Opinión Nacional

Rhona encadenada y la extraña mujer de lentes obscuros

De vuelta en casa luego de pasarme unas horas solidarizándome con Rhona
encandenada a la endeble baranda del CNE, tan endeble como nuestra
democracia. Varias cosas que reportar, varias cosas que comentar y
compartir. En estas líneas de narración/descripción de seguro se me
escaparán detalles importantes, como suele suceder cuando uno es espectador
y actor de una obra del teatro del absurdo.

Una mujer incapacitada físicamente, pero con un en extremo capaz cerebro, se arma de valor, está en vigilia. Reclama lo que no debería tener que reclamar, exige lo que no debería ser necesario exigir, protesta por lo que simplemente no debería
ocurrir. Pide, en una exhibición de grandilocuencia pacífica, que se nos
conceda a los habitantes de esta noble tierra el derecho a ser ciudadanos
en un Estado de Derecho. Quienes conocemos a Rhona no nos sorprende su
notable fortaleza de carácter y espíritu; no nos extraña su temple de
venezolana curtida por una vida difícil que nunca la ha logrado vencer. Nos
extraña sí que una turba salvajoide la agreda con toda suerte de
improperios y vulgaridades, ante los ojos impávidos de complacientes
autoridades. Quince o veinte personas gritan consignas e insultos, con
sospechosa sincronía, mientras detectamos una mujer extraña, alta, de pelo
marrón, pantalones y camisa negra y chaqueta de cuadritos, y cara
enmascarada por un lentes obscuros, suerte de esbirro fascistoide. Notamos
que celular en mano dirige la operación desde la antesala subsiguiente a
las escalinatas del edificio que alberga al CNE. No se habrá imaginado
jamás el Arquitecto Cipriano Domínguez – cuando diseñó el centro que
ostenta el insigne nombre de El Libertador y que hoy hospeda a un
dedocrático, parcializado y sojuzgado Poder Electoral – que en ese espacio
se habría de burlar sistemáticamente las enseñanzas de Simón Bolívar.

De cuando en cuando, el líder de la turbilla, en la cual destacan algunos
borrachines y malandrines, voltea hacia la misteriosa mujer, en búsqueda de
instrucciones. Estamos a escasos pasos. La saludamos y nos quedamos con su
silencio, y sus ojos que nos fotografían como «enemigos del régimen».

Tratamos de indagar quién es. ¿Debería acaso sorprendernos el descubrir que
trabaja en el CNE? Nos sigue sorprendiendo este tipo de hallazgos, sólo que
ya no nos impresiona, nada nos impresiona.

Un señor agradable y sencillo, un hombre del pueblo, no un burgués ú
oligarca, se me acerca. «Señora, yo soy chavista, pero esto que está
ocurriendo no puede ser. ¿Por qué no hay miembros independientes en el CNE?
Por eso, voy a firmar.» Le contesto: «Me parece bien que sea usted lo que
quiera ser. Porque en el Estado de Derecho, todos tenemos derecho, y no
sólo algunos. Eso es lo que no logran entender algunos.» No sé cuánto más
aguantará Rhona. Sé, porque la conozco, que no cejará fácilmente, a pesar
de los insultos y abusos, a pesar de lo indefensa que pueda lucir frente a
turbas orquestadas para agredirla, a pesar de las acciones gerenciadas
peligrosamente por la extraña mujer de lentes obscuros. La propuesta de
incluir tres nuevos miembros, uno por cada candidato presidencial, con voz
pero sin voto, es un insulto a la inteligencia de los electores. Es decir,
es un insulto a la inteligencia de usted que me honra con unos minutos de
lectura.

Mañana iremos otra vez a solidarizarnos con Rhona. Lo haremos en nombre de
la Justicia y la Dignidad.

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