Opinión Nacional

Robos colectivos

El régimen no puede esconder la crisis del sistema de salud, de la
electricidad, el agua y sobre todo de la inseguridad, ya que una democracia
de verdad tiene que permitirle a la sociedad protestar y exigir sus
reivindicaciones fundamentales. Sólo oyendo las voces del país en toda su
dimensión es que es posible rectificar, sancionar a los corruptos y hacer de
la gobernabilidad un instrumento que se ocupe cabalmente de las necesidades
de los ciudadanos.

Hoy día la inseguridad se ha constituido en la prioridad absoluta de la
agenda política nacional, porque es evidente el salto cualitativo de la
criminalidad violenta y la ausencia de mecanismos de control. El drama tiene
una doble vertiente: primero por la agresividad del crimen organizado y el
desafío contra el Estado y después, porque el régimen ha preferido entregar
los recursos del petróleo en otros destinos y responsabilizar a terceros de
su propia ineficiencia, en vez de asumir responsablemente la tarea de
enfrentar y reducir el ejército de la delincuencia. Se impone una estrategia
diferenciada de lucha contra la criminalidad violenta, que debe comenzar por
articular los esfuerzos de las organizaciones policiales y ganarse la
confianza de la sociedad.

Hay que prescindir del discurso que desconoce los hechos, del mensaje
ideológico que debe ser sustituido por un mayor pragmatismo, tranquilizarse
y tomar conciencia que no hay posibilidades de progreso que lleguen hasta
los sectores menos favorecidos, si no hay estabilidad: esta es la que atrae
la inversión nacional y extranjera, mejora la rentabilidad de los dineros
públicos y estimula el ascenso de los difíciles peldaños de la
gobernabilidad. La voluntad autocrática y la ruta del autoritarismo daña las
instituciones y recuerda épocas superadas en China y Rusia, que ahora tienen
modelos de gestión eficientes y avanzados criterios gerenciales.

El radicalismo no puede sostenerse indefinidamente en contra de la reiterada
presencia de los hechos, de allí que la naturaleza termine por prevalecer
como el río que recobra su cauce. Es injustificable que un grupo delictivo
pueda durante meses asaltar edificios completos, permanecer durante horas de
manera impune, secuestrando a sus ocupantes y disponiendo de sus bienes:
dinero en efectivo, joyas y objetos electrónicos, sin que los autores hayan
sido identificados, detenidos y enjuiciados.

Más aún si actúan a rostro descubierto, y sus huellas dactilares en los
sitios de suceso claman castigo; por si fuera poco el modus operandi prevé
incluso una custodia descarada en la entrada de los inmuebles e impresiona
la escalada de los robos colectivos. En un delito violento el tiempo
transcurre de forma implacable contra los autores, de allí que sorprenda la
tranquilidad de su proceder, cuando permanecen por ejemplo más de cuatro
horas en un edificio, que sería el equivalente de un viaje de Maiquetía a
New York. ¿Cómo se explica una secuencia delictiva de esta magnitud? ¿Dónde
venden los objetos robados? ¿En la era de internet, de los celulares, cuál
es la razón para que no se presenten de manera oportuna las autoridades?
¿Qué hay detrás de tanta impunidad?

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