Opinión Nacional

Resultados y perspectivas: Reflexión sobre resultados electorales

Que duda cabe de que estos son tiempos de reflexión. La tragedia natural de diciembre de 1999, que no hace falta referirla más, ni recordarla, nos descubrió que somos un país pobre, verdaderamente del tercer mundo, sujeto a la ayuda y misericordia internacional. Es decir, nos develo de la manera más cruel y brutal lo que en realidad somos.

Pero para algunos en diciembre de ese año también se produjo una verdadera tragedia política, que nos retrocederá o impedirá el progreso que el país merece, al haberse consolidado el hecho de que el país ha caído en manos, una vez más, de un gobierno populista, ineficiente e incapaz, cuyas pruebas estuvieron y están a la vista: durante el rescate de los damnificados y las acciones posteriores que ahora vivimos; la suspensión del proceso electoral; el constante incremento de la inseguridad personal; el cierre de empresas y el incremento del desempleo.

No obstante, si queremos encontrar un lado positivo, en el último año y medio hemos vivido una situación y experiencia política invalorable, de la que se deben sacar importantes conclusiones:

1) Asistimos a la sepultura de los partidos tradicionales, en donde se habían enquistado algunas elites que, habiendo renunciado a sus ideales doctrinarios, se habían adueñado de esas organizaciones; mediatizado y corrompido sus ideales de lucha. Eran la nata sobre la leche, siempre a flote, siempre allí, y como a la nata, la única solución era sacarla. De esa debacle no se salvo ninguno, pues no vayamos a creer que solo AD y Copei están heridos de muerte, también lo están Proyecto Venezuela, el MAS, lo que quede de la Causa R, el PPT, y ni hablar de los exiguos restos de Convergencia, el Partido Comunista, MEP, URD, la vieja Izquierda insurreccional, etc, etc.

Presenciamos ahora el surgimiento, en Venezuela, de un nuevo tipo de organización de corte cívico militar (MBR200 y MVR) basados en un liderazgo de tipo caudillista, con una ideología de “eficiencia militarista” y que heredan las consignas y estrategias de los partidos de masas de principios de siglo, fuertemente apoyados en practicas populistas. Se nutren de la clientela política de AD y Copei, de la cual un día se nutrieron el MEP, la Causa R y Convergencia; y llenan el espacio político dejado por estos partidos, que alternativamente los llevo al poder. Tendrán que surgir nuevas opciones, seguramente Social Demócratas y Demócratas Cristianas, pues son partidos con doctrina, y le tocará ahora a los grupos sanos y jóvenes de esas organizaciones renovarlos y darles nuevo contenido para que, remozados y reconvertidos, pervivan como elemento indispensable, que lo son, de la vida democrática.

Nuestro problema es, en cual de estos esquemas organizativos encajamos nosotros, y primero que todo: ¿Que somos nosotros o quienes somos nosotros?. Esta última pregunta la dejo para un punto posterior, y me concentro en el tipo de organización que debemos crear o hacia la cual debemos apuntar.

Excepto por el resultado, confieso que no me desagrada lo que ocurrió durante el proceso de referéndum de la nueva Constitución y la opción por el NO; ni me desagrada ese crecimiento como “verdolaga” del que hablaba Teodoro Petkoff (TP) en enero de este año, o ese “espíritu silvestre” del que se quejaba Claudio Fermín (CF) en la misma fecha. Entiendo que para hombres como TP y CF, formados toda la vida en organizaciones políticas de férrea disciplina, es difícil prescindir de ellas a la hora de imaginarse nuevas formas de organización para la lucha política. Ciertamente, comparto con CF que “… si ese 30% no se organiza bajo un nuevo formato político estará siendo irresponsable con las ideas que representa, porque nunca las podrá realmente difundir”.

Pero el problema es cuando y como; no creo que debamos sucumbir a la tentación de crear, desde ya, una organización que se parezca a los partidos tradicionales y que sea fácilmente identificable y desmontable. No renunciemos, por ahora, a ese espíritu de la “verdolaga”, a ese crecer “silvestremente” del que hablaba Petkoff.

