Opinión Nacional

Rosales, el Guacharo y la abstención

La candidatura de Manuel Rosales tuvo un buen arranque. Los números de las encuestas así lo reflejan y el amplio eco de la calle también. Hasta las pataletas de Juan Barreto lo confirman. Pero desde luego que no es suficiente. Ahora faltan la carrera de obstáculos y la recta final. De allí que un desafío muy principal del líder zuliano sea convocar a su alrededor a la «guacharomanía», empezando por Benjamín Rausseo, y sobre todo a los que apoyan la abstención.

Para que exista la posibilidad de ganar y cobrar el 3-D, es absolutamente necesario que el conjunto del país que no se identifica con el régimen de Chávez se enfile por un mismo norte. Todos remando en la misma dirección. Cualquier fragmentación sustantiva sería aún más perjudicial que ese elenco de torpedos denominados condiciones electorales.

Si Manuel Rosales logra que su candidatura «huela a triunfo» se facilitaría mucho la gran tarea de unidad nacional. El candidato unitario no es novato en estas lides pues tiene sobrada experiencia de éxitos políticos, incluso bajo las condiciones adversas de los comicios celebrados durante la «revolución bolivariana». Sus paisanos del Zulia pueden rendir cuenta al respecto.

La lucha será cuesta arriba y el viento de cola encontrará una muralla alta y gruesa en la vocación totalitaria del Estado boinacolorá. Pero hasta la fecha, Rosales ha sabido configurar una amplia alianza política que va más allá de grupos o partidos para proyectarse hacia el sentimiento opositor, es decir hacia los millones de venezolanos que por su cuenta y riesgo no aceptan la idea de un Chávez perpetuado en el poder.

En esta ecuación el Conde del Guacharo juega un papel de importancia. Cierto que la efervescencia inicial de su campaña ha disminuido pero su pegada popular es considerable. Como él mismo diría: «mientras más masa más mazamorra», y ello es literalmente aplicable a la plataforma unitaria de la oposición. Algunos de sus planteamientos, es justo reconocerlo, apuntan en sentido contrario a la demagogia típica de ciertas promesas de mercadotencia. No se parecen para nada a los guiones del fulano Dick Morris y eso refresca un poco el ambiente.

Ahora bien, para que esa plataforma adquiera la fuerza que motive a los abstencionistas es indispensable que se haga binaria: esto es, Rosales vs. Chávez. Una contienda entre dos, no entre tres, al incluir al Conde; ni mucho menos entre cuatro, si la abstención se mantuviera como una categoría de significativo peso político y social. Varios de sus voceros más tenaces, por cierto, han venido argumentando en favor de Manuel Rosales, si bien con las prevenciones relativas a las condiciones electorales.

El proceso político rumbo a diciembre es la verdadera «guerra asimétrica». Que nadie se engañe. Chávez no escatimará recursos de cualquier índole para convertir el 3-D en una nueva «legimitación». Quién sabe cuántos conejos envenenados sacará de su repertorio. Razones de más para que se supere la mera expectativa del qué pasará, y el país democrático se ponga en marcha unido y dispuesto. Para la campaña de Rosales, lo esencial no está en el arranque sino en la meta.

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