Opinión Nacional

Sean Penn y la democracia

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Sean Penn (1960) es famoso por dos razones: haber sido el primer marido de la mega estrella Madonna y por ser un gran actor de Hollywood. De lo primero, poco o casi nada ha dicho Penn; en lo segundo ha sido un gigante y nos ha dado actuaciones memorables.

Ha representado toda una brillante paleta de roles: desde un padre subnormal (“Yo soy Sam”, 2001) hasta un gay activista por los derechos de los homosexuales (“Milk”, 2008), papel premiado con el Oscar. También se recuerdan: “Pena de muerte” (1995), “La delgada línea roja” (1998), “Río Místico” (2003) y “21 gramos” (2003), en una carrera que comenzó siendo adolescente en 1974.

Penn ha practicado el activismo político o social para llamar la atención sobre las causas que considera justas. Esto es algo plausible, mientras lo haga debidamente informado. Penn ha dicho que Chávez no es un dictador porque en su mandato han ocurrido 14 elecciones. Y ha agregado, con tono intolerante, que debería ir preso quien le endilgue tal calificativo.

Cada vez que Penn ha venido a Venezuela lo ha hecho como invitado del gobierno. Ha sido recibido “en Palacio” (como le gusta decir a Chávez), entre decenas de guardaespaldas, y ha oído la versión que le cuenta el poderoso y no la de algún activista por los derechos humanos ni la de un ciudadano común.

(%=Image(7344709,»R»)%)Penn no sabe que en Venezuela hay listas negras (Tascón, Maisanta) que discriminan a millones de personas, a quienes se les niegan empleos, contratos y trámites con la administración pública por haber solicitado un referendo revocatorio del mandato del Presidente. Penn no está informado de que todos los poderes públicos están sometidos a las órdenes de Chávez (no hay tribunales independientes). Penn desconoce que en once años han sido asesinadas más de 120.000 personas y que más del 95% de esos homicidios están impunes. Tampoco le ha llegado el informe sobre las decenas de presos y exiliados políticos, ni tampoco ha oído de los muertos por las fuerzas de seguridad o grupos violentos pro gobierno en manifestaciones.

¿Qué diría Sean Penn si su rancho de 5 millones de dólares no hubiese sido atacado por un incendio sino por el capricho de Hugo Chávez para quitárselo? ¿No está informado de las expropiaciones de fincas, tierras, edificios e industrias que ha ordenado el chavismo para empobrecer la producción nacional y perseguir a quienes con su esfuerzo han logrado una propiedad? ¿Qué pensaría el activista Penn si el gobierno de Obama cerrara canales de televisión o emisoras de radio, atentara contra la vida de periodistas opositores o despojara de publicidad a los medios críticos?
Penn no conoce que en las tantas elecciones hechas bajo el chavismo no hay imparcialidad del organismo electoral (CNE). Que en el fallido referendo de 2004 no se realizó la auditoría convenida y que constituyó un grosero fraude avalado por el secretario de la OEA (Gaviria) y su ex presidente Carter. Que el registro electoral está inflado con nombres fantasmas, nacionalizados ilegales y no se le entrega en forma completa a los partidos de oposición. Que el ventajismo y la compra de votos con fondos públicos, por parte del chavismo, se han hecho prácticas normales y han llegado a niveles récord en el mundo occidental. Que el CNE todavía no ha dado los resultados definitivos de varias de esas elecciones. Que el parlamento chavista ha modificado la ley electoral a beneficio del gobierno, haciendo caso omiso hasta de principios constitucionales como la representación proporcional.

La democracia no es sólo elecciones. Y una dictadura puede hacer elecciones y hasta abusar de ellas. Hitler llegó al poder por elecciones y cada vez que se hicieron, mientras duró el III Reich, las ganó todas con más del 98% de los votos. Fidel Castro no ha dejado de hacer elecciones, a pesar de su “¿Para qué elecciones?” de cuando llegó al poder y se ha mantenido 51 años como dictador.

Penn, en vez de hablar sin saber del tema, haría bien en preguntarle a su amigo Danny Glover por los 18 millones de dólares que le dio Chávez para filmar una película de la que no se tiene noticia. Todos los venezolanos, dueños de ese dinero, se lo agradeceríamos.

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