No pensemos que las únicas formas de organizarse políticamente son las que hemos conocido hasta ahora, basadas en los grandes partidos policlasistas y de masas, organizados bajo el centralismo democrático, y bajo la concepción de “correas de transmisión”, expresiones organizativas de una conciencia y una ideología elaboradas por “intelectuales” alienados – como diría un leninista- o “cuadros de vanguardia”, y que nos pueden conducir a un nuevo fracaso. No aceptemos fácilmente el chantaje de la “coordinación”; seamos consecuentes con otros principios en los que también creemos, como por ejemplo, el de la libre competencia. Que surjan todas las iniciativas posibles, que se organicen de la forma en que puedan y quieran, que utilicen las formas modernas, cibernéticas de comunicación, que se lancen a la lucha política y a la captación de adeptos, y que triunfe el que mejor sea capaz de expresar los interés e ideales de los grupos sociales a los que aspire representar.

Cuando hemos discutido el tema de la organización política de los tiempos que corren, hemos hablado de que a esa nueva organización la concebimos como un núcleo central de políticos profesionales, y con una amplia periferia, que se activa y desactiva de acuerdo con circunstancias especificas. Hemos visto que así funcionan ahora algunas empresas, y que si este esquema funciona para el mundo de los negocios, ¿Por qué no habría de hacerlo para el de la política?.

Esta es una invitación a organizarse; desde ahora, sin esperar más, con la clara conciencia y el objetivo político a largo plazo de llegar al poder, pero con la precaución de no sucumbir al inmediatismo y creer que la única forma posible de organizarse políticamente es la que ya hemos conocido.

2) Otro punto que debemos “agradecer” es la predica de la lucha de clases con lo cual se ha caído la venda que teníamos sobre los ojos. En Venezuela siempre existieron las clases sociales y en consecuencia el conflicto social estaba allí, soterrado, tapado por la abundancia petrolera y por una economía distributiva y un Estado pseudo benefactor que disimulaba el conflicto y nos hacia pronunciar frases como: “En Venezuela no hay discriminación social”; “No hay las diferencias entre pobres y ricos que se ven en otros países”, ” No hay discriminación racial”, etc. Vivíamos en ghetos, aislados de una inmensa mayoría de venezolanos que nos disfrutaron de la riqueza petrolera, de la misma forma en que lo hicimos nosotros. Ahora nos ha reventado en la cara la situación social en que vive esa inmensa mayoría. El “muro de contención” del Estado y del Gobierno ya no funciona.

Nos toca ahora vivir esa cruda realidad, manifestada en violencia urbana e inseguridad, y cada día más convertida en predica política para ganar votos. Nos toca ahora convencer a esa inmensa mayoría de venezolanos, a los que hemos educado en la creencia de la abundancia, que creen que toda riqueza es mal habida y producto de algo que se les ha despojado a ellos. Nos toca ahora convencernos y convencer a la inmensa mayoría del país que es necesario crear riqueza para repartirla, porque el ingreso petrolero ya no es suficiente. Nos toca demostrarles que no todos los que ellos consideran “ricos” y sus enemigos, de verdad lo somos, y que en todo caso esa riqueza no es producto de la corrupción, sino del conocimiento, el esfuerzo y el trabajo, por más de que sea cierto de que pueden haber muchas fortunas mal habidas y al amparo de la corrupción política durante estos años de democracia, y los anteriores de dictadura, desde Gómez, y antes hasta nuestros días. Nos toca demostrar que una sociedad basada en la libertad y en el mercado les puede ser tan útil a ellos como lo puede ser para nosotros.

Lo contrario es fomentar “el país de buhoneros” del que con gran agudeza se quejaba a finales del año pasado el ex-ministro de Cordiplan, Miguel Rodríguez. País de “pedigüeños”, desde el empresario que pide protección y que le cierren las fronteras para proteger “su” mercado; pasando por el profesional que no quiere competir por un cargo, o el estudiante por un cupo, sino que espera que “el amigo” de la infancia, del liceo, del colegio, de la universidad o del partido, le den “un empujoncito”; o por el empleado clase media que añora los “subsidios” que le permitían una vida más fácil; y terminando en el mas empobrecido, marginalizado o “damnificado” que no toma ninguna acción para salir de su problema, a la espera de una “solución del gobierno”. Ese es el país que hemos creado y criado, falto de metas y de valores; ajeno en mucho al esfuerzo personal y colectivo de superación; que espera que el “mana negro” que brota de las entrañas de la tierra, que como es “de todos”, sea repartido, aquí y ahora, sin previsión de futuro.

