Opinión Nacional

¿ Qué se nos hizo la inteligencia?

La lucha por las libertades económicas y ciudadanas tiene un contexto profunda y extremadamente adverso. Entre otros factores: el paulatino y general “oscurecimiento de la inteligencia”, título de un viejo libro del filósofo católico Michele Sciacca. Sin duda impactado por aquel Mayo del ‘68, el fino italiano fue uno de los que dio el alerta temprana: la furiosa revuelta contra la racionalidad había escapado de los universitarios Departamentos de Filosofía y alcanzado las calles … y las barricadas. Se había generalizado, democratizado. Y las personas en su mayoría ya estamos dejando de usar la razón, o de emplearla correctamente; y en consecuencia, estamos dejando de ser inteligentes. (1)

Espantaba por entonces la irracionalidad de las exigencias de los estudiantes parisinos, y las violentas manifestaciones para obtener la satisfacción inmediata de sus caprichos, incapaces de alegar argumentos válidos, más allá de la apelación emocional. Lo mismo vale para empresarios proteccionistas y otros grupos de presión en busca de rentas y privilegios. La justificación racional simplemente no existe, y de allí la negativa a razonar. El proceso se ha universalizado y agravado.

Múltiples son sus causas, pero entre las consecuencias del apagón de la inteligencia está el que nos impide discurrir y elegir un mejor sistema para vivir.

I. NO QUEREMOS PENSAR. Al menos en lo que se refiere a asuntos públicos. Veamos algunos hechos, muy relacionados:

* Colectivismo y activismo. El pensar es individual; si lo que deseamos es no hacerlo, lo mejor es integrarnos (disolvernos) en un grupo, categoría o masa, en una “comunidad” donde toda individualidad se funde y desaparece en el “colectivo”. Y si Ud. no quiere “participar” será segregado -descalificado y sometido a un appartheid-, o a la fuerza lo encajarán. ¿No vio que ya no decimos “un petareño” sino “un miembro de la comunidad petareña”? Y ligado al colectivismo, el activismo: la primacía del actuar sobre el pensar, de los pies sobre la cabeza. La discusión pasó hace tiempo del intercambio de ideas al de insultos personales y chismes (“rumores”); y luego la sustituimos con masivas marchas y antimarchas, concentraciones y contraconcentraciones. Y con el masivo voto. ¿Acta mata voto? Sin duda malo; pero peor es: voto mata debate.

* Escepticismo y relativismo. Si toda verdad es relativa, y no la hay absoluta, ¿qué es la verdad? No existe. O no es objetiva. Mejor me quedo con “mi verdad”, que es la de mi colectivo, y tú con “tu verdad”, que es la del tuyo. (2) Siendo así, ¿para qué gastar las neuronas?

*Conceptofobia y logofobia. La función del intelecto es trascender los casos concretos para abstraer los conceptos generales, que son materia de los juicios y razonamientos. Las proposiciones tendrán o no correspondencia con la realidad, y esa será su verdad o falsedad, establecida por la evidencia y la lógica. ¡Pues de eso ni oir! ¡No queremos salir de lo concreto, lo “puntual”! “¡Basta de bla-bla-bla!”, gritamos. “¡Hechos y no palabras!”, son las palabras que más voceamos. Discurrimos cada vez menos, y con menor frecuencia y rigor. Y en base a pura analogía (“Esto es igual a …”), inaplicable en su gran mayoría, cuando no francamente descabellada.

* Sentimentalización. A la moda, decimos “Yo siento …” ¿Tú sientes …?”. Acabamos con el “Yo pienso …” ¿Tú piensas …?”, porque nadie piensa, todos “sentimos”. Los sentimientos han tomado el comando de las acciones en lugar del cerebro. (3)

* Destrucción del lenguaje. ¿Qué se hizo la preocupación por hablar y escribir correctamente …? La función cognitiva va ligada a la expresiva, ambas propias del intelecto. Expresar es significar con sentido; y pensar y expresar se asocian tanto, que es casi imposible acertar en lo uno fallando en lo otro: tendemos a pensar tan bien (o mal) como nos expresamos, y viceversa. (4) Contribuye a la no comprensión e incomunicación el cada vez más fuerte predominio de la imagen sobre la palabra: ésta se dirige a nuestra razón; y la imagen apela a nuestras emociones, sentimientos … y pasiones.

* Inhibición de la facultad de aprender. Con la inteligencia apagada, es imposible el aprendizaje, empezando por el más básico: el que llega de la experiencia. Tenemos p. ej. un Gobierno que podría aprender -de países más liberales en este campo-, a vencer la cerrada oposición de las televisoras derogando el régimen de licencias, multiplicandose así las señales y empresas en competencia, lo cual diversificaría enormemente los contenidos y sus orientaciones. De nuestra parte, en la opinión pública podríamos aprender -de la desagradable experiencia política de los últimos años-, a no confiar jamás en las izquierdas. Pero no aprendemos lo que debemos.

