Rosales y la Corona de Espinas
Las imágenes del año pasado la tenemos muy fresca. El Presidente en sus acostumbrados ataques de histrionismo callejero, casi botando baba por la boca y a punto de reventársele la cara, gritaba desaforado que Manuel Rosales iría preso. La sentencia sin juicio, se ha venido cumpliendo paulatinamente. Las órdenes para la detención de Baduel y para la condena a los Comisarios de la PM, fueron menos publicas y exhibicionistas, pero igualmente formaron parte de la estrategia de radicalización del régimen y de la humillación que se pretende dar a parte de la población. Hasta ahora, las rosas las cultiva el Presidente.
Chávez ha llegado a esta etapa de la radicalización del proceso hegemónico, utilizando siempre el elemento sorpresa, propio de las operaciones estratégicas militares. Con el libro “El Príncipe” de Maquiavelo en una mano y con el manual del “Arte de la Guerra” de Sun Tzu en la otra. No ha omitido una sola línea ¡! Y la oposición, naturalmente atomizada en su sobre vivencia regional, ha estado desprevenida al avance del proceso. Responde a los ataques, pero sin estrategia. No se puede seguir utilizando la lógica tradicional para frenar este proceso autoritario. Hay en todo este avance, una lógica revolucionaria, militarista y hegemónica que indica la destrucción del enemigo y de todas las instituciones de la democracia, a cualquier precio. Por eso, sería una ingenuidad y casi una torpeza que la oposición le pidiera a Manuel Rosales se presentara para que se lo comieran vivo. Lo condenarían. Los diputados zulianos serian capaces de reformar la legislación penal para imponerle cadena perpetua, la silla eléctrica o una muerte colgado por lo testículos. El Presidente comería su dulce de lechosa sabanetero con un invitado de honor: el Presidente de Sudan, criminal de lesa humanidad.
Llego el momento de pensar y actuar con otra lógica y con un sentido estratégico nacional. Los Rosales tienen espina, Presidente. Los que abusan del poder y de la ciudadanía, se tendrán bien merecidas su corona de espinas. Y sin derecho a la resurrección. ¡!