3) El encuentro con nuestra verdadera identidad ha sido otro resultado positivo de esta situación. Es crucial entonces responder aquí al interrogante esbozado en el primer punto: ¿Qué somos nosotros? ¿Que representamos los profesionales e intelectuales?. Negar la existencia y separación de clases es un ejercicio absurdo; conceptualizarlas, como lo hizo el marxismo, en torno a la propiedad o posesión de los “medios de producción” o como el conjunto de aquellos que tienen la misma relación con los medios de producción, es también un ejercicio igualmente absurdo. La historia del socialismo, y el propio Lenin en “¿Qué hacer?”, con su llamado a la formación de “revolucionarios” profesionales como núcleo de “la vanguardia”, se encargaron de demostrar que por si mismo el proletariado es incapaz de desarrollar una conciencia “socialista” y que concebir, en esta época o en cualquiera que los protagonistas de la lucha de clases son el proletariado y la clase capitalista, es una ilusión, un enfoque inadecuado. Reducirla, mas absurdamente, a una confrontación entre ricos y pobres es más inadecuado aun, aunque rinda dividendos electorales.

Quizás valga la pena, además de los marxistas clásicos, y de neo marxistas como Althuser, Durkheim, Sartre, Hobsbawn, C.W. Mills y Marcuse, desempolvar viejos textos: Veblen, Merton, Chomsky, Parsons, Habermas, Lipset, Burnham, B. Bernstein, Osgood, Weber, Zeitlin, y entre todos ellos, como su sistematizador, los de Alvin Gouldner. En este autor, autodefinido como “Neo-hegeliano” de izquierda , podemos encontrar una identidad o un marco de referencia para descifrar que es lo que somos nosotros y que papel hemos desempeñado o podemos desempeñar, pero ahora de manera consciente.

Para Gouldner el surgimiento de la “Nueva Clase”, de intelectuales o “intelligentsia”, lo marcan varios acontecimientos: el proceso de secularización o desacralización; la aparición de lenguas vernáculas y desaparición del latín como lengua oficial; la quiebra de los sistemas feudales y el desarrollo de un mercado anónimo; la aparición de un orden multinacional de poder; la desaparición de la familia extensa y la aparición de la familia nuclear; la reforma de la educación pública, multiclasista, más influida por el Estado y no controlada por la iglesia; la aparición de una cultura del discurso crítico y la revolución de las comunicaciones.

A esos elementos evaluados por Gouldner a finales de los años 70’s, deberíamos agregar otros elementos que este sociólogo norteamericano no pudo ver dada su temprana muerte: la aparición de un orden transnacional o globalizado de producción y la “ultra revolución de las comunicaciones” producto del desarrollo tecnológico de la era cibernética.

¿Podemos considerarnos como parte de esa Nueva Clase, embrionaria de la “clase universal”, de que hablaba Gouldner?. El mismo Gouldner crítica a esa “… nueva clase que no considera su creciente poder como inevitable, que la juzga moralmente ambivalente, que encarna el interés colectivo pero en forma parcial y transitoria, mientras simultáneamente promueve sus propias ventajas gremiales”. Que duda cabe que esta nueva clase, que igualmente se gana la vida mediante su trabajo, es la que domina la producción actualmente y lo hace gracias a su dominio del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la técnica, y su poder va mucho más allá de la vieja clase adinerada de comienzos de la sociedad capitalista, o de la vieja “estructura burocrática” de los países socialistas, o sus homólogos, los políticos de oficio, de las democracias occidentales. Esa Nueva Clase de la que formamos parte, mayormente devenga sus ingresos de ocupaciones de carácter intelectual, profesional o técnico. Esa forma especial de relación con los medios de vida, con la producción, con el conocimiento, es los que nos puede dar una identidad y permitir el acceso y el ascenso al poder. Bajo esta concepción, donde lo distintivo es el conocimiento y la capacidad, es necesario agruparse, también políticamente.

Partidos Políticos y próximo proceso electoral.

La situación política ahora luce más urgente de lo que parecía meses atrás, cundo fuimos a elegir constituyentes y luego al referéndum sobre la Constitución; sobre todo ante la palpable evidencia del desmoronamiento de las organizaciones políticas que le dieron vida a esta imperfecta democracia, que pese a todo queremos conservar, aunque no necesariamente tal y como esta. Como decía el poeta español, de la época de la guerra civil, (Goytisolo, creo): «Encarnamos lo pasado, pero no lo damos por bueno».

