudas, se conjugaron entre sí para explicar lo que vivimos el domingo; por el contrario, se trata de fomentar un debate abierto, franco y sincero acerca del por qué nuestra propuesta no caló en la sociedad venezolana y qué debemos, o podemos, llevar acabo no solo para recuperar los espacios políticos transitoriamente perdidos, sino para seguir con la marcha del proceso revolucionario.

El propio Presidente Hugo Chávez, marcó la pauta al reconocer su errónea percepción de los tiempos políticos y, en eso, no podemos menos que coincidir. Tal vez, por el envión de diciembre de 2006 cuando sin cumplir totalmente con la meta de los 10 millones de votos se alcanzó el objetivo de la reelección presidencial, el 15 de agosto pasado nos propuso el proyecto de reforma. Y es aquí donde comenzamos a encontrar las raíces de la situación que enfrentamos ahora.

La abstención de los 3 millones de votantes que no volvieron a manifestarse con el sufragio a favor de la aspiración gubernamental, aunada a las voluntades que pudimos haber captado del resto de abstencionistas, ponen en evidencia la ausencia de una real conciencia política que se tradujo seguramente en una muy probable incomprensión de la significación y del sentido real de la reforma propuesta. En otras palabras, la ideologización del movimiento popular dista todavía mucho de haber alcanzado un nivel óptimo; confundimos “politización” con “ideologización”, conceptos complementarios, si se quiere, aunque esencialmente diferentes.

Aparejados con esa primera causa, emergen dos elementos para explicarnos lo sucedido: Por mas que el Presidente lo ha instruido, no hemos sido capaces de estructurar una política comunicacional que trascienda la presentación de logros concretos de la gestión gubernamental –materia que si aprobamos, lo hicimos con calificaciones muy bajas-, para orientar y formar a la población en el campo ideológico-político. Si bien es cierto que se han hecho esfuerzos en este campo, también lo es que, a todas luces, además de haber dado resultados insuficientes, la tarea impuesta no se ha cumplido cabalmente. Muchos medios, deficiente divulgación.

Sin embargo, esta labor no es exclusiva de los medios de comunicación y de sus operadores. Fundamentalmente, es una obligación de la organización política que está llamada a articular los distintos segmentos de la sociedad que adhieren y apoyan al proceso. El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) es aún una organización embrionaria, con estructura indefinida, siendo el indiscutible liderazgo del Presidente Chávez lo único que se percibe con nitidez. Como parte del error en la percepción temporal, sin duda alguna, es la de haber acometido este proceso referendario sin haber contado aún con la solidez de la organización, la que, obviamente, no solo no ha podido desarrollar su función como foro de formación ideológica, sino que tampoco ha podido estructurar su capacidad de operatividad electoral. Sin partido no hay movilización y ello fue más que evidente el pasado domingo.

Se observan igualmente otros factores vinculados con el PSUV que no facilitaron el desarrollo de la jornada electoral. El Partido, entre otros aspectos, pareciera ser inaccesible para la clase media y los profesionales. La revolución cruza en transversal a todos los segmentos de la sociedad, es decir, sin exclusiones, por tanto debe orientar políticas de captación, formación y movilización sin distingo alguno, con miras a estructurar una base efectivamente nutrida de cuadros y masa poblacional capaz de acompañar y sustentar la evolución del proceso político en curso.

Caso similar se presenta con la juventud y, en especial, en el relacionamiento con los movimientos estudiantiles. Hace poco, a raíz de los acontecimientos de mediados de año, es cuando salen a la luz pública los nóveles baluartes de este sector, valerosos todos ellos, por cierto, pero, poniendo en evidencia una debilidad organizativa que apenas comienza a ser considerada por la dirigencia nacional.

Un tema que no puede ser ignorado y que debe ocupar un papel relevante en el diagnóstico es el de la gestión de las políticas públicas. A pesar de los reiterados llamados presidenciales para superar el burocratismo y la corrupción, en términos generales, la gestión gubernamental, salvo honrosas excepciones, se ha caracterizado por una muy baja eficacia, además de una limitada eficiencia para la consecución del gran objetivo del proceso: mejorar la calidad de vida del venezolano, de lo cual nos encontramos muy lejos todavía. Esta situación quizás se acentúe cuando descendemos de las administración central hacia las estadales y municipales, cuyo accionar está íntimamente relacionado con la cotidianeidad ciudadana.

No tiene sentido detenerse a enumerar casos. Basta con hacer una revisión retroactiva del diario acontecer, para darnos cuenta de cómo no estamos atendiendo reclamos permanentes de nuestra sociedad y, lo que es peor, de la conducta extravagante, derrochadora e incoherente que han asumido algunos de los actuales jerarcas que hasta, por momentos, supera a la exhibida por buena parte de la dirigencia de la aún insepulta IV República.

El punto de inflexión en que nos encontramos ahora puede conducirnos hacia varios destinos e, incluso, al de retomar, en su momento, la propuesta de reforma constitucional, siempre y cuando introduzcamos los correctivos que nos exige el momento histórico. El futuro es muy promisorio y no debemos desmayar. Mientras diagnosticamos, sigamos haciendo y, en la medida que rectifiquemos y actuemos con el sentido de una revolución dentro de la revolución, en esa misma medida seremos verdaderos constructores de una mejor sociedad, de una mejor vida, de un mundo mejor que es la expectativa que nos brinda el Socialismo Bolivariano.

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