#*Expansión y agudización de la violencia. En el Oriente del mundo, en el Occidente de nuestro país y en todas partes, la crueldad ocupa el lugar de la comunicación inteligente y el aprendizaje. Con sus decapitaciones televisadas, los terroristas nos dicen “las cabezas no sirven -cerebros, lenguas ni orejas-, ¡vean cómo las cortamos!” Y nos lo dicen con imágenes.

* Leyes locas y burócratas tontos: incremento en número, extensión, confusión y falta de sentido de las leyes -incluida la Constitución-, que ya pueden medirse por kilos de papel impreso; y en los grados de incompetencia y obcecada necedad de muchísimos de los burócratas que las aplican, incluidos los jueces.

*Puerilización: nuestra conducta se infantiliza. (5) Reclamamos perentoriamente y a voz en cuello a las autoridades de turno -como si fuesen papás y mamás- diversas y variadas exigencias, con muy discutibles y endebles títulos o supuestos “derechos”: comida, vivienda, empleo o mejor sueldo, escuelas, medicinas, laudos o sentencias favorables, etc. Y con pataletas, como niñitos. Cortando calles y deteniendo el tránsito, o con cacerolazos. Buena parte de la insensatez de las normas dictadas y de su aplicación se debe a la absurda pretensión de aplacar protestas pueriles satisfaciendo demandas insensatas; así el absurdo se retroalimenta.

II. MÁS EVIDENCIA. Nos empalagan cuando nos dicen que la opinión pública ha madurado, que “la sociedad civil ha crecido”, etc. Disculpe Ud., pero ¿eso no es “dorarnos la píldora”?

*Demagogia. Por cierto, el significado original de esta palabra es “halagar al pueblo”, consentirlo con tremendos elogios y falsos “derechos”, en base a supuestos “merecimientos”. Buscan así narcotizar nuestra inteligencia, para minar su capacidad de examen, y debilitar nuestra voluntad con la exagerada alabanza.

* “Sociedad civil”. El colmo: a los de clase media se nos supone razonables. ¡Pero nos dejamos encajar este mote!, propio del marxismo gramscista (6), ¡y sin pensar ni investigar lo recibimos como halago y lo exhibimos como un blasón! Los obreros de la era del marxismo leninista mostraron ser más inteligentes y dignos: ¡no muchos se dejaron colgar el sambenito de “proletarios”!

*Universidad. En lo que se supone reino del libre debate, la feroz dictadura del pensamiento único no tolera ideas distintas a la “política correcta”. Se basa en una lucha sin tregua contra el mercado, y contra cualquier realidad natural que imponga guías y límites a la voluntad caprichosa -sobre todo de los Gobiernos-; toda una guerra sin cuartel a la verdad como espejo de la realidad.

*Educación media y elemental. Versiones más simples e insidiosas de “política correcta” se introducen con cada cambio de currícula, programas y contenidos. Y en los textos escolares. El adoctrinamiento reemplaza aritmética, lenguaje, historia (real) y geografía. Y de las enciclopedias, hasta las más prestigiosas, son preferibles las ediciones viejas, usadas, mas no contaminadas de adoctrinamiento.

* Elecciones. ¿Cómo votaremos esta vez en regiones y municipios? El oficialismo con el “kino”; con el cual, impúdicamente nos dice que el comicio es simple cosa de apostar a ganar, como la lotería o los caballos, sin más consideraciones. Y la oposición, en la mayoría de los casos, con el equivalente del kino: los candidatos de la “unidad” a toda costa, imponiendo el uniformismo.

* Polarización y violencia. Ambos bandos se “polarizan”, tipo Alemania de los ’20: sólo dos grandes “fuerzas”, que no apelan a la razón sino al número, distinguidas sólo por el color de las camisas (¿rojas y pardas?) y el largo de sus palos. Vea Ud. la violencia de los “Círculos” y otros afectos al oficialismo; pero también la del golpe del 11-A, el paro “cívico”, las “guarimbas”, etc.

* Literatura. Por fin, mucho ayuda a entender lo que ocurre el pasar por una venta de libros. Si quedan libros -entre melosas tarjetas tipo Hallmark y videos-, son todos acerca de cristales, astrología, cuarzos y piedras, auras, pirámides, etc. Es puerilización, porque el pensamiento mágico es característicamente infantil, ¿o no? Vea Ud. todos los libros de “energía” y “pensamiento positivo” … nada de pensamiento objetivo o realista; ¡eso no es del Nuevo Milenio! (7)

III. DE NUESTRO PENSAR DEPENDE QUE VIVAMOS EN UN SISTEMA U OTRO … y del sistema, nuestro bienestar o infelicidad. Si investigamos y nos documentamos un poquito sobre las razones de la carencia de todo aquello que requerimos, caeríamos en la cuenta de que es un asunto de sistema. Y que bastaría con exigir una sola cosa: el cambio a un sistema de libre mercado.