El fenómeno del chavismo no es nuevo en nuestra política electoral; ya la elección de Caldera derrumbó un mito y demostró que las maquinarias partidistas de entonces, AD-Copei, eran derrotables. A pesar de todo, Caldera, o el Calderismo no pudieron cuajar un partido. En la pasada elección de la ANC se derrumbaron – también a mi modo de ver- otros mitos, el primero de ellos, la supuesta preeminencia del Caudillismo regional. Ninguno de los llamados lideres regionales logro imponer sus candidatos o movilizar a los votantes en contra del Chavismo.

El caso más notorio fue el de Enrique Mendoza en Miranda; y el de algunos independientes en el Estado Miranda cuyas altas votaciones, aun cuando no fueran electos, fueron una demostración de que su compromiso personal, la presencia y proyección a la comunidad, son más importantes que el apoyo que pudieron obtener de los aparatos y maquinarias partidistas electorales. En el Zulia tampoco tuvo ningún éxito Arias Cardanes para imponer sus candidatos, y ni hablemos de los casos de Monagas, Yaracuy y Carabobo en donde el liderazgo local de AD, Convergencia y Proyecto Venezuela, respectivamente, salieron con las tablas en la cabeza.

Otro mito que se derrumbo, aunque de menor significación, fue el de la importancia del gasto en medios de comunicación para llegar al electorado y conseguir votos; algunos candidatos electos a la ANC son una prueba evidente de ello. Algunos de los no Chavistas, derrotados en Miranda y nacionalmente, gastaron millones de bolívares para no salir electos, mientras que Brewer, Fermín, Franceschi y Olavarria, creo que estuvieron entre los candidatos que menos dinero gastaron en la campaña y que más votos obtuvieron.

Pero el mito que no podemos construir ahora, o en el que no podemos caer es en el mito de la sociedad civil, o de las ONG, y su supuesta capacidad de movilización política y electoral. Durante los pasados procesos electorales la sociedad civil no fue efectiva apoyando candidatos ni movilizando a nadie para apoyar a sus supuestos candidatos. Las organizaciones de la llamada sociedad civil somos buenas y eficientes en las cosas que hacemos por la comunidad, como Sociedad Civil propiamente dicha, o como ONGs, pero eso no es trasladable a la acción política, ni convertible en organización para la movilización electoral, y mucho menos en votos.

En este contexto, no voy a volver a argumentar sobre la necesidad e importancia de la organización política, o llamémoslo partido político; creo que ese punto ya quedo bien claro en puntos anteriores. El problema ahora es la característica de ese partido, como se conforma y a que debe responder. Creo que los criterios de Duverger, recordados recientemente, son muy validos como esquema para caracterizar a los partidos u opciones tradicionales (y la de presentada por algunos candidatos no dejan de ser una opción tradicional, aunque tengan ciertos ribetes modernos y tecnocráticos en cuanto a la organización), pero no creo que Duverger nos aporte mucho más al análisis de los partidos que se deben construir, de cara a la fenomenología política del siglo XXI, que es nuestro verdadero problema. Tampoco, ciertamente, ayudan mucho otros, -ni los clásicos funcionalistas, ni los neo marxistas – a dar cuenta de la sociedad tecnocrática, el mundo globalizado y la vertiginosa era de la información, acelerada por Internet.

Las opciones de Franceschi y Fermín.

A principios de la contienda, y a mi modo de ver, Alberto Franceschi (AF) y Claudio Fermín (CF) eran la opción de liderazgo que más claramente se vislumbraba; desde el punto de vista de su proyección personal ante el país y el electorado, que es un activo importante y no despreciable; y creo que son un buen punto de partida para nuclear muchas iniciativas. Hasta lo que hemos podido ver – al menos esa es mi percepción- en las discusiones con ellos, difieren solo en cosas secundarias.

Fermín hablaba de un proceso a más mediano plazo, no antes de dos años, y Franceschi veía las cosas de manera más inmediata pues se planteaba las cosas de cara al próximo e inminente proceso electoral. Sus esfuerzos iban mas dirigidos a la clase media, universitaria e intelectual… y creo que los de Claudio también, pero un poco más revestido de lenguaje popular, buscando esas bases de AD que migraron hacia el Chavismo.

