Opinión Nacional

Ser populista es malo

No es por capricho que muchos de los venezolanos, ya cansados de tanta anarquía, de tanta confrontación mediática por parte del gobierno, reclamamos lo que nos corresponde como ciudadanos. Paz, prosperidad, desarrollo, y sobre todo entendimiento y rendiciones de cuentas claras por parte de los representantes. La política venezolana no termina de encarrilarse, y los ciudadanos (incluso, los que aún siguen el imaginario populista del gobierno) comienzan a pedir mejoras sociales contundentes, reclamando acabar con el proselitismo político desmesurado en campañas electorales permanentes, en una transición política que nunca acaba, y la cual se postula “revolucionaria”. Dando píe a una situación de desgobierno altamente conflictiva y empobrecedora.

Sobre un andamio cada día a punto de romperse, las confrontaciones pasan de lo ridículo, a lo estúpidamente desconocedor de sus propias realidades. En efecto, ladrando como perros sin cadenas se rasgan las vestiduras entre sus propios miembros por las dádivas de su amo. De un “neo-socialismo” atragantado sin ni siquiera digerir ideas. Mucho menos pretender ideología alguna. Así, bajo una supuesta izquierda retrograda y acomplejada en discursos que en la práctica se quita el disfraz para mirarse frente al espejo de los milicos y corruptos como traje a la medida.

Así, el populismo promueve la irresponsabilidad modela de manera totalitaria la mentalidad del pueblo-masa. De hecho desgarra el tejido socio-político, y corroe el espíritu público alimentando con el pasar del tiempo (1998-2005) la discordia en la sociedad civil, y el ciudadano continúa apático a los partidos. Precisamente de esa apatía se alimenta el populismo por la perdida clara de rumbo de la oposición venezolana. Que juega a damas chinas, mientras el populismo-militarismo le está dando jaque mate al Estado democrático.

En fin, para el historiador mexicano y director de la revista Letras Libres Enrique Krauze viene advirtiendo y no sin razón; “con todo, como se ha visto en el caso venezolano, los militares pueden vestirse con la piel de oveja del uniforme civil, llegar al poder mediante elecciones y luego, a la manera de Hitler, utilizar la democracia para acabar con la democracia. El militarismo es un paradigma latente”.

Sin reconocer su claro fracaso, siempre el populismo ha optado por achacar y culpar a las oligarquías fantasmas y de responsabilizar al imperio por su ineficiencia interna.

Si ser rico es malo, si tratar de mejorar las condiciones de vida es malo, si tratar de prosperar y desarrollar las sociedades es malo. El socialismo comprobó de manera clara en la historia de muchos países, como en los casos de Europa del Este, Cuba entre otros, su claro fracaso para mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos.

De hecho no hay revolución socialista que promueva las virtudes cívicas y políticas de la diferencia para la prosperidad. Son simples ideales utópicos que en la realidad el capitalismo de tercera vía y las social democracias de corte liberal superan con creces. Ser socialista al estilo populista-militarista es malo, malísimo, pero ser pobres y desgraciadamente ignorantes es aún mucho peor.

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