Pero Gobierno, oposición y opinión están absolutamente de acuerdo en un punto: el sistema socialista (o casi) de Gobierno ilimitado. No es negociable ni discutible. Con su paquidérmico Estado multipropósito, que no sirve para nada, pero interviene en todo con la excusa de servir. En esto hay unanimidad. ¡Y no es punto menor! No hay diferencia p. ej. entre políticos militares y civiles, opositores y oficialistas: todos prometen repartir lo mismo, como San Nicolases de todo el año. Y empleando los mismos términos equívocos, difusos o ambigüos como ese de “exclusión” social, que no resiste un mínimo análisis (¿quién excluyó a quién, de qué, cómo y cuándo …?) A nadie importa la abrumadora evidencia en contra del estatismo: no hay país subdesarrollado en el mundo que así haya progresado. Y en nuestra América los casos de Chile y El Salvador muestran que las mejoras sólo llegan de la mano del libre mercado.

Los políticos nos acostumbraron a debatir su propia agenda, centrada en ¿quién manda? ¿Fulano o Zutano? Es decir, ¿quién ejerce el poder ilimitado? La agenda de los ciudadanos, debería centrarse no en cómo “participar” (vana ilusión) en un poder ilimitado, sino en ¿cómo limitar el poder? Pero a esta cuestión de límites, los políticos rehuyen como a la peste. Nos acostumbraron a esperar a que uno de ellos de pronto “surja” -un mesías político-, y como por arte de magia haga el milagro de poner a funcionar un sistema que no sirve en ninguna parte. Nos acostumbraron a esperar el remedio en “¡un político decente y capaz!”, que es ¡el mismo que habla en cada caso!

“Nos acostumbraron” a creer lo que a ellos les da la gana que creamos. Pero parte de culpa es nuestra: el deficit en nuestra inteligencia y/o capacidad de razonar. Y sin pensar no hay salida.

NOTAS

(1) Michele F. Sciacca: “El oscurecimiento de la inteligencia”, trad. del italiano. Madrid, Gredos, 1973. Distingue inteligencia y razón. La primera -también llamada buen sentido o juicio- es la capacidad de captar la verdad objetiva de las cosas, es decir, de comprender intelectualmente la realidad. Razonar es hacer uso discursivo y ordenado de la inteligencia, partiendo de premisas, y llegando a conclusiones. La comprensión inteligente mediante la intuición -sin discurrir ordenadamente- es posible, mas no en todos los tópicos, porque los hay contraintuitivos. Inversamente, puede que partiendo de premisas falsas una persona razone sin ser inteligente; pero si elude razonar cuando debe, o no se preocupa por hacerlo bien, tampoco es inteligente.

(2) Y cada quien con su arbitrariedad favorita. Cierto que el Gobierno presentó un referendum como si fuese un plebiscito; pero también la oposición había presentado antes un referendum revocatorio (anticipado), como si fuese consultivo. Los ejemplos pueden multiplicarse. Y cualquier esfuerzo por alcanzar la verdad objetiva es descalificado.

(3) El australiano Philip Atkinson lo observa también en su país, y lo relaciona a “La retirada de la razón”. http://www.ourcivilisation.com Lo mismo observan en Inglaterra Digby Anderson y Peter Mullen, editores de “Faking it: The Sentimentalisation of Society”, London, Social Affairs Unit, 1998. (Con especial referencia al endiosamiento popular de la Princesa Diana.)

(4) Algo que nos impide o dificulta mucho la captación inteligente de la realidad y su comunicación eficaz, es que nos han vaciado, confundido o falseado el contenido los conceptos metafísicos -no en sentido mágico, sino referidos a formas y modos de ser universales de lo real-: esencia, naturaleza, causa, fin, consecuencia, orden. (Ángel González Álvarez: Tratado de Metafísica, Madrid, Gredos, 1961.)

(5) La cultura actual idealiza románticamente a los niños (y a los jóvenes). Sin embargo, autores como Atkinson cuentan la excesiva indulgencia con los niños, ahora adultos, entre los antecedentes del actual desorden, irresponsabilidad, brutalidad y violencia crecientes -y fuga de la inteligencia-, como partes de un proceso gradual de rebarbarización o destrucción civilizatoria por “reversión cultural”. El salvajismo en el fútbol es otra muestra de puerilización: los “hooligans” -y los protestadores globalofóbicos violentos- fueron niños malcriados, y crecieron sin dejar sus malacrianzas. La erotización universal o pan-sexismo es otra clave de la puerilización, en tanto se traduce en exigencias de gratificación inmediata, instantánea, sin control racional.

(6) Sobre el tema Gramsci -marxismo para la clase media- no se pierda al brasileño Olavo de Carvalho, autor de “O imbécil coletivo”, en http://www.olavodecarvalho.org

(7) El “pensamiento positivo” es padre de muchos fracasos, entre ellos, dos paralelos: del Gobierno chavista (en hacer bien su trabajo), y de la oposición (en reemplazarle, para hacerlo mejor). “Positivo” equivale a pensamiento infantilizado: optimismo ingenuo, voluntarista y desprevenido, por no decir estúpido. En su libro, Sciacca describe la estupidez como antítesis de la inteligencia, y cita una lapidaria y terrible frase: “Tiempo vendrá en que los estúpidos tendrán poder sobre los inteligentes.” ¿Ya llegó?

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