Opinión Nacional

Reforma, abstencionismo y racionamiento

La pulverización de las autonomías contemplada en el articulado de la reforma constitucional que, por orden del cabecilla, aprobará la Asamblea Nacional no es sorpresiva, ya lo había anunciado en una de sus maratónicas peroratas. “Se acabaron las autonomías”, dijo. Fue una orden militar-comunista terminante, concordante con su vocación de poder totalitario, despótico y sin límite en el tiempo, con su condición de bellaco y militar-militarista, en línea con los proyectos de decretos incautados por las fuerzas defensoras de la democracia el 4 de febrero de 1992, luego bañados en las aguas lustrales de la legalidad con excepción, por ahora, del correspondiente a la pena de muerte.

Ahora bien, esa orden terminante debió haber sido producto del lavado cerebral a que lo ha sometido Fidel Castro, virtuoso de la manipulación, a quien se aproximó en actitud de absoluta e incondicional entrega. Aparte de los poderes del Estado, debes controlar personalmente la circulación monetaria y, especialmente, las divisas internacionales que han de estar alcance de tu mano y no depositadas como reservas en bancos imperialistas; tienes que limitar al máximo las importaciones porque el consumismo impide la formación del hombre nuevo y como en tus manos reposan poder y dinero para paliar la escasez, cuantas veces lo hagas te lo agradecerán y respaldarán a morir, porque así son los pueblos; asfíxialos con impuestos confiscatorios a todo cuanto huela a confort; además ponle difícil la consecución de moneda extranjera a los viajeros, con eso irás erradicando la contaminación capitalista. Seguramente fue ese el susurrante mensaje deslizado en una conversación de sobremesa. Su aplicación será exitosa si quienes nos oponemos al cumplimiento de tan perversos designios no asumimos la responsabilidad de unificarnos en la idea y la acción, sin veladas intenciones, para ponerle un parao a las pretensiones del golpista recurrente.

La oposición tiene que echarse a la calle y convencer a los timoratos e indecisos y al chavismo ligero, que la fuerza del voto es arma imbatible si derrotamos nuestro abstencionismo y acudimos, con fervor democrático militante, a decir NO, a probarle que no es el dueño de todo el patio, que debe respetar la disidencia y que puede ser derrotado. Por lo contrario el abstencionismo le dará confianza y piso sobre el cual afianzar el poder totalitario al que aspira, para luego imponer la tarjeta de racionamiento. Y… a llorá pa’ El Valle.

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