Creo que ambos, paradójicamente, tenían razón: Había que actuar desde ya, como diría Franceschi, pero con la clara conciencia de que es un proceso a mediano plazo, según lo veía Fermín. Ambos también coincidían en que estaban dispuestos a ceder papel protagónico por el crecimiento de una verdadera opción, capaz de derrotar el atraso político representado por el chavismo, y capaz de enrumbar el país en pro de la modernidad y el desarrollo capitalista. Pero, no lograron sino por corto tiempo hacer una convocatoria común y montarse en la misma barca, aunque estaban en la misma ola. Creo que también ambos se presentaron revestidos de un cierto pragmatismo al que por carencia somos muy afectos los intelectuales y profesionales -sobre todo los que no estamos muy activos en la política partidista – y esgrimieron el chantaje, en el que caemos fácilmente, de que no es posible cerrar el paso o excluir a algunos personajes que los rodean y que siempre han estado muy ligados al régimen que queremos dejar de lado porque… «ellos si tienen experiencia política, capital político, pues se han embarrado y descendido a las masas», según el discursito populista, izquierdoso y sesenton, con el que ya nos chantajeaban hace 30 años, cuando ingresábamos a la universidad.

La candidatura de Arias Cardenas.

En el cambiante cuadro político aparecio un nuevo ingrediente, invalorable todavía de manera completa: La ya definitiva candidatura de Arias Cardenas a la Presidencia de la República, que puede mover el piso político de muchas opciones, Chavistas y no Chavistas.

¿Representa Arias Cardenas una ruptura fundamental con el paradigma Chavista o se trata simplemente del clásico «mal menor»?. Esta debería ser la reflexión profunda, antes de alegrarnos, con un suspiro de alivio y una frase en la superficie de la mente que diga «ahora si, este es el comienzo del fin».

El fenómeno Arias Cardenas, no podemos despacharlo con el simplismo de decir que es más de lo mismo, pero por la derecha; pero tampoco con el argumento igualmente simple de que «la gente cambia y no se es reo eterno de errores del pasado».

Quienes creemos en la democracia y en el papel supeditado de lo militar a lo civil, tenemos derecho a preguntarnos que ha hecho en concreto este candidato para asegurarnos que su intención es verdaderamente democrática y civilista y que ante las primeras vanidades, halagos del poder, o verdaderas dificultades, no aprovechara para vestir nuevamente, por dentro o por fuera, su uniforme militar.

Los comandantes del 4F han demostrado hasta los momentos dos cosas; una, en esa misma infausta fecha, que como estrategas militares dejaban mucho que desear. Como se puede calificar sino el hecho de que, con el factor sorpresa de su parte, y después de más de diez años de conspiración, fueron incapaces de concretar un golpe de estado. Y esto no es algo que se le ocurre a un lego en materia militar, como lo soy, ante la constatación de un hecho evidente; ellos mismos, los golpistas, se han encargado de sembrar dudas sobre el valor personal y las capacidades militares de unos y otros; dicho en términos del argot popular tan en boga, la «palabra de Visconti vaya a’lante».

La segunda cosa que han demostrado, una vez en el poder, es su manifiesta incapacidad para gobernar, y para resolver los problemas más elementales. Aquí los resultados saltan a la vista; por lo menos en el ámbito nacional. Dejemos, «por ahora», un espacio para la duda en cuanto a la eficacia de la obra de Arias Cardenas frente a la Gobernación del Zulia; corresponderá al pueblo zuliano emitir su veredicto, y en democracia el veredicto implacable es el voto. Veamos cuantos votos saca su candidatura presidencial en la región zuliana.

En lo que sí se han mostrado duchos y expertos los comandantes del 4F (y 27N) es en el manejo de los medios, la publicidad, la propaganda política y la demagogia. En el papel ya nadamos en «el mar de la felicidad»; las cárceles están llenas, pero no de «corruptos puntofijistas», el pueblo esta más “feliz” pues aunque no tiene más comida «sabe que la economía va en la dirección correcta» (¿No era, más o menos, eso lo que decía Teodoro Petkoff del Gobierno de Caldera)?

Pero eso es en el discurso y el papel, pues en la practica todos sabemos que la inseguridad personal se ha incrementado, el desempleo ha crecido a extremos preocupantes (mas del 21%), la economía no solo no se ha reactivado sino que cada día hay más incertidumbre, cierran más empresas, goteaditas, sin grandes titulares de prensa, y tenemos más gente incorporada a la economía informal. Nos consolidamos a pasos acelerados en un país de buhoneros y pedigüeños. La «africanización» de Venezuela, como decía el columnista Fausto Mazo hace poco.

Ciertamente, entre Chavez y Arias Cardenas el discurso es distinto; en tono y contenido. El primero le habla a los sectores populares; de manera directa, impecable y envidiable. Hagamos por un momento caso omiso al contenido del mensaje y respondamos desde el fondo del corazón; ¿Quién no quería un líder político así?, ¿No reúne las características que por años hemos esperado? : viene del mismo pueblo, es joven, directo, explica las cosas de manera simple, dice las cosas que la gente quiere oír. No es difícil concluir el porque de esa «comunicación tan perfecta» entre Chavez y el pueblo venezolano; (Es que hasta para la cuña de la nueva empresa de telecomunicaciones sería un ejemplo perfecto).

Arias Cardenas no se queda atrás; solo que el público al que va dirigido su mensaje es distinto; él sabe perfectamente cual es el «reino» del otro y «por ahora» no se lo disputa. El se dirige a nosotros; a la oposición a Chavez. Arias Cardenas es la vuelta a la sensatez y la sindéresis; llega directo con su mensaje a profesionales y a esa «clase media»; idolatra de los mitos de la eficiencia y la tecnocracia; a los sectores medios y medios altos de la población, desplazados de trabajos y privilegios ganados con esfuerzo; frustrados en las expectativas de un «gobierno fuerte que resuelva, no importa el signo»; atemorizados por el «mar de la felicidad»; acosados por el hampa y «mal defendidos» (por decirlo elegantemente) por los cuerpos policiales; empobrecidos y aterrorizados por la perspectiva de ver perdidas las escasas posesiones y propiedades.

¿Pero son realmente, en el fondo, los dos comandantes distintos?. Los que creemos en la democracia como forma perfectible de gobierno; en el poder militar supeditado al poder civil; en los partidos políticos como pieza esencial para la articulación del poder y en igual medida en el derecho del ciudadano común y la sociedad civil de organizarse políticamente; los que no renegamos del pasado, aunque no lo demos por bueno; los que esperamos por una opción realmente distinta, que no sea la reencarnación de vicios inveterados, tenemos el derecho de anidar dudas, de esperar y continuar la búsqueda de una opción política más clara.

A fin de cuentas, por lo que ya vimos y por lo que pinta, esto no es mas que una clásica contienda electoral, solo que más grande. No aceptemos el chantaje de que aquí nos estamos jugando la vida en una sola mano y se define de una vez el destino del país. Por muy importante que sea la próxima elección, y lo es.

La candidatura de Arias Cardenas introduce nuevos elementos a la política, que es necesario analizar, tomar en cuenta, discutir. ¿Pero a quien le quitará más votos?, ¿A que sectores esta llamada a aglutinar?. En lo personal no me disgusta que le den otra sacudida más a la vieja elite política (sobre todo después del sainete de la huelga petrolera); pero, así como nunca creí que Chavez fuera la reencarnación de la nueva era, sino más bien los estertores de muerte de lo que el mismo llama «puntofijismo», hasta ahora nadie me ha convencido de que Arias, (mas Urdaneta, Acosta Chirinos, y Visconti, y los que quedan por allí en la «reserva») sean algo sustancialmente distinto, o la alternativa que vaya a consolidar a una oposición que quiere el desarrollo de un país moderno, con una verdadera economía de mercado. La clave sigue siendo la espera.

CITAS
1)me refiero a “El futuro de los intelectuales y el ascenso de la Nueva Clase”, Alianza, 1979.

2) El 9 de marzo en El Nacional, el exgeneral y golpista (27N) Francisco Visconti, respondiendo a una entrevista del Gobernador de Barinas, padre de Hugo Chavez, decía: “A diferencia de la decisión que se tomó el 4 de febrero, una decisión personal, el Estado Mayor que me acompañaba durante la operación militar el 27 de noviembre decidió la retirada del escenario de combate. Nosotros estuvimos combatiendo durante 10 horas, pero no nos ubicamos allí a distancia, en el Museo Histórico Militar, a ver cómo nuestros subalternos combatían, para después rendirnos cuando todavía nuestros subalternos estaban combatiendo. Yo, personalmente, dirigí las operaciones en el frente principal de combate, que era la base aérea Libertador. Nuestra misión era combatir, no era que nos llevaran presos para convertirnos en mártires, no era entregarnos a los órganos del gobierno para que nos hicieran presos ni aparecer en los medios de comunicación.”

3)La propaganda de DIGITEL, nueva empresa de telefonía celular, tiene como lema la comunicación y en una de ellas se mencionan el instinto y la intuición como formas “tan perfectas de comunicación que solo la naturaleza ha podido lograrlas.”

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