Opinión Nacional

¿Se nos pudrió la esperanza?

El convencimiento de que nada se puede hacer porque de todas maneras el resultado va a ser el mismo y que, una vez más, todo va a salir mal, hace que se realice la profecía que se cumple a sí misma. Para el que no siente esperanza no es posible que vea las oportunidades y posibilidades de cambio, aunque las tenga enfrente. Pareciera que, a la oposición democrática venezolana se le pudre la esperanza.

Cuenta la leyenda que, dos ratoncitos cayeron al mismo tiempo en dos potes que contenían leche. El primer ratoncito pensaba: «No podré salir de esta lata, porque las paredes son muy lisas, ya he escuchado anteriormente acerca de muertes como ésta. No podré respirar en la leche, voy a asfixiarme, estoy perdido». Y, ante esto que pensaba, dejó de intentar hacer algo para salir de la vasija y en efecto, se asfixió y murió. El segundo ratoncito no sabía tampoco qué hacer; pero al contrario que el primer ratoncito, él pensaba que debía de haber algo que pudiera hacer para salir de la vasija, «posiblemente mi situación pueda ser diferente a las de otros que he escuchado que no han podido salir de estas situaciones», entonces el ratoncito trató de hacer algo y se agitó en todos sentidos. Como se estaba moviendo continuamente, batió la leche con tanto vigor que ésta se transformó en mantequilla. El ratoncito entonces se sentó sobre la mantequilla y pudo respirar libremente. Entonces, ¿Qué rasgos distinguen a estos dos ratoncitos? ¿Qué impidió al primer ratoncito intentar salir de la vasija de leche? ¿Qué permitió al segundo ratoncito seguir luchando? Respuesta definitiva: la desesperanza aprendida.

La desesperanza aprendida se da cuando una o varias personas han tenido experiencias negativas en el pasado, en las cuales han fracasado varias veces, van a terminar convenciéndose a sí mismas de que toda situación negativa que les toque enfrentar estará fuera de su control. Y por lo tanto, lo único que harán es resignarse, y aceptar lo malo que están viviendo, sin intentar luchar. El elemento más esencial de la desesperanza aprendida es sentir y creer que no se puede hacer nada, que no se tiene ningún control sobre el medio ambiente. Siempre que alguien cae en el conformismo, y no lucha contra una contrariedad, contra la cual, sin embargo, tiene las condiciones para enfrentar y vencer, estamos frente a una situación de desesperanza aprendida. Es decir, es el convencimiento íntimo de que no se puede ejercer ningún control ni cambio en el medio ambiente para mejorar o revertir una situación.

Inocularnos la desesperanza aprendida a los venezolanos es la estrategia del Gobierno nacional, a través de sus malos tratos, la violencia o las experiencias emocionales traumáticas, donde han sido afectados severamente nuestros sentimientos; lo que hace sentirnos acorralados, nos autoinculpamos y justificamos nuestra impotencia, permitiéndole a nuestro agresor que nos siga dominando.

Lo importante que se debe resaltar es que, así como hay una desesperanza aprendida, también puede haber un optimismo aprendido. No es el momento de descalificarnos. Asumamos todos la tarea urgente de convencer a los venezolanos de que a pesar de todos los obstáculos y de todas las amenazas de este populismo reaccionario que se empeña en vivir en el pasado, saldremos adelante como siempre. No dejemos pudrir nuestra esperanza. ¡Sí se pudo y sí se puede!
www.juancarlosapitz.com

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