Opinión Nacional

¡Que cante mi gente!

¡La, la, la, la, la, la, la…. que cante mi gente! Sí, que cante sus
aspiraciones, que cante sus derechos, que cante sus deseos, que cante y
exija respeto, que eleve su voz clara y nítida. Que no permita que le
impongan educación de medio pelo. Que cante su opinión y no permita que la
silencien con campañitas millonarias y con palabras falsas.

El lunes 5 de febrero la gente cantó frente a un Tribunal Supremo de
Justicia, que tristemente volvió a cerrar sus oídos. Varios miles vinieron a
regalarle una serenata a los magistrados. Pero la ventana nunca se abrió. Y
la gente siguió cantando, porque la música democrática existe, aun cuando
quienes se sienten tan encumbrados en el poder crean que no escuchando la
anulan.

El martes siguiente acudo a un foro con Carlos Lanz y Leonardo Carvajal, es
decir, un representante del sector oficialista y uno de los solistas de ese
coro sinfónico en que poco a poco se ha ido convirtiendo la sociedad civil.

Que los admiradores de Lanz me perdonen, pero ese hombre, a quien fui a
conocer en vivo y en directo con cierto entusiasmo curioso, no es más
patético porque algunas horas al día, por fortuna para todos, está dormido.

Su exposición fue una mezcolanza de despropósitos, plagados de toda clase de
voces de malandros mezclados con buhoneros, asunto nada intrascendente
considerando que quien hablaba se precia de ser una suerte de genio de la
pedagogía. Su cháchara, empalagosa y meliflua, no fue sino una
indisimulable y procaz exhibición del pasticho intelectualoide que ofrece el
menú de su enredado cerebro. Bien dicen que hay gente que no tiene sentido
del ridículo, pues no piensen ustedes que el hombre tuvo a bien medirse en
la lluvia de incoherencias (el concepto del macroecumenismo incluye las
prácticas santeras), lugares comunes (no faltó el «somos constructores del
futuro») y frases hechas («democracia libertaria»), a pesar que de la
audiencia brotaban espontáneamente abismadas interjecciones monosilábicas.

Que ésta no es la historia del diente roto. El hombre desconoce aquella
vieja y sabia conseja: «piénsatelo bien antes de desperdiciar la oportunidad
de quedarte callado». Pero en una charla con el pueblo, podría apostar que
el comentario sería: «Aaaah, tan sabío el dotol». Esto hizo que Carvajal,
quien – como debe ser – fue muy bien preparado y forrado de datos y
publicaciones, se luciera con la presentación del vasto expediente de
errores cometidos por el régimen. Hasta pareció un juicio, donde los
presentes fungían de jurados. Claro está, fue aclamado, incluyendo ovación
de pie. La diatriba terminó en lo usual, en un rosario de «yo no sé», «yo no
hice», «yo no dije». El gobierno se olvida que es gobierno, y que no puede
actuar como Poncio Pilatos.

Ahora bien, considerando los ímpetus con que ha regresado el Presi de su
exilio miraflorense, y tomando en cuenta lo de la marcha oficialista (a
realazo limpio y con dineros públicos, y con cierto tufo compulsivo),
sospecho que la orden es ganar a como dé lugar. Así que auguro que el
diálogo tuvo tardío debut y tendrá prontísima despedida. El régimen no logra
entender que hay música en el aire. Y, como siempre, cree que si no gana,
pierde, pues no logra comprender que hay cosas como el viento, que son
inatrapables y que no tienen dueño. Ni modo, habrá que seguir insistiendo.

Que la fiesta de la Educación apenas comienza.

¡La, la, la, la, la, la, la…. que cante mi gente